La mirada mansa del que no conoce

Publicado por tonimedina | Publicado en Política cubana | Publicado el 20-01-2012

Wilmar Villar Mendoza, preso político cubano muerto en huelga de hambre

Wilmar Villar Mendoza, preso político muerto en huelga de hambre.

 

Ha muerto otro opositor cubano en huelga de hambre por defender sus derechos contra el régimen de Raúl Castro: Wilmar Villar Mendoza. Tenía 31 años y deja huérfanas a dos niñas de cinco y siete años de edad. Es la noticia que hoy se riega por el mundo. “¡Qué les pasa a los cubanos que no se alzan contra cosas tan terribles!”, me dice un colega, periodista berlinés, a quien conocí cuando, en una de mis lecturas en Hamburgo, me extendió una tarjeta donde anunciaba que era un especialista en Latinoamérica.

Y luego de conversar un rato sobre el asunto, al colgar el teléfono, sentí que debía escribir este breve artículo sobre el secuestro de información y la manipulación mediática al que se ven sometidos, día a día, hora a hora, segundo a segundo de sus vidas, los cubanos de la isla.

Y de golpe me vienen a la mente aquellos tiempos en que, mientras hacía mis prácticas en la Revista de la Mañana, uno de los espacios informativos más importantes transmitidos antes del mal llamado “Período Especial”, me sentaba frente a los televisores de rastreo de las noticias internacionales, callado, atento a los periodistas fijos del Departamento Informativo de la Televisión Cubana y los veía decidir qué se trasmitía ese día, siguiendo las orientaciones que llegaban del Partido:

En Alemania se ampliaban las ayudas sociales para los trabajadores en paro… “eso no”, les oía decir;

pero dos muchachos neonazis, en un pueblito perdido en el norte de Alemania, empujan a un ciudadano alemán de origen turco y se dan a la fuga… “eso, eso… pero hay que buscar imágenes más crudas”, y alguien de los archivos decía “el año pasado yo grabé unas imágenes de una marcha de neonazis” y aparecía al rato con un casete con las imágenes que, recicladas, acompañarían la noticia.

En Corea del Sur se alcanzan los más altos niveles de informatización de la cultura en los últimos años… “quita, quita, que eso no es noticia”, volvía a escuchar;

pero las lluvias torrenciales de las últimas semanas han provocado aludes de tierra y algunas inundaciones en el centro del país… “eso, saquemos eso, pero elige las imágenes esas donde las aguas se llevan a los coreanos por delante, las más fuertes”;

La Unión Europea publica las altas cifras de médicos, paramédicos y voluntarios humanitarios europeos que viajan cada año, con sus propios recursos, a distintos países de África a brindar su ayuda desinteresada a millones de africanos hundidos en la pobreza… “salta eso, busquemos algo para contrarrestar esa información”, escuchaba yo;

y aparecía alguien con imágenes donde un médico cubano, perdido en una aldea de Sudáfrica, atendía a unas mujeres negras con cara de hambre, que esperaban sentadas en el piso de tierra del hospital improvisado, con sus hijos de panzas hinchadas sentados entre las piernas.

El mundo es un caos; Cuba no es el paraíso, pero acá estamos mejor que el resto del planeta, parecían gritar esas noticias. Y lo que muchos no comprenden es que cuando naces con esa manipulación, creces en medio de consignas y ataques informativos que a toda hora te recuerdan que el mundo está hundido en el apocalipsis, y no tienes la posibilidad de ver con tus ojos la verdad que hay más allá del mar que rodea a la isla, con sus catástrofes y sus virtudes, es muy lógico que si alguien viene del exterior y nos dice: “no es como cuentan acá”, aún cuando se trate de un familiar que no tiene porqué mentirnos, algún bichito en el interior nos clava el aguijón de la duda.

Recuerdo que, poco tiempo después, cuando ya trabajaba yo en Cubanacán, en Publicitaria Coral, me encontré en una recepción con una colega, periodista del Noticiero Nacional. Por esos días en el sector cultural y periodístico se escuchaban noticias muy apagadas pero punzantes sobre “notas ideológicas preocupantes” surgidas en torno a Pablo Milanés y los intelectuales que trabajaban junto a él en la revista y su proyecto musical PM Records: “uno de ellos dijo que sólo contrataban negros por culpa del racismo solapado que existe en Cuba”, me dijo mi colega, y a ella le habían pedido asistir a cuanto evento cultural, turístico y social de importancia se efectuara en La Habana, con la intención de hacer un reportaje sobre las diferencias entre la vida del negro en Cuba y en Estados Unidos.

Tiempo después pasaban su reportaje: negros felices en Cuba recibiendo premios literarios, negritos sonrientes vestidos de pioneros, negros deportistas y músicos hablando maravillas del país… y del otro lado, negros durmiendo bajo cartones en los parques de Nueva York; negros pobres mirando a través de mallas de alambre a los blanquitos que jugaban rugby en un estadio de la Sudáfrica ya desaparecida del apartheid; negros haitianos asolados por la miseria, las moscas y el fango; y una imagen final que me pareció terriblemente manipuladora: el boxeador norteamericano Cassius Clay (Mohamed Ali), tembloroso y con cara de viejo enfermo, intenta sonreír estúpidamente a la cámara, mientras un locutor  dice “hombres grandes del deporte convertidos en piltrafas humanas por la brutalidad del mercantilismo del deporte profesional”.

Puedo escribir un libro entero, o más, contando sólo aquellas manipulaciones de la información de las que fui testigo en mi corta vida (poco menos de tres años) como periodista en los medios oficiales de Cuba. A quien no haya vivido en la isla en los últimos 50 años, le resultará imposible entender cuánto se gasta el gobierno en cegar la mirada de su pueblo a través de una poderosa, bien estructurada y constante propaganda de desinformación. Pero incluso los cubanos de a pie, aquellos que sólo tienen acceso a lo que les dicen los únicos medios de prensa que existen (los del gobierno, claro); aquellos que pertenecen a ese más del 98 % de la población cubana sin acceso al poderoso caudal de información libre que es internet, no pueden imaginar (e incluso quienes lo han sabido, se niegan a creerlo) que son víctimas de una dictadura que se aprendió al dedillo una máxima puesta en práctica por las más férreas dictaduras que hasta hoy han existido: quien controla la información, controla el poder sobre el espacio vital más importante del ser humano, su mente.

Ahora mismo, tras la muerte de este opositor, los blogueros y tuiteros oficialistas (únicos que, por cierto, tienen acceso a internet) han comenzado una campaña descalificadora acusando a este joven de «delincuentes suicida» y envenenan más su propia mentira diciendo que, éste y otros huelguistas, «juegan a la ruleta del parlamento europeo y pierden». Otra prueba más de esa estructura demoledora contra el pensamiento libre de los cubanos.

De todos modos, confieso que con cierta molestia porque me duele que se llame cobarde a mi pueblo, le contesté con la que considero una verdad a mi colega, ese periodista alemán que me dijo: “¡Qué les pasa a los cubanos que no se alzan contra cosas tan terribles!”.

Le dije: “Porque son víctimas de los mismos métodos con los que Hitler los hipnotizó a ustedes mientras él cometía los más horrendos crímenes que conoció la humanidad en los últimos siglos”.

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