El Paraguay de Stroessner según Roa Bastos

Publicado por tonimedina | Publicado en Publicados anteriormente en amirvalle.com | Publicado el 12-06-2010

Cuentan que Karina Stroessner se volvió loca. Desandó las calles de Buenos Aires, sucia, hambrienta, tras la pista de compatriotas exiliados desde que su padre, el general Alfredo Stroessner, usurpara el poder de Paraguay. Cuentan que nació de los amoríos secretos del dictador con Carmina Guyanes, una hermosa prostituta paraguaya que logró escapar a Oberá, alejado pueblito de Misiones, en la selva argentina, luego de saber por boca del propio Stroessner que la criatura no debía nacer.

Karina Stroessner vio morir a su madre de tuberculosis en la ciudad de Posadas, también allá en Misiones, y alguien debió decirle entonces la verdad de su origen, la razón del escape de Carmina Guyanes desde el Paraguay, los motivos de aquel silencio temeroso en que la vio vivir hundida en la miseria, ocultando el pasado.

“Me dijeron que mi apellido no era Guyanes”, confesó después al escritor argentino Juan José Tresols, que logró novelar aquella historia (La hija sucia del General, Ediciones Sineco, Argentina, 1992).

Nadie supo cómo enloqueció. Se dice que buscaba a los paraguayos exiliados y les pedía perdón. Que muchos no supieron nunca quién era aquella loca que suplicaba un perdón que no comprendían. Lo único cierto es que apareció muerta en su cuarto del Barrio de Monserrat, en Buenos Aires, una mañana de 1989.

Por los días en que Karina Stroessner recorría enloquecida las calles de Buenos Aires, Augusto Roa Bastos, el más universal de los escritores paraguayos, comenzaba a escribir una novela que publicaría varios años después: Madama Sui (1996), una ficción sobre la más conocida y duradera amante del dictador, que supo mantener la inocencia a pesar de haber vivido mucho tiempo junto al mal. Quizás por eso no le interesó novelar la historia de la hija loca del general a quien tanto atacó en sus libros, sus discursos, sus entrevistas, desde ese largo exilio que duró de 1947 a 1989, con regresos cortos a su país solamente en 1966 y 1982.

 

El Tiranosaurio

En sus múltiples ensayos sobre la relación entre los abusos de poder y la utilización literaria del dictador, Roa Bastos bautizó a Stroessner como “El Tiranosaurio” y a partir de esa figura de la historia paraguaya, seguidor de los ideales totalitaristas del otro gran déspota, pero del siglo XIX, Gaspar Rodríguez de Francia, delineó toda una definición sobre el dictador latinoamericano, aún hoy vigente.

Alfredo Stroessner Matiauda, “El Tiranosaurio”, nació en Encarnación, Departamento de Itapua el 3 de noviembre de 1912. Su padre, Hugo Stroessner, era un inmigrante alemán llegado al país en 1895, que trabajaba de Contador en una cervecería. Su madre, Heriberta Matiauda, campesina nativa del Paraguay, de origen guaraní, poseía el espíritu rebelde y fuerte de las antiguas matronas de su raza.

A los 17 años, el tío del joven Alfredo Stroessner, Vicente Matiauda, lo ayudó para que entrara al Ejército Paraguayo, y se cuenta que gracias a la mezcla del orgullo de su estirpe alemana y la reciedumbre de su linaje guaraní, le fue fácil alcanzar los grados de teniente dos años después,  y destacarse como oficial en la Guerra del Chaco de 1932 contra Bolivia, por lo cual, terminada esa contienda, recibió dos medallas de honor: La Cruz del Chaco y La Cruz del defensor. Ya en 1948 había alcanzado el rango de Brigadier general, convirtiéndose en el General mas joven de Suramérica.

En 1951, impelido por la inestabilidad política que existía en la región y por su convicción casi mítica de “ser un elegido de la historia”, decidió afiliarse en el Partido Colorado, según él mismo dijera al diario paraguayo El País, en 1954, porque “era un Partido que necesitaba un líder joven, de agallas y decidido a traer la prosperidad a estas tierras”.

