Todas las voces de Eva

Publicado por tonimedina | Publicado en Publicados anteriormente en amirvalle.com | Publicado el 12-06-2010

Ó
¿Por qué escribo, investigo y antologo la cuentística escrita por mujeres?

 

Artículo en español e inglés (a continuación del original en español), gracias a la traducción de la escritora y periodista Regina M. Anavy.

 

Mucho me han preguntado por mi interés en la narrativa escrita por mujeres. «Me gustan las mujeres», he respondido, en broma, simplemente porque me molesta que alguien vea ese interés como algo raro, como algo inusual, ya que, aunque suene cursi, la mujer es la creación más hermosa de Dios y es la fuente más fabulosa de todos los tipos de belleza que han existido sobre la tierra. ¿Por qué entonces es raro que un hombre se interese por leer lo que escriben las mujeres?

No hablo de feminismos: esas divisiones, aún cuando tengan razón para su florecimiento en estos dos siglos de luchas por la emancipación de muchas cosas, me parecen segregacionismos que no debieran existir.

La mujer escribe. Y eso es lo que importa.

Para mayor justicia, debo escribir aquí: la mujer cubana, desde que comenzó sus luchas emancipadoras, ha dejado en la cultura cubana una larguísima y fértil estela que nadie puede menospreciar; una estela, por cierto, de tanta calidad como esa otra estela (más publicitada, es cierto) que han dejado los hombres.

Quizás sea verdad que soy el único cubano que ha logrado publicar tres antologías del cuento escrito por cubanas.

Todavía recuerdo el asombro de algunas escritoras (y algunas trampillas, justo es decirlo: «¿un hombre haciendo antologías de mujeres?», cuestionaban) cuando la editorial Letras Cubanas publicó en 1999 El ojo de la noche. Nuevas Cuentistas cubanas, un proyecto donde presenté al lector cubano veintiséis autoras, de las cuales solamente eran conocidas cinco y que recordaba la existencia de narradoras totalmente apartadas pero de calidad en las provincias del resto del país (obviadas, hasta esa fecha, con la excepción de la narradora Aida Bahr, de todas las antologías realizadas en Cuba).

Luego aparecerían Caminos de Eva: Voces desde la isla, publicada en el 2002 por la editorial puertorriqueña Plaza Mayor, como parte de un proyecto de la Colección Cultura Cubana, que propone recoger la creación de cuentistas cubanas residentes en la isla (el ya publicado) y de residentes en otros países del mundo, en este último caso actualmente en preparación bajo el título: Caminos de Eva: Voces más allá del mar.

También ese año, por la colección Mariposa (dedicada a la escritura de la mujer y sobre la mujer), en la editorial Oriente, apareció Té con limón. Cuentos eróticos, donde me propuse ahondar en la mirada que sobre el erotismo proyectaba la cuentística escrita por la mujer cubana.

Se trata, entonces, de honrar a quien honra merece, y por ello, a quienes me han preguntado al respecto, contesto con otra pregunta: ¿es un pecado que un escritor se interese en promover la obra de sus colegas?, ¿por qué nadie me ha preguntado cuál es mi interés por la obra de mis coterráneos (nótese la marca de género: masculino) que he reflejado en varias antologías del cuento cubano, donde (también) incluyo a las más destacadas escritoras?

Como narrador, mi respuesta podría ser: «porque hago con ellas lo que otros, en mis inicios, hicieron conmigo: abrirme espacios».

Como crítico, podría responder: «porque hoy el discurso de la escritura hecha por mujeres en la narrativa cubana es de una diversidad estética y estilística en realidad alucinante».

Honor a quien honor merece, repito, y ellas se han ganado ese espacio.

Me opongo, además, a las exclusiones realizadas por diversos críticos, estudiosos y escritores de todas las orillas del asunto «Cultura Cubana», especialmente cuando he ido comprobando que dichas exclusiones responden a motivos extraliterarios, a rabias personales incluso, todo (motivos y rabias) bañados por las pútridas aguas de las discusiones políticas que empañan la unidad necesaria de todos los cubanos en el derecho que como tales tienen en el discurso sobre la salvación del país.

De ese modo, lo confieso, tanto derecho tiene de ser escuchada la narrativa solidísima de Aida Bahr como la obra de Zoé Valdés (aún cuando siga creyendo que lo mejor de todo lo escrito por ella es Sangre azul); tanto derecho a existir y a ser valorada por la crítica literaria tiene la novelística de Marta Rojas (defensora absoluta del actual gobierno) como la novela de Yanitzia Cannetti Al otro lado, donde se hurga en muchos aspectos sucios de la sociedad cubana del siglo XX bajo el mismo gobierno; tanto derecho a existir y ser analizadas tienen las novelas de Ena Lucía Portela, afincadas en la más absurda y cruda realidad cubana actual, como la novela La viajera, de Karla Suárez, en mi humilde opinión la más sólida creación literaria sobre un asunto tan espinoso como el exilio cubano.

