¿Qué le pasa a la prensa europea?

Publicado por Amir Valle | Publicado en Política cubana | Publicado el 23-02-2017

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La prensa acá, en Europa, en relación con América Latina parece contagiarse con esa frase que, según las redes sociales, acaba de decir la artista Jennifer López cuando, al ser interrogada sobre la existencia de una de sus tiendas de ropa cara en La Habana, respondió: «Es preferible vivir con un dictador antes que soportar la presidencia de Trump».

trump-3Antes de continuar, aclaro que soy de esos millones de personas que ven en Trump un peligro. Pero estoy ya bastante crecidito para seguir creyendo ese cuento del hombre bueno y el hombre malo, de ideas nobles o ideas perversas. Y menos en política. Vengo de un país hoy hundido en la miseria, caminando hacia un capitalismo salvaje, enfermo de una inopia ideológica y moral tan grande que el sueño del 75 por ciento de los cubanos es huir del país. Y todo eso es resultado de un supuesto buen hombre y de una supuesta idea progresista. Y he visto a lo largo de mis 50 años de vida cómo presidentes tildados de «hombres malos con ideas perversas» dejan atrás su tiempo de poder político con muchísimo menos daño social y antropológico que la mayoría de los «hombres buenos con ideas nobles».

En palabras simples: irse a los extremos, a las ciegas polarizaciones en las que están hundidas ahora mismo buena parte del planeta «civilizado» con la prensa a la cabeza no solo es alcanzar un grado de estupidez que mereciera inscribirse en el libro de premios Guinnes, si no también algo más peligroso que la presidencia de Trump.

El lema, ya se sabe, «Todos contra Trump». He esperado casi dos días para escribir este comentario, porque necesitaba revisar lo publicado en la prensa europea sobre América Latina. Y ha sido decepcionante. Salvo algunos medios que incluyen limitados análisis de las elecciones en Ecuador y del escándalo Odebrecht, la imagen que queda es que el único peligro real que gravita sobre América Latina es la idea de Trump de construir un muro y deportar latinoamericanos. Sin darse cuenta, la prensa europea regresa a la idea del antinorteamericanismo que hizo al pensamiento social latinoamericano más daño que todas las políticas neoesclavistas de las administraciones estadounidenses.

La crisis política y la violencia en México, los desmanes represivos de la imposición totalitaria en Nicaragua, la explosiva situación en Venezuela, la violación descarada de los derechos humanos en Cuba, entre otros conflictos regionales han cedido el lugar a esta batalla mediática que algunos intelectuales europeos denominan ya con preocupación «antitrumpismo».

¿Quién se ha salvado de esa fiebre de parcialidad informativa? Me atrevería a decir que nadie, pues salvo algunos medios y agencias donde trabajan latinoamericanos que han colado tímidos análisis sobre lo sucedido en sus países de origen, la inmensa mayoría está tan concentrada en el histrionismo de Trump que parecen no darse cuenta de que dejan a un lado fenómenos también (y en muchos caso más) vitales para el mundo, que ahora mismo ocurren en Latinoamérica y otras partes del mundo.

trump-4Así las cosas, continúa la tragedia de la guerra en el Oriente Medio y de los refugiados en uno de los inviernos con más enfermedades que ha vivido Europa, pero los medios se concentran en la posibilidad de lo que haga Trump con los inmigrantes en su país, «pero es que ya el drama de los refugiados sobrepasó sus cinco minutos de fama», me confesó un colega.

Por desgracia, toda esta problemática apesta aún más por los efectos de esa errada idea europea de seguir los rumbos de lo políticamente correcto. Un ejemplo claro: etiquetas absurdas como «Cuba debe volver a ser un país normal», que responde más al deseo de la Unión Europea que a la tozuda realidad cubana ha provocado que los análisis periodísticos de América Latina transcurran por caminos errados. Afirmar que, como me dijo hace poco un colega alemán, «ya no hay que mirar tanto a Cuba para comprender América Latina» es un disparate garrafal, que desvirtúa cualquier análisis.  Desde hace muchos años, y hasta hoy (ahí están los vínculos entre la represión a la oposición en Venezuela con la policía política cubana, o la asesoría que ha tenido el presidente Ortega desde La Habana en su intento de perpetuarse en el poder «a la cubana), los tentáculos del castrismo han decidido incluso los destinos de varios países de la región. Llama mucho la atención que el único tema en el que la prensa europea parece mostrar interés en este momento: el Caso Odebrecht, lance un manto de sombra sobre los contactos económicos y comerciales con el gobierno de Raúl Castro de muchos de los acusados en ese escándalo, así como las implicaciones de Odebrecht y de las figuras políticas acusadas de corrupción con el mayor proyecto económico internacional de Cuba: la Zona Franca del puerto de Mariel.   