Agrupando en torno suyo a lo mejor y más reaccionario del Ejército Paraguayo, en 1954 fue escogido para ser General de División, y en mayo del mismo año encabezó un Golpe de Estado en el cual fue depuesto el Arq. Tomas Romero Pereira. En Agosto fue electo por la Junta de Gobierno para ser Presidente, ingeniándoselas para ser reelecto en 7 períodos (1958, 1963, 1968, 1973, 1978, 1983 y 1988) mediante elecciones fraudulentas en las cuales, además, era el único candidato.

 

La conservación de la especie

En conferencia ofrecida en 1985, en Tolousse, Francia, luego de haber recibido la nacionalidad francesa, Augusto Roa Bastos dijo que “si es muy cierto que el dictador Stroessner bebió y asimiló como ningún otro dictador los preceptos absolutistas de su gran maestro Gaspar Rodríguez de Francia, no puede olvidarse que fue él quien mostró a sus seguidores, los dictadores latinoamericanos que le seguirían en la historia del nuevo continente, las fórmulas para la conservación de esa especie tan dañina para nuestras democracias”.

Reconoció siempre Roa Bastos, entre esas “fórmulas de supervivencia para dictadores”,  que Stroessner fue un líder muy enérgico, que empezaba sus días de trabajo a las cuatro de la mañana, dando las primeras órdenes desde su cama, y llegando a trabajar a Palacio de López minutos antes de las 6:00 am. Sólo tomaba 3 horas de descanso y se incorporaba a sus labores de gobernante a la una de la tarde. “Bien se sabe, y es un detalle enriquecido por la mística alrededor de este Tiranosaurio, que jamás ha tomado vacaciones durante su gobierno”, dijo Roa Bastos en otra de sus conferencias, con motivo de haber recibido el más alto galardón concedido en lengua española a los escritores, el Premio Cervantes.

Siempre aliado fiel de los intereses del gobierno norteamericano, Stroessner despreciaba todo tipo de comunismo, todo tipo de socialismo, llegando incluso a criticar a uno de sus modelos básicos (el nazismo), precisamente por sus raíces socialistas, “un grave error que Hitler supo enmendar luego, al descubrir que el presupuesto socialista de la desaparición de la individualidad en función y beneficio de la colectividad debía entenderse como la “aniquilación” de la individualidad mediante el control total del Estado y para beneficio del Estado”.

También fue respetado por su disciplina financiera y la capacidad de su gobierno de renegociar los préstamos que le garantizaba el Banco Mundial a Paraguay, lo que le permitió mantener la moneda estabilizada en momentos en que otras naciones latinoamericanas sufrían graves crisis por la caída abrupta de sus monedas frente al fortalecido dólar norteamericano.

Como estadista, Stroessner realizó numerosas visitas de Estado, en las cuales buscaba “el reconocimiento de lo que hemos logrado en Paraguay, en materia de progreso social todos estos años, y la firma de nuevos acuerdos comerciales” (The Washington Post, 3 de julio de 1976), y entre esos recorridos destacan su encuentro con el Emperador de Japón, el presidente norteamericano Lyndon B. Johnson, el mandatario francés Charles de Gaulle, y varias visitas a la tierra de su padre, Alemania, intentando detener el deterioro de las relaciones políticas y comerciales con ese hasta entonces poderoso aliado, que no supo entender la prioridad creciente que daba el dictador paraguayo a los intereses de Norteamérica, en detrimento de las pretensiones financieras, comerciales (y porqué no, políticas) de los alemanes hacia Paraguay.

Jamás llegaría a imaginar que, muchos años después, por conveniencias económicas y presiones internacionales, el gobierno norteamericano, presidido por Ronald Reagan, ordenaría el boicot comercial, financiero y político hacia Paraguay, “una traición que alguna vez la historia le cobrará”, dijo el mismo día de su llegada a Brasil, donde había pedido y se le concedió asilo político.

Aunque era un líder muy autoritario, al pasar los años, mediante negociaciones harto inteligentes para mantener el control de todo el país, fue tolerando más a los partidos de oposición, especialmente al Partido Liberal Radical Auténtico. Sin embargo, durante su régimen (desde el 15 de agosto de 1954 hasta el 3 de febrero de 1989) fueron eliminadas entre 3,000 y 4,000 personas, debido a sus tácticas de “Mano Dura” contra los comunistas y los opositores más recalcitrantes, a los que llamó “no manipulables”. Durante sus 35 años de gobierno, la tortura, el secuestro, los asesinatos políticos, fueron parte de la cotidianidad de los paraguayos, que se vieron obligados a callar ante el alarmante crecimiento de la corrupción gubernamental.