La diversidad temática de la actual narrativa cubana escrita por mujeres (y nótese que en ningún caso hablo de «narrativa femenina») es el resultado de la creación de más de dos centenas de narradoras que escriben desde la isla o desde los países donde viven el exilio (o donde viven, simplemente, pues también hay muchas otras razones para el éxodo).

Muchos años han pasado desde que comenzó la explosión de esta narrativa, aunque la mayoría de los críticos suelen ofrecer fechas coincidentes en el estallido cultural que para América Latina significó la entonces triunfante Revolución Cubana.

De allá hasta hoy hay una vastísima producción y, por suerte, esa producción fue acogida (sabemos que no en toda su dimensión) por el universo editorial de los entornos geográficos donde han residido sus autoras, ya que a las grandes transnacionales del libro sólo han accedido unas pocas. Por suerte, la crítica se ha ocupado de ellas (aunque también no todo lo que merecen), y ahí están los trabajos de Madeline Cámara, Eliana Rivero, Ruth Behar, Nara Araujo, Lourdes Gil, Tania Pérez Cano, Zayda Capote, Luisa Campuzano, Susana Montero y Mayra Hernández, por sólo mencionar las que vienen a mi mente en un primer y leve esfuerzo.

Están las obras. Muchas obras. De mucha calidad. Y mencionaré solamente algunas de las que he tenido conocimiento porque las he leído o porque algo de ellas he leído. Las coloco sin orden de prioridad ni preferencia. Pero una simple ojeada bastará para que los conocidos del tema noten que quien analice esas obras podrá obtener un solo resultado esencial: la fortaleza de la narrativa cubana escrita por mujeres en todos los sitios del universo donde habitan su propia y muy íntima Isla.

Achy Obejas – Memory Mambo

María Elena Llana, toda la cuentística

Sonia Rivera-Valdés – Historias prohibidas de Marta Veneranda

Mirta Yánez, toda la cuentística

Mireya Robles – Una mujer y otras cuatro

Esther Díaz Llanillo – Cuentos antes y después del sueño

Uva de Aragon – Memoria del silencio

Aida Bahr – Las voces y los ecos

Claribel Terré – Cubana confesión

Marilyn Bobes – Alguien tiene que llorar

Rita Martín – Sin perro y sin Penélope

Adelaida Fernández de Juan – Oh, vida

Teresa Dovalpage – Las posesas de La Habana

Gina Picart Baluja – Malevolgia

Yanitzia Canetti – Al otro lado

Anna Lidia vega Serova – Noche de ronda

Cristina García – Dreaming in Cuban

Mylene Fernández Pintado – Anhedonia

Ana Menéndez – In Cuba I was a German Shepherd

Ena Lucía Portela – El pájaro: pincel y tinta china

Beatriz Rivera – Playing with Light

Oneyda González – Las cinco y una noche (Tomo de las ingenuidades)

Andrea O. Herrera – The Pearl of the Antilles

Lourdes González Herrero – Papeles de un naufragio

Marcia Morgado – Memorias eróticas de una cubanoamericana

Ana Luz García Calzada – Video, graffiti y otros tatuajes

Daína Chaviano – El hombre, la hembra y el hambre

Elvira Rodríguez – Estrategias de una mujer madura

Zoé Valdés – Sangre azul

Nancy Alonso – Tirar la primera piedra

Himilce Novás – Mangos, Bananas and Coconuts.

Mayra Montero – Como un mensajero tuyo

Marlene García – A solas con Casandra

Carolina García Aguilera – Bloody Secrets(y su serie de novelas negras)

Karla Suárez – La viajera

Rebeca Murga – Historias al margen

La obra toda de Hilda Perera

Marta Rojas – Santa Lujuria

O los cuentos de Nivaria Tejera, Odette Alonso, Lucy Araújo, Rosa Ileana Boudet, Diana Fernández, Souleen Del’Amico, Rosa Elvira Peláez, María Liliana Celorrio, Margarita Fazzolari, Felicia Hernández Lorenzo, Maya Islas, Laylí Pérez Negrín, Nidia Fajardo Ledea, Gleyvis Coro, Zoelia Frómeta, Agnieska Hernández, Yamilet García Zamora, Katia Gutiérrez, Lidia Señarís Cejas, Yania Suárez, Midiala Rosales, Yordanka Almaguer, Jacqueline Herranz-Brook, Olga Lidia Pérez Rodríguez, Khaterine E. González, Elvira Van Brakle, Milena Rodríguez Gutiérrez, y Lourdes de Armas, por sólo mencionar a las que he leído.

