De palabras y de muertos

Radiografía mundial.com. Estados Unidos, 6 de febrero de 2008

Por Armando de Armas

Durante su viaje a California.

Durante su viaje a California.

Miami (RM) – Nuestro director general, Armando de Armas, entrevistó recientemente en exclusiva para Radiografía Mundial al escritor cubano exiliado en Alemania, Amir Valle, con motivo de la publicación de su exitosa novela Las palabras y los muertos, Premio Internacional Mario Vargas Llosa de la Universidad de Murcia, 2006, una narración donde se desnuda eficazmente la figura del dictador cubano Fidel Castro. Conozca además, en primicia, lo comentado por Vargas Llosa sobre esta increíble novela comprometida con su tiempo.

Las palabras y los muertos, Premio Internacional Mario Vargas Llosa, Universidad de Murcia, 2006, calificaría dentro de la novelística del dictador. Una novelística que parecía agotada en Latinoamérica, que es donde el subgénero había prosperado significativamente con obras señeras como El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez, El recurso del método, de Alejo Carpentier, Yo, el Supremo, de Augusto Roa Bastos y El Gran Burundún Burundá ha muerto, de Jorge Zalamea. Agotada no sólo por la excelencia abarcadora de los robustos cuerpos narrativos mencionados, sino también por la época presente, una donde no habría cabida para los grandes dictadores del pasado. Pero hete aquí que en una ínsula nombrada Cuba ha reinado por medio siglo el decano de todos los dictadores, uno que habría eficazmente sumado a su figura las dotes del caudillaje convencional y las dotes del tirano moderno; ese hijo del racionalismo en sus manifestaciones nazi o marxista. Y hete aquí que ese engendro entre el atavismo y el cientificismo, esa cosa excepcional en nuestros predios hemisféricos, no había sido aún novelado. Justo eso es lo que hace Amir Valle con Las palabras y los muertos: narrar esa excepcionalidad, la excepcionalidad y su entorno.

Mario Vargas Llosa, que sabe de lo que habla, ha dicho de esta obra, en carta del 27 de noviembre de 2007 dirigida a Amir Valle: «La novela es excelente y me siento honradísimo por tu generosa dedicatoria. Como sabes de sobra, todo lo que toca a Cuba me afecta de manera muy especial. Mucho temía que, al escribir sobre un tema que te toca tan de cerca, tu novela fuera un ensayo político disfrazado de ficción. Afortunadamente, no es nada de eso. La historia interesa por sí misma y de ella transpira, como en las mejores novelas comprometidas, una visión crítica que es ética y cultural antes que política. Se lee con interés, expectativa y, por momentos, con un humor que descarga la insoportable y opresiva tensión».

Con motivo de la publicación de Las palabras y los muertos, Radiografía Mundial brinda en exclusiva a sus lectores esta entrevista con el escritor cubano Amir Valle, quien cuenta en su haber con una extensa obra de índole crítica, ensayística, periodística y narrativa; labor que por otra parte le ha sido reconocida con varios premios literarios a nivel internacional. Desde el frío de Berlín, donde vive exiliado, estas fueron sus respuestas:

 

RM. ¿Cómo logró el distanciamiento necesario para construir un personaje de la índole de Facundo? Alguien que por una parte es francamente detestable por su sometimiento perruno al dictador y que, por la otra, es en sí mismo la denuncia más eficaz en contra del dictador?

AV. Facundo es, en la pura realidad, un ser detestable a quien, por razones familiares, conozco. Desde niño me chocó ver cómo le hizo ver a su familia que su vida estaba destinada a la fidelidad hacia un hombre: Fidel Castro, y puedo decirte que si algo no me satisface de la novela es que me vi obligado a dejar fuera las miles de porquerías que este hombre le hizo a su mujer y a sus hijos por ser fiel al que, también en la realidad, consideró un ser con poderes divinos. Es decir, no hay mérito en ese distanciamiento. Sería mejor decir que es la novela en la cual me desquito de muchas cosas que seres humanos como Facundo nos hicieron a varias generaciones de cubanos, por la estúpida ceguera con la cual han seguido a un manipulador como Fidel Castro. Fíjate que la novela, en su primera versión, se llamó Elogio de la estupidez. Pero sí, como bien dices, descubrí mientras escribía que simplemente contar esa ceguera se convertía en un arma poderosa para desnudar esa lepra ilusoria que Fidel Castro todavía sigue trasmitiendo a unos cuantos ingenuos de este mundo.