Escandalosa en toda esta trama de apoyo a lo que él denominó como “necesaria campaña contra el comunismo internacional”, resultó su gran simpatia por los ex-Nazis, garantizándoles asilo político después de la Segunda Guerra Mundial, y escondiendo a muchos de ellos en el Paraguay, incluyendo al archiconocido Dr. Josef Mengele, lo que motivó las más ácidas y multitudinarias críticas realizada por los medios de comunicación del mundo entero durante todos sus años en el poder.

En sus deseos por el “poder absoluto”, émulo en ese sentido también del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, el 25 de Agosto de 1967, diseñó una nueva Constitución que permitía la reelección inmediata del Presidente, pero en 1977, cuando ya caducaban los términos de reelección por él mismo redactados diez años antes, volvió a cambiar esa ley para reelegirse por dos períodos más.

También, buscando retener en sus manos lo que siempre llamó “el mando central del Estado”, mantuvo muy aisladas relaciones con la poderosa Iglesia Católica, y fue responsable directo de varias acciones para debilitar el control de los católicos sobre sectores muy importantes de la sociedad paraguaya, aunque nunca llegó a lograr totalmente sus objetivos. Algunos creen, por ello, que la Iglesia Catolica fue la única razón por la cual el general Alfredo Stroessner no tuvo el control absoluto del país.

 

La más larga y oprobiosa dictadura

Con Hijo de hombre (1970), Yo, el Supremo (1974), y El fiscal (1993), en lo que ha significado una trilogía «sobre el monoteísmo del poder», Augusto Roa Bastos desarrolló su tesis personal sobre “el dictador latinoamericano”, aprovechando la experiencia que le ofreció analizar “desde la dura tranquilidad del exilio obligado” (entrevista concedida a Excelsior, México, en agosto del 1993), lo que denominó como “la más larga y oprobiosa dictadura que registra la cronología de los regímenes de fuerza en suelo suramericano”.

En varias de sus conferencias, entrevistas y ensayos sobre el tema, Roa Bastos manejó la tesis de que el coloradismo (refiriéndose a la historia y papel del Partido Colorado en Paraguay) necesitaría muchos años para “limpiar la siniestra mancha que les lanzó el Tiranosaurio Stroessner en pleno rostro” (Diario El Norte, México, 12 de febrero de 1989).

Cierto es que el coloradismo, en manos de la dictadura de Alfredo Stroessner, cambió su piel para convertirse en un sanguinario y casi satánico perseguidor de todos los ciudadanos, todas las tendencias sociales y todas las manifestaciones personales o públicas que no se sometían a las directivas e imposiciones de su poder.

A una persecución nunca antes vista en la historia de la nación, se sumaron otras medidas limitantes para “los no manipulables” como la concesión de puestos de trabajo de las entidades públicas netamente a personal afiliado al Partido Colorado, la conversión de la administración del país en un instrumento al servicio de este Partido (manipulado por su máxima figura: Stroessner) y la usurpación, para uso y apoyo de las pretensiones coloradistas, de las finanzas nacionales.

Pese a todo, el propio Roa Bastos no deja de reconocer que este partido supo sobreponerse a muchos avatares y conflictos, con una extraordinaria capacidad de adaptación en busca del éxito, de modo que, inexorablemente, se fue aferrando fuertemente al poder hasta la actualidad, a pesar de un caduco doctrinario ideológico que se mueve desde el social populismo hasta el puro fascismo, variante ésta predominante en los tiempos del gobierno de Stroessner.

La historia no desmiente esta afirmación: El 1 de mayo de 1989, el candidato del Partido Colorado, el presidente Andrés Rodríguez, consiguió el 74,1% de los votos en la elección presidencial. En cuanto a la elección para diputados y senadores, el Partido Colorado alcanzó el 66,4% (mayoría de 2/3). En 1992 vieron la luz los trabajos de la Convención de Diputados Constituyentes, surgida de las elecciones celebradas un año antes. Ello permitió la sanción y entrada en vigor de la nueva Constitución. En 1993 se celebraron nuevos comicios presidenciales, en los que también triunfó el candidato del Partido Colorado, Juan Carlos Wasmosy, que se convirtió en el primer civil en llegar a la jefatura del Estado tras cuarenta años de gobiernos militares, aún cuando la gestión presidencial de Wasmosy se reveló como uno de los peores en la historia paraguaya. Durante su mandato hubo dos graves crisis financieras (1995 y 1997) que, entre otros desastres, eliminaron del mercado casi la totalidad de las empresas financieras locales, sobreviviendo solo las entidades financieras de origen extranjero.