O la literatura infantil escrita por Ivette Vian, Enid Vian, Nersys Felipe, Exilia Saldaña, Julia Calzadilla, Susana Haug, todas en Cuba, pues no he tenido acceso a obras de ese género escritas por cubanas en otras latitudes.

Pero si no bastara, ahí quedan, como monumentos literarios, la obra de nuestros clásicos más recientes: Lydia Cabrera, Dulce María Loynaz, Dora Alonso, Reneé Méndez Capote, Fina García Marruz.

Todo un mundo de tentaciones para que cualquier escritor se acerque a la producción cuentística y novelística de generaciones y generaciones de narradoras cubanas.

Todo un mundo de tentaciones para que, si alguien se atreve a cuestionar ese interés, uno responda: «desconocer la obra de esas mujeres que hoy fabulan todas las variantes de su Isla, desde muchos sitios de esa propia Isla y desde otros sitios del mundo, es una estupidez que ningún intelectual que se respete puede permitirse».

 

 

ALL THE VOICES OF EVE
Or
Why I write, research and compile Stories written by women


Translated by Regina M. Anavy

Many people have asked me about my interest in the written work of women. “I like women,” I have answered, joking, simply because it bothers me that someone sees this interest as something odd, something unusual, since, although it sounds affected, women are the most beautiful thing God has created and the most fabulous source of all types of beauty that have existed on earth. Why then is it strange that a man might be interested in reading what women write?

I am not speaking about feminists: these dividers, even when they are right to blossom in these last two centuries of struggle for emancipation, seem to me to be in favor of a segregation that should not exist.

Women write. And that is what is important.

To be fair, I should say here that the Cuban woman, since her emancipation struggle began, has left Cuban culture a long and fertile track that no one can disparage; a track, of course, with as much quality as that other track (more publicized, it is true) that men have left.

Perhaps it is true that I am the only Cuban man who has managed to publish three anthologies of stories written by Cuban women.

I still remember the amazement of some women writers (and some doubters, it is fair to say: “A man is doing an anthology of women”? they would ask) when the publisher Cuban Letters published in 1999 El ojo de la noche. Nuevas Cuentistas cubanas [The Eye of Night. New Short Stories by Cuban Women], a project where I presented to the Cuban reader twenty-six authors, of whom only five were known, which suggested the existence of writers who were totally remote but of value in the provinces of the rest of the country (forgotten until that date, with the exception of the writer Aida Bahr, from all the anthologies compiled in Cuba).

Later would appear Caminos de Eva: Voces desde la isla [The Paths of Eve: Voices from the Island], published in 2002 by the Puerto Rican publisher Plaza Mayor, as part of a project of the Cuban Culture Collection, which proposed bringing together the creations of Cuban women writers living on the island (already published) and in other countries in the world, in this last case actually in preparation under the title: Caminos de Eva: Voces más allá del mar [The Paths of Eve: Voices Beyond the Sea].

Also that year, for the Mariposa collection (dedicated to writing by and about women), from the publisher Oriente, appeared Té con limón. Cuentos eróticos [Tea with Lemon. Erotic Stories], where I proposed to intensify the glance at eroticism projected in short stories by Cuban women.

It’s a case then of honoring those who deserve honor, and for that reason, to those who have asked me about my interest, I answer with another question: Is it a sin for a writer to be interested in promoting the work of his colleagues? Why has no one asked me what my interest is in the work of my contemporary writers (with the assumption of the masculine gender), reflected in the various anthologies of Cuban short stories, where (also) I include the most outstanding women writers?

As a writer, my response would be: “Because I am doing for them what others, when I started, did for me: open doors.”

As a critic, I could respond: “Because today the discussion about literature created by Cuban women is about a diversity of aesthetics and styles that is really hallucinatory.”
Honor to those who deserve honor, I repeat, and these women have earned that distinction.

I wonder, moreover, about the exclusions perpetrated by diverse critics, scholars and writers on all edges of “Cuban Culture,” especially when I have seen proof that the aforementioned exclusions reveal extra-literary motives, even personal rages (motives and rages) bathed by the putrid waters of the political discussions that tarnish the unity needed by all Cubans on their right to have a conversation about the salvation of the country.

In that way, I confess, the very solid literature of Aida Bahr has as much right to be heard as the work of Zoé Valdés (even when I continue believing that the best of all written by her is Sangre Azul the fiction of Marta Rojas (absolute defender of the current government) has as much right to exist and be valued by the literary critic as the novel of Yanitzia Cannetti Al otro lado which pokes into many dirty aspects of Cuban society in the twentieth century under the same government; the novels of Ena Lucía Portela, tenacious in showing the most absurd and crudest, present-day, Cuban reality, have as much right to exist and be analyzed as the novel La viajera of Karla Suárez, in my humble opinion the most solid literary creation about such a prickly subject as Cuban exile.