 

RM. ¿En algún momento no llegó a sentir temor de que el lector, espantado, dejase de leer la novela (me refiero, claro está, sobre todo al lector-víctima de la dictadura, al cubano en la isla o en el exilio) al creerla complaciente con la figura del dictador, antes de llegar al punto de la narración en que pudiera percatarse de que la vida misma de Facundo, su pequeño mundo interior basado en la adoración del amo, es hasta el presente la más formidable estocada literaria dada a la imagen que cuidadosamente Castro se había construido, invirtiendo cuantiosos recursos en una eficaz maquinaria intelectual-propagandística, para pasar a la posteridad como patriota impoluto frente al imperio en un país de putos?

AV. Me llama la atención que utilices esa frase: «país de putos», pues en varias de las anécdotas que recogí para hacer esta novela esa frase se repetía en muchas variantes, siempre dicha por Fidel Castro: «país de flojos», «tierra de blandengues», «país de demócratas de pacotilla», «pueblo de ovejas», y la más reciente: «país de putas letradas». Si te fijas, es curioso cómo la gente del pueblo conserva esas historias que muestran a un Fidel Castro distinto a ése que se para en las tribunas a hablar demagógicamente de un «pueblo heroico», «digno», del cual él mismo se ha burlado todo este tiempo. Por eso, te confieso, no sentí temor: tú eres escritor y sabes bien que a veces uno siente una voz que te va guiando, que te va diciendo que sigas escribiendo, incluso cuando tú no estás de acuerdo con el rumbo que toman las cosas. Debo decirte que esta es una de las novelas que más inconforme me han dejado. No me gusta. Pero casualmente, hace unos años, descubrí que los cuentos y las novelas que a mí no me gustaban eran las que más resonancia tenían a nivel literario. Por eso, a pesar del riesgo, siempre me dije que lo importante era terminar la novela. Y fíjate que la primera versión la terminé en agosto del 2004, y la segunda y definitiva, en octubre del 2005, y la entregamos a la editorial Seix Barral un año antes de que Fidel Castro cediera el poder. Mucho de lo que hoy está sucediendo ya estaba en la novela. El mérito no es mío: yo recogí esas historias de la gente de mi país. La conclusión que saco: el pueblo siempre sabe lo que está sucediendo y puede incluso adivinar el futuro, pero por alguna extraña razón histórica prefiere no utilizar esa maravillosa intuición.

 

RM. ¿Alguna vez tuvo a Castro cerca? ¿Qué impresión le causó?

AV. Han sido unas cuantas las ocasiones en que he tenido a Fidel Castro cerca por mi propia vida en Cuba: como periodista, al graduarme, fui a Cienfuegos a atender directamente los dos objetivos básicos de la Revolución en esos años, que eran la Refinería ésa que ahora inauguro? Chávez y la Central Electronuclear de Juraguá. Luego pasé a trabajar a Cubanacán, una corporación que mucha razón tienen quienes dicen que debe ser de Fidel Castro porque yo le vi tomar decisiones con esa empresa como si estuviera dirigiendo su finca. Luego, otros muchos debido a relaciones que hice en esos lugares, a un noviazgo que tuve con la hija de cierto general, en fin… En estos días ha salido en algunos periódicos una de esas ocasiones: la reunión que tuvimos los estudiantes de Periodismo con él en el Consejo de Estado.

Sobre la impresión, no se puede mentir: uno primero se acerca a él ya con la mente envenenada por esos cuentos que te han hecho desde niño de que se trata de un ser sobrenatural. En mi familia se le conoce a Fidel Castro desde que era niño porque los Valle eran una familia muy respetada por sus valores de defensa de los pobres en tierras de Mayarí, Guaro, Birán, y tengo familiares que jugaban con los Castro (Ramón, Fidel y Raúl) cuando eran muchachitos. Eso te crea una ceguera. Pero yo me hice periodista y quería decir cosas. De modo que cuando empecé a chocar con la censura, acudí inocentemente a todos los lugares establecidos para defender mis derechos y fui notando que todos los hilos de la censura nacían de la mismísima oficina de Fidel Castro. Los que hemos hecho periodismo en Cuba (formando parte de eso que Fidel Castro llamó «Ejército Ideológico de la Revolución»), y muchos intelectuales, sabemos que él ha sido siempre el gran censor, y por eso me resulta ofensivamente criminal que en los últimos tiempos muchos periodistas e intelectuales estén intentando culpar a simples segundones de algo que saben perfectamente fue generado en las más altas oficinas.

Finalmente, lo he dicho: Fidel Castro es uno de los hombres más satánicamente inteligentes que conozco, y ha utilizado esa inteligencia para cumplir todos sus sueños. Fíjate si es así que ahora, cuando el poder se le va de las manos por razones biológicas inevitables, su estrategia ha variado: ahora dice que su aferramiento al poder fue un error de juventud y que ya no se aferra al poder. Lo curioso es ver como muchos, en todas las orillas del asunto cubano, se están tragando ese cuento, para no hablar de la estupidez de la izquierda que está cantando aleluyas porque el «Gran Líder derrota nuevamente a los enemigos del socialismo demostrando que no se aferra al poder», como si el resto de la humanidad no se diera cuenta de algo: Fidel Castro ha dejado el poder porque no le queda otro remedio.