1954 será un año anclado con siniestras luces en la historia de Paraguay. Como miembro prominente del único partido autorizado y habilitado, el Partido Colorado, el general Alfredo Stroessner Matiauda, destronó al presidente de turno, también de su partido, y a partir de allí, gobernó y administró el país ininterrumpidamente hasta el año 1989, cuando fue desplazado del poder, curiosamente por facciones de su mismo partido, con otro golpe de estado.

Pilar vital en la estrategia de gobierno del régimen stronista fue el aprovechamiento del clima hostil entre el Este y el Oeste, con sus cabezas visibles en la OTAN y el Pacto de Varsovia, y el empleo tácticamente de estas convenientes circunstancias de la guerra fría, mediante un rabioso anticomunismo, que le permitió ganar la complacencia y benevolencia de los países del bloque capitalista que, inicialmente, se opusieron a su asonada golpista. A partir de entonces, y con el consentimiento de los Estados Unidos de Norteamérica y sus socios más cercanos de Occidente, disfrutó de la libertad que le ofrecía la vista gorda internacional a sus abusos del poder, en pos de «cortar el avance del comunismo en América Latina», y se benefició con enormes préstamos monetarios provenientes de estas naciones desarrolladas.

El escritor Augusto Roa Bastos definió la gestión económica de la dictadura de Stroessner como “una manipulación diabólica”. Tanto la alianza económica a los poderosos países industrializados de Occidente, como la realización del plan de desarrollo económico interno fueron pretextos que, muy bien utilizados por la fuerte propaganda de su partido y gobierno, le permitieron modificar la Constitución de la República según sus intereses, capricho y comodidad, a la medida de sus arbitrariedades; creando leyes represivas, permisivas y persecutorias, que eliminaban cualquier oposición peligrosa para su absolutismo tiránico que pretendía irónicamente (y son palabras tomadas de uno de sus discursos de 1967) “perpetuar el legado de moralidad, desarrollo social y nuevo concepto de democracia que nos dejó el insigne Dr. Gaspar Rodríguez de Francia”.

Parte de tal “manipulación diabólica” fueron las sólidas campañas de propaganda que priorizaron el reconocimiento de Stroessner como el estadista que mayor desarrollo económico y social había traído a Paraguay, resaltando  “sus buenas políticas económicas”, y acciones de gran impacto social en la región como la construcción de la Represa de Itaipú, la más grande del mundo, con la cual pudo exportar energía eléctrica a otros países, lo cual contribuyó a mejorar la economía interna. O sus diversas obras de infraestructura que viabilizaron la modernización del sistema de carreteras de Paraguay, destacándose la autopista Transchaco. También se puso énfasis propagandístico especial en un programa que Stroessner apoyó verdaderamente: la entrega de 20 hectáreas de tierra arable, a un precio normal, a cada soldado que culminara su Servicio Militar, con la obligatoriedad única de que la utilizaran para beneficios agriculturales. De hecho, cerca de 10,000 soldados fueron beneficiados con esta medida.

Dicha propaganda dedicó un gran espacio a una realidad: Cuando Stroessner llegó al poder, encontró una grave crisis social y económica, que lo obligó a plantearse el reto, como nuevo mandatario, de sanear la economía; que el crecimiento debido a su gestión empezó a tomar efecto a finales de los años 50; que durante los años 60, la economía mostró un crecimiento positivo, llegando a crecer un promedio anual de 4.2% del PIB; y que dicho crecimiento continuó hasta la mitad de la década de los 70. En el período 1976-1981 se produjo lo que los economistas consideran el “boom” de la economía paraguaya, con un crecimiento anual estimado de 11% del PBI, gracias al Tratado del Río de La Plata, convenio firmado con Argentina, Brasil y Uruguay, que permitía al país exportar sus productos hacia nuevas rutas.