Ojalá algún colega latinoamericano se anime a escribir sobre cómo nuestros colegas europeos desconocen, ocultan o tergiversan nuestra realidad. Pero siguiendo con Cuba, mi país, y dejando a un lado el recrudecimiento demostrable de la represión contra la oposición o la desvergonzada propuesta de que tras la salida de Raúl Castro el nuevo presidente cubano sea Alejandro Castro Espín, el hijo militar de Raúl, acaba de ocurrir en la isla un hecho sin precedentes en la historia latinoamericana: Raúl Castro niega la entrada al país al presidente de la OEA, Luis Almagro, al expresidente mexicano Felipe Calderón y a la ex ministra de Estado chileno Mariana Alwyn, invitados por la oposición cubana a recoger el recién fundado «Premio Oswaldo Payá Libertad y Vida», concedidos en esta primera ocasión a Luis Almagro y al fallecido expresidente chileno Patricio Alwyn.

Sillas vacías en La Habana durante la entrega del Premio "Oswaldo Payá Libertad y Vida".

Sillas vacías en La Habana durante la entrega del Premio «Oswaldo Payá Libertad y Vida».

Los escasos medios europeos que publicaron algo sobre esta flagrante violación internacional se limitaron a reproducir una nota de la agencia EFE. Sin embargo, sí reflejaron la visita de congresistas norteamericanos a La Habana, curiosamente haciendo hincapié en las declaraciones del senador demócrata Patrick Leahy asegurando que la dictadura quiere cambiar. Más curioso aún resulta algunos reportes sobre la reciente Feria del Libro de La Habana que desconocen el descontento popular e intelectual con ese evento, pero sí muestran a viejos cubanos diciendo que van a comprar los libros de Fidel, Raúl y el Ché Guevara. De más está agregar que esos reportes siguen repitiendo el viejo slogan de que todos los cubanos saben leer y escribir, sin interesarse siquiera por las propias encuestas oficiales que demuestran que el nivel de lectura del pueblo es hoy muy bajo; que existen altos índices de analfabetismo funcional  (personas que saben leer y escribir, pero pasan años sin leer ni escribir nada) y que las ventas de libros han caído en picada porque a esas ferias acuden los cubanos mayormente a comprar bocadillos, bebidas y artesanías menores o a pasar un buen rato social en una ciudad donde la diversión no abunda o, la que existe, es cara y hay que pagarla en una moneda que posee (otra vez según estadísticas del gobierno) sólo el 12% de la población.

Y más bochornoso aún es que, en los últimos tiempos, algunos medios de prensa en Europa han llegado a reproducir como «información confiable» noticias tomadas del periódico Granma, órgano central del Partido Comunista de Cuba, considerado por la inmensa mayoría de los periodistas cubanos en la isla y en el exilio como la peor y menos confiable publicación oficial, una verdadera vergüenza para el periodismo nacional.

Lo más triste que esconde esta triste realidad es algo que escuché anoche al reconocido escritor cubano Reinaldo Montero durante una charla en el Instituto Cervantes en Berlín: «aunque el mundo lo niegue, un presidente norteamericano es, de muchos modos, el presidente del mundo». Se refería a Trump, obviamente, y agregó que el único mérito de Trump era que había unido a millones de habitantes de este planeta, fueran de izquierda o de derecha, en ese «antitrumpismo» del que antes hablé.

Soy consciente de que muchos dirán: «se da esa cobertura a Trump para alertar sobre posibles desmanes de su gestión». Y es cierto, hay que alertar, pero hacerlo mal puede convertirte en un medio de propaganda de lo que se pretende combatir. Hay cientos de ejemplos de ese efecto dañino de la sobresaturación informativa en la historia del periodismo universal.  Y aunque algunos pretendan negarlo, la prensa europea da evidentes palos de ciego en sus acercamientos a la realidad mundial (y en especial a esa convulsa región que es América Latina) y es hoy el mejor equipo de propaganda que tiene el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Él lo dijo durante su campaña presidencial: «me ocuparé de que la prensa mundial hable de mí». Y, ¿no es una vergonzante realidad? la prensa mundial se ha puesto a sus pies.

 

 

 

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