The thematic diversity of current Cuban literature written by women (and note that in no case am I talking about “feminine literature”) is the result of the creation of more than two hundred writers who write from the island or from the countries where they live in exile (or where they live, simply, since there are also many other reasons for the exodus).

Many years have passed since the explosion of this literature began, although most critics like to offer dates coinciding with the cultural outbreak that the then-triumphant Cuban Revolution meant for Latin America.

From that time until today there has been a very vast production and, luckily, that production was welcomed (we know not in all its dimension) by the publishing universe of the geographic environments where the authors have resided, although only a few have gained access to the great multinational community of books. Luckily, criticism has been occupied with them (although, also, not all who deserve it), and here we find the works of Madeline Cámara, Eliana Rivero, Ruth Behar, Nara Araujo, Lourdes Gil, Tania Pérez Cano, Zayda Capote, Luisa Campuzana, Susana Montero and Mayra Hernández, to mention only those who come to mind in a first, brief effort.

There are works. Many works. Of high quality. And I shall mention only some of those whom I have enjoyed knowing because I have read them or because I have read something about them. I arrange them without order of priority or preference. But a simple glance at the subject will be enough to know that whoever analyzes these works would obtain a single essential result: the force of Cuban literature written by women in all the places of the universe where they live on their own, very intimate island.

Achy Obejas – Memory Mambo

María Elena Llana, toda la cuentística

Sonia Rivera-Valdés – Historias prohibidas de Marta Veneranda

Mirta Yánez, toda la cuentística

Mireya Robles – Una mujer y otras cuatro

Esther Díaz Llanillo – Cuentos antes y después del sueño

Uva de Aragon – Memoria del silencio

Aida Bahr – Las voces y los ecos

Claribel Terré – Cubana confesión

Marilyn Bobes – Alguien tiene que llorar

Rita Martín – Sin perro y sin Penélope

Adelaida Fernández de Juan – Oh, vida

Teresa Dovalpage – Las posesas de La Habana

Gina Picart Baluja – Malevolgia

Yanitzia Canetti – Al otro lado

Anna Lidia vega Serova – Noche de ronda

Cristina García – Dreaming in Cuban

Mylene Fernández Pintado – Anhedonia

Ana Menéndez – In Cuba I was a German Shepherd

Ena Lucía Portela – El pájaro: pincel y tinta china

Beatriz Rivera – Playing with Light

Oneyda González – Las cinco y una noche (Tomo de las ingenuidades)

Andrea O. Herrera – The Pearl of the Antilles

Lourdes González Herrero – Papeles de un naufragio

Marcia Morgado – Memorias eróticas de una cubanoamericana

Ana Luz García Calzada – Video, graffiti y otros tatuajes

Daína Chaviano – El hombre, la hembra y el hambre

Elvira Rodríguez – Estrategias de una mujer madura

Zoé Valdés – Sangre azul

Nancy Alonso – Tirar la primera piedra

Himilce Novás – Mangos, Bananas and Coconuts.

Mayra Montero – Como un mensajero tuyo

Marlene García – A solas con Casandra

Carolina García Aguilera – Bloody Secrets(y su serie de novelas negras)

Karla Suárez – La viajera

Rebeca Murga – Historias al margen

La obra toda de Hilda Perera

Marta Rojas – Santa Lujuria

Or the stories of Nivaria Tejera, Odette Alonso, Lucy Araújo, Rosa Ileana Boudet, Diana Fernández, Souleen del’Amico, Rosa Elvira Peláez, María Liliana Celorrio, Margarita Fazzolari, Felicia Hernández Lorenzo, Maya Islas, Laylí Pérez Negrín, Nidia Fajardo Ledea, Gleyvis Coro, Zoelia Frómeta, Agnieska Hernández, Yamilet García Zamora, Katia Gutiérrez, Lidia Señaris Cejas, Yania Suárez, Midiala Rosales, Yordanka Almaguer, Jacqueline Herranz-Brook, Olga Lidia Pérez Rodríguez, Khaterine E. González, Elvira Van Brakie, Milena Rodríguez Gutiérrez y Lourdes de Armas, to mention only those I have read.

Or the children’s literature written by Ivette Vian, Enid Vian, Nersys Felipe, Exilia Saldaña, Julia Calzadilla and Susana Haug – all in Cuba, since I have not had access to work of this kind written by Cuban women in other latitudes.

But if that is not enough, there still remains, as literary monuments, the work of our most recent classics: Lydia Cabrera, Dulce María Lynaz, Dora Alonso, Reneé Méndez Capote and Fina García Marruz.

A whole world of temptations for any writer who approaches the stories and novels produced by generations and generations of Cuban women writers.

A whole world of temptations, so if anyone dares to question my interest I respond: “To disown the work of these women, who today come in all combinations on their island, from many areas of that same island and from other places in the world, is a stupidity that no intellectual who has any self-respect can afford.”

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