Aunque le disgustaba la palabra, especialmente cuando llegaba como ataque de la sólida oposición que, a pesar de todo, siempre tuvo, su modo de gobierno fue notoriamente fascista, pues no debe olvidarse que siguió muy de cerca la teoría lanzada en 1919 por Benito Mussolini cuando dijo que, al modo de los grandes jefes romanos, eran tiempos para utilizar el fascis, palos atados a un eje como expresión de la unidad y el poder de los soberanos para castigar criminales, y que derivó en la palabra fascismo, donde hombres atados a una organización monolítica (el partido con su líder omnipotente) tenían la tarea de hacerse con la dominación íntegra de la sociedad y la nación, como único modo de salvar a esa sociedad y a esa nación.

Bajo esos presupuestos, Stroessner y el coloradismo destruyeron la base esencial de toda sociedad, la educación,  manipulándola y asfixiándola, a través de la imposición de hornadas enteras de maestros ineptos, de ninguna capacidad ni jerarquía (en contraposición a la sólida cultura educacional y magisterial paraguaya), que sometían a los educandos a programas de enseñanza alienantes, donde priorizaban el endiosamiento del partido, el líder, y un nacionalismo rabioso, que todavía hoy deja sus secuelas.

La manipulación ideológica, con absoluta percepción fascista, de todas las variantes de las ideologías supervivientes a su control totalitario, así como la creación de una historia oficial tergiversada a conveniencia tanto del Partido Colorado como del propio dictador, llevó a las grandes masas del país a la asunción de que era necesario un líder como Stroessner y una concepción de ideología como el coloradismo para el verdadero desarrollo de la nación.

En el capítulo 15 del libro digital Larga es la noche. Una historia del Paraguay, puede leerse que en este camino de la invención de otra historia para la nación el gobierno strosnista “Buscó figuras para mistificar como López y Bernardino Caballero, elevándolos a la categoría de héroes, afianzando y reforzando esto como base y sustento de su concepción totalitaria, y sobre los cuales giraba y gravitaba siempre su figura”, o “El mariscal Francisco Solano López, exaltado hasta el hastío como referente simbólico de la ideología fascista nacionalista; que conjuntamente con hazañas bélicas eran el eje doctrinario del sistema”. Y añade “Un ejemplo de la sutil manipulación ideológica de las masas. Víctor Manuel Pecci, tenista, ante un logro deportivo, finalizada la competencia, debía ir a saludar a Stroessner, simbolizando que el logro deportivo era; debía ser dedicado a la figura del Presidente. Todo era extorsión y sometimiento. Todo giraba en torno a su persona, y el sistema que lo mantenía. (Gobierno, Partido y FF.AA., una perversa trilogía)”.

Augusto Roa Bastos, en varios de sus cuentos y en su obra El tiranosaurio del Paraguay da sus últimas boqueadas (1986), se refiere a mecanismos que, organizados y entronizados de modo muy sutil en la sociedad paraguaya, sirvieron también a la perpetuación del régimen durante sus 35 años, tales como la distribución por todo el territorio de la república de cuerpos de miles de soplones y espías; la concesión de los puestos públicos de sanidad, de educación, policiales, militares, y de administración a leales a su gobierno, sin importar capacidad o idoneidad; o la secreta fiscalización laboral, educacional, religiosa, e incluso familiar, de los paraguayos, mediante el soborno o la presión a ciudadanos ubicados en esas esferas sociales considerados por Stroessner “fieles fiscalizadores”, a través de los cuales se lograba manipular el comportamiento social de las masas, incluidos los sectores más rebeldes.

Estrategia que no descuidó fue mantener al cuerpo policial bajo sus órdenes directas, hasta convertirlos en un órgano de represión política, a quienes mantuvo fanatizados (tenían el privilegio de servir a un semidios), con míseros sueldos, sin equipamientos ni siquiera para combatir la verdadera delincuencia, con escasa formación policial técnica, pero capaces de utilizar sin remordimientos la tortura física y psicológica para perseguir a sus contrincantes y enemigos políticos, incluyendo a los que siempre existieron solapadamente dentro de su propio partido.