 

RM. En los predios literarios he oído una curiosa teoría conspirativa según la cual la amistad a prueba de paredones del escritor colombiano Gabriel García Márquez con el tirano cubano Fidel Castro no sería más que una estratagema del primero para un día poder escribir la gran novela en contra del segundo. De haber existido esa oculta e improbable vocación anticastrista del escritor de Cien años de soledad me temo que ya sería tarde para escribir esa gran novela; tarde, por dos razones, quiero decir por dos libros: Memorias de mis putas tristes y Las palabras y los muertos. Un libro como el primero denotaría que García Márquez está agotado como escritor. Un libro como el segundo denotaría que Ud. se le adelantó. Modestia aparte, esa molestia, qué piensa al respecto.

AV. Empiezo diciendo dos cosas: admiro al inmenso escritor que es García Márquez y respeto su amistad con Fidel Castro. Conozco a muchos de los amigos de García Márquez y estoy convencido de que su amistad con Fidel es real, sincera. Lo triste de todo es que el modelo de fidelidad que ellos representan no sea respetado por el propio gobierno cubano. Tú y yo, por ejemplo, podemos estar en ideologías distintas y ser amigos. Pero uno de los grandes objetos de manipulación de la Revolución (y del socialismo mundial, por extensión) ha sido ese: convertir en enemigo al que piensa distinto. Yo mismo tengo amigos con los cuales hemos decidido no hablar ni una palabra de política para no herirnos. Creo que lo importante son los valores humanos de una persona y conozco excelentes personas en la más rancia derecha (que supuestamente debe ser lo más retrógrado humanamente hablando), del mismo modo que conozco seres humanos podridos hasta los huesos que militan en la izquierda. Por eso admiro la fidelidad con la cual García Márquez ha defendido su amistad con Fidel Castro.

También pienso que hace ya muchos años García Márquez es un escritor agotado y ojalá decida dejar de escribir porque nadie puede negar que varias de sus últimas obras sean realmente obras menores en todos los sentidos. Siempre estará ahí la majestuosidad de Cien años de soledad, El coronel no tiene quien le escriba, Crónica de una muerte anunciada y gran parte de su excelente periodismo. Y como creo que ya lo único que le queda es seguir escribiendo sus memorias (siempre y cuando se la editen bien), pienso que no podrá escribir esa gran novela que, como dices, muchos pensaron él estaba buscando escribir sobre la vida de Fidel Castro. Pero hay un detalle que no debes olvidar: esa novela no será la gran novela porque estará viciada con su visión cómplice de Fidel Castro. Fíjate que Las palabras y los muertos no es MI NOVELA, es una novela que yo, como simple amanuense, armé, a partir de lo que piensa mucha gente en el pueblo. Estoy seguro de que si yo hubiera escrito MI NOVELA sobre Fidel, entonces la novela no habría tenido tanto impacto.

 

RM. Absolutamente de acuerdo en que lo más importante son los valores humanos de una persona, que pudiera no ser relevante como piense una persona; pero el problema de Castro no serían sus pensamientos, sino sus acciones. Entonces la pregunta es: qué valores humanos encontraría García Márquez en Castro para hacerlo su amigo, y ya que decidió ser su amigo (entiendo el extremo en que se pueda ser amigo de un mafioso y mantener la propia decencia, inclusive, la inocencia), por qué también de su obra, por qué lavar la cara sucia de su obra ante el mundo que es lo que al final ha hecho y cuenta de esa relación, ¿no hay ahí algo moralmente malsano, más tratándose de alguien de quien se esperaría una conciencia cívica, por decir lo menos?