“No se hará justicia ni siquiera juzgándolo, pues la justicia no tiene aún la sanción perfecta para los genocidas”, dijo Roa Bastos en una entrevista de junio del 2001, pocos días después de que un juzgado de Asunción solicitara la extradición del ex dictador, asilado en Brasil desde 1989, por delitos de lesa humanidad. La petición, firmada por el juez Carlos Escobar, partía de la denuncia del abogado Rodolfo Asseretto quien acusó a Stroessner de la muerte y tortura de los hermanos Ramírez Villalba, ocurrida en un centro de detención en septiembre de 1976. La denuncia señala que los citados hermanos «fueron torturados salvajemente durante casi un mes y permanecieron detenidos hasta el 21 de septiembre, fecha en la que fueron ejecutados».

Como bien dice Roa Bastos, hay cargos genocidas contra Stroessner, pues esa no era la primera solicitud de extradición de “El Tiranosaurio”. También la justicia argentina había solicitado su detención, en abril del propio año 2001, por su implicación directa en la Operación Cóndor, junto con 13 militares, entre ellos los ex presidentes de Argentina, Jorge Videla, y de Chile, Augusto Pinochet, en el caso de Stroessner acusado de cometer al menos 900 asesinatos y desapariciones, según distintos organismos humanitarios.

En 1993, el Congreso Mundial Judío solicitó al gobierno de Asunción el acceso a los archivos gubernamentales para localizar a nazis refugiados en Paraguay tras la II Guerra Mundial. Por otro lado, las guerrillas formadas por paraguayos opositores y exiliados fueron derrotadas y aniquiladas a merced de una represión implacable a comienzos de los años sesenta y en la persecución de grupos como el Movimiento 14 de Mayo o el FULNA (Frente Unido de Liberación Nacional), fue esencial el papel de la policía política, los «pyragües», una policía similar a la DINA chilena, que era dirigida directamente por el dictador Stroessner.

 

Una Isla rodeada de tierra…

“que sirvió de paraíso a todo tipo de inmundicia social”. Así definió Roa Bastos a su entrañable Paraguay, dolido por las evidencias que, sabidas y comentadas en el silencio obligado al que se vio precisado el pueblo paraguayo, se hicieron públicas a la caída del tirano.

“Es imposible olvidar”, también dijo, “que la corrupción de hoy mucho le debe a la raíz del mal plantada por Stroessner en esta isla rodeada de tierra”. Pues ningún historiador puede ocultar que bajo el consentimiento irrestricto del régimen, el país se vio invadido por mafias, tanto locales como extranjeras, que lo empleaban como base de operaciones para sus transacciones comerciales, nacionales e internacionales.

Fueron muy escandalosas las noticias que mostraron cómo los ex jerarcas nazis, los narcotraficantes, los delincuentes internacionales, encontraron en Stroessner el apoyo incondicional para escapar a los tribunales internacionales, y cómo apuntaló con su beneplácito el accionar de  la mafia, el tráfico y el comercio ilegal, la falsificación a escala industrial, y el narcotráfico, permitiendo que se adueñaran y enseñorearan en todo el país.

Hasta el develamiento de los archivos secretos del régimen, y la salida a la luz pública de verdades ocultas por el aparato represivo del dictador, el pueblo paraguayo no tuvo conciencia exacta del modo en que algunos grupos de poder (creados o nacidos bajo el auspicio de la dictadura) desarrollaron emprendimientos de supuesto progreso, de planificada beneficencia, donde construir carreteras, puentes, escuelas, hospitales, y otros bienes sociales para el pueblo, se transformó en un mecanismo fraudulento que les permitía ingresar a sus cuentas personales fortunas exorbitantes deducidas del erario público, o de los prestamos que por el marcado anticomunismo de Stroessner las entidades internacionales de Occidente concedían a Paraguay.

La ciudad de Puerto Presidente Stroessner, llamada luego Ciudad del Este, se convirtió en el centro de contrabando internacional más poderoso del subcontinente, llegando a tener un movimiento comercial tan extraordinario, que igualaba al de grandes ciudades comerciales como Hong Kong o Miami. Allí se enclavaron poderosos e incontrolables grupos mafiosos, así como grandes cárteles de traficantes, conformados en su mayoría por extranjeros: chinos, árabes, o por nativos, dedicados a innumerables negocios sucios y fraudulentos, que mediante la comercialización a escala gigantesca de productos de contrabando, sin pagar franquicias, invadieron por décadas los mercados brasileños y argentinos.

Fueron billones de dólares circulantes en productos y mercaderías «permitidas» o prohibidas, como electrónicos, artículos de consumo, drogas, armas de guerra; o en acciones delictivas como el lavado de dólares, el tráfico y trata de blancas, las falsificaciones, la piratería comercial, etc. El comercio ilegal abarcó desde la falsificación industrial de artículos de conocidas marcas de relojes, equipos electrónicos, informáticos, electrodomésticos, prendas de vestir, calzados, hasta copias piratas, en cantidades gigantescas, de discos compactos musicales, informáticos, películas, vídeos, etc., cuya distribución se ramificaba a todo el cono sur del subcontinente. Y aunque resulte maquiavélico, no quedaron a la zaga los ingresos ilícitos por la comercialización de niños, en el mejor de los casos para su adopción en naciones europeas y los Estados Unidos, y en el peor, para su uso en transplantes de órganos humanos.

Todo ello, conjuntamente con la triangulación comercial «legal», y el consecuente “goteo monetario” de este gigantesco caudal de dinero, que nunca ingresó al país, pero que en cierta medida cubría la angustiante carestía laboral de Paraguay, favoreció el mejoramiento de las condiciones económicas internas, a pesar de la anarquía económica que en sí representaba.

Entre las numerosas causas pendientes ante las cuales deberá responder el hoy nonagenario Alfredo Stroessner, destaca el tráfico de armas que Paraguay, hipotéticamente, compraba para uso y empleo doméstico, y que en realidad se desvió hacia la República de Sudáfrica, a quien como consecuencia del apartheid interno se le tenía prohibido comerciar internacionalmente.  Para mantener ese status de “comerciante prioritario” Stroessner creó en torno suyo un cinturón de hierro conformado por militares comerciantes que se convirtieron en el más sólido soporte del tirano.

 

Los días de la extinción

El fin del déspota más antiguo del continente hasta entonces comenzó con las movilizaciones populares de gremios estudiantiles, obreros y campesinos en la década de los 80. Anteriormente, aunque siempre hubo conatos de movilización, fueron rápidamente acalladas con sanguinaria crueldad. Pero con la llegada de 1980 a las tierras americanas, las condiciones internacionales habían cambiado notablemente, y los EE.UU. (el eterno aliado de Stroessner) modificó su posición respecto al régimen, luego de los acontecimientos políticos ocurridos en Irán, Chile, Argentina, Tailandia y Brasil, donde los dictadores habían perdido la cordura y realizaban verdaderos genocidios contra sus pueblos, recibiendo la repulsa de los organismos internacionales y naciones del resto del mundo.

Los gremios paraguayos, cautelosamente, fueron creando centrales gremiales independientes del sistema, y lograron llegar poco a poco a las calles respaldados y protegidos por la clase eclesial. Así, entre los estudiantes, a la FUP (bajo la égida del régimen) le surgía la FEUP; entre los obreros, a la CPT (prácticamente regida por Stroessner), le surgían la CUT y la CNT; y los campesinos creaban también agrupaciones gremiales regionales, que se iban pronunciando cada vez con mayor fuerza y organización; sin dejar a un lado otro hecho fundamental: las fuerzas políticas proscritas iban organizándose, cada vez con mayor capacidad de convocatoria y activismo.

Sumado a lo anterior, otro rasgo de debilitamiento del régimen fue la fractura del Partido Colorado, evidenciada a partir de la Convención de 1987, en la cual el sector colorado tradicionalista (partidarios de Stroessner) son apartados del poder real, por lo cual pierden los beneficios y las sustanciales ventajas económicas de las cuales gozaban hasta ese momento. La fracción opositora, una vez afianzada en el poder partidista, y aprovechando la debilitada condición de salud del anciano dictador, propuso como sucesor la figura del hijo del propio Stroessner, el teniente coronel de Aviación Gustavo Adolfo Stroessner Mora, con nula capacidad política, decisión que perturbó y rompió la monolítica unidad de los altos mandos de las FF.AA., ante el peligro que significaba para la vieja oficialidad el posible ascenso a presidente de un militar aún muy joven en el escalafón, y las ventajas que representaba para la nueva jerarquía castrense ese ascenso al poder de uno de los suyos. Esta llegó a ser otra causa más que desencadenaría la caída del siniestro y obsoleto régimen.

En 1989 el general Alfredo Stroessner fue derrocado por un golpe encabezado por el general Andrés Rodríguez, iniciándose así (paradójicamente) el punto de partida de un proceso democratizador con las elecciones de ese año y la redacción de la Constitución de 1992.

 

Paraguay y Stroessner hoy

Un año después de la huida de Stroessner a Brasil, el Comité de Iglesias para Ayudas de Emergencia publicó el informe «Paraguay Nunca Más», donde se registraban numerosos casos de violación de los Derechos Humanos durante la dictadura. Tres años más tarde, fueron descubiertos los «Archivos del terror». En ellos se demuestra que en Paraguay hubo tortura, presos políticos y un sistema de control sistemático de la ciudadanía. Stroessner estaría implicado directamente en varios asesinatos según toda la documentación hallada, conocía todos los detalles de muchos crímenes, y había intercambiado comunicaciones con el jefe de investigaciones de la policía, Pastor Coronel, uno de los más sanguinarios torturadores de Paraguay. Igualmente, los archivos demuestran su participación en la Operación Cóndor, gestada por Manuel Contreras, jefe de la DINA chilena, y que organizó los asesinatos de centenares de opositores chilenos, paraguayos, argentinos y brasileños.

En julio de este 2005, el juez Arnaldo Fleitas envió un oficio al jefe de la policía, Humberto Núñez, en el que pide disponga a través de Interpol (Policía Internacional) la detención de Stroessner, de 90 años, que gobernó de facto a Paraguay por más de tres décadas, así como de su ex ministro de Interior Sabino Montanaro, refugiado en Honduras.

Entre las causas en contra de estos dos siniestros personajes, que se suman al expediente abierto desde la primera solicitud de extradición del dictador, está la querella realizada por el abogado y activista de los derechos humanos Martín Almada, premio Nobel Alternativo 2002, por la muerte de su esposa Celestina Pérez a causa de las «torturas psicológicas» que habría recibido mientras él estuvo detenido entre 1974 y 1977.

Como parte de las medidas de justicia, el juez Fleitas ordenó también el embargo de los bienes de Stroessner y Montanaro, como medida cautelar, mientras que Almada acusó a los nietos y allegados de Stroessner de «asociación ilícita para delinquir», «producción de documentos públicos con contenido falso» y «ocultamiento de bienes», pues está comprobado que ante la inminencia del embargo judicial, el ex dictador transfirió sus bienes inmuebles a los nietos, y éstos vendieron las propiedades a una empresa fantasma llamada «Sur Inmobiliaria S.A». Tiempo después, los nietos de Stroessner «sospechosamente pasaron a formar parte de Sur Inmobiliaria», aseguró.

Martín Almada dijo confiar en que el gobierno del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva intervenga para permitir el juicio de Stroessner en Paraguay, ya que su antecesor, Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) «no movió un dedo para dar curso al pedido de extradición» y «fue protector» del ex dictador por mucho tiempo.

También en julio de 2005 fue promulgada la ley que creó en Paraguay la llamada Comisión de Verdad, la cual integra Almada, que se dedicará a la investigación de las violaciones de los derechos humanos cometidas durante la larga dictadura de Stroessner.

Pese a ello, y según trabajo publicado por el periodista Alfredo Martínez del diario paraguayo Última Hora “los malos gobiernos de la transición siguen haciendo que las personas tengan una buena imagen del desempeño que tuvo el ex dictador Alfredo Stroessner como jefe de Estado”.

Explica que en una encuesta realizada por la empresa COIN para ese diario puede percibirse que los ciudadanos ponen por delante su bienestar económico y social a la hora de medir la eficiencia de las gestiones y que por esa razón el ex dictador Alfredo Stroessner encabeza las encuestas. Andrés Rodríguez está en segundo lugar. Los demás gobiernos aparecen por detrás, pero son ellos los que tuvieron que asumir las consecuencias de los malos manejos económicos durante la dictadura. En cuanto al peor gobierno, el ex presidente Luis A. González Macchi por amplio margen está como quien tuvo la peor gestión.

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