AV. Me alegra que hagas esa acotación porque es imprescindible para no dejar trunca mi idea. El hecho de que yo respete esa fidelidad, como concepto de fidelidad casi modélico entre dos hombres de personalidades tan complejas y polémicas, no significa que apoye lo que El Escritor ha hecho al defender su amistad con El Estadista. Yo separo bien las cosas: en tanto seres humanos las personas pueden tener este tipo de relación, especialmente porque, además de cualquier otro interés, sabemos que en la amistad priman ciertos sentimientos que la mayoría de las veces son irracionales, no podemos controlarlos. Y desde esa perspectiva humanista puedo entender que dos personas que piensen totalmente distinto puedan sentir un verdadero afecto humano entre ellas. Pero, como bien dices, otra cosa es confundir la relación personal, íntima, entre dos seres humanos con la relación que deben tener como seres sociales, como entes vivos de una sociedad, especialmente cuando se trata de dos personas con tan alto nivel de influencia en el mundo actual. Eso es lo que ha pasado en la relación García Márquez – Fidel Castro, y basta conocer bien la personalidad manipuladora de Fidel Castro para saber que eso iba a ocurrir en cualquier momento: el escritor perdió su independencia como ser humano y se convirtió en una más de las tantas armas de manipulación con las que cuenta el político. Pienso que García Márquez ha sido manipulado vergonzosamente por Fidel Castro, que ha hecho lo que hace casi todo político cuando se acerca a un intelectual: desprestigiarlo, pues los valores humanistas, sociales y sueños que defiende el Premio Nobel 1982 en su discurso y su obra literaria y periodística han perdido el brillo de la verdad al defender la carrera política de un hombre que lleva ya cincuenta años atacando esos valores humanistas, esos valores sociales y esos sueños aprovechando el falso discurso de que los quiere para el resto de la humanidad (¡ah, nadie sabe cuánto daño social ha hecho ese tan anhelado «mundo mejor»!) mientras se los arrebata con métodos totalitarios, y muchas veces fascistas, a su propio pueblo.

He leído varios libros donde se habla de esa amistad, y la mayoría (que son gente de muy alto nivel intelectual que está o estuvo muy cerca de García Márquez y de Fidel Castro) coincide en que el escritor ha tenido lo que se merece: el descrédito, el desprestigio ante esa inmensa parte de la intelectualidad mundial que ya se cansó de defender un sueño que el propio Fidel Castro traicionó (según ellos, porque yo pienso que él jamás creyó en ese sueño). Y dicen que García Márquez tiene lo que se merece porque se acercó a Fidel Castro por la misma razón que se ha acercado a otros grandes estadistas: porque es un hombre que le gusta estar cerca del poder, respirar el poder.

Lo que García Márquez olvidó (o a lo mejor lo tuvo presente pero estuvo dispuesto a correr el riesgo, sin importar las consecuencias) es esa frase que todos sabemos muy cierta: el poder corrompe y el poder absoluto (léase aquí: Fidel Castro) corrompe absolutamente.

 

RM. ¿Qué se propone como escritor para este 2008 que recién se estrena? ¿Qué sitio prefiere para escribir: un bar o una biblioteca?

AV. Estoy terminando una novela que transcurre en los días del Caso Padilla y en los primeros años de este siglo XXI en La Habana. Se llama Los oscuros silencios y los protagonistas somos todos nosotros: los intelectuales cubanos. Es una novela sobre los miedos que nos mantienen atados. Y para escribir ya me he acostumbrado a todo; por ejemplo, a que mientras yo ande metido en los terribles años 70 de nuestro país, mi hijo venga vestido de Darth Vader a preguntarme porqué la espada láser que le compré no suena como esa que usa el malo en Starwars.

 

RM. Por último, la inevitable pregunta política, quiero decir directamente política: Piense en unas futuras, libres e hipotéticas elecciones presidenciales en la isla con dos candidatos en la recta final. En la plataforma de uno destaca que aboga por la legalización del matrimonio entre homosexuales, mientras que en la plataforma del otro destaca que aboga por la legalización de la poligamia. ¿A cuál de los dos beneficiaría con su voto, persuadido, además, de que la abstención es casi un crimen para la salud de una joven democracia?

AV. No voy a ser de los que se abstengan jamás. Creo que vienen tiempos en los cuales los cubanos podremos hacer valer el valor de nuestro voto, real, sin manipulación. Y ante esos dos candidatos te digo que votaría por el que más condiciones crea tiene para sacar a mi país del pantano en que lo han dejado estos 50 años de supuesta Revolución. Creo que hasta los homosexuales (a pesar de que estoy de acuerdo con su derecho a luchar por ese tipo de reivindicaciones) son conscientes de que Cuba necesita priorizar otras cosas pues se ha caído tan bajo que será necesario el esfuerzo de todos, sea cual sea su tendencia sexual, su credo religioso o su definición política. Lo primero que deberán demostrarme esos dos candidatos para que yo vote por uno de ellos es que tienen un programa fuerte y justo para salvar a la nación del caos en que hoy vive. Yo soy cristiano, pentecostal, y ni siquiera votaría por uno de ellos aún cuando fuera de mi misma congregación si no me convence de que su opción es la mejor para los cubanos. Dios, y la simple cordura humanística, nos exige salvar primero a la nación, rescatar el país, darle a la isla el lugar de dignidad que ha perdido bajo este socialismo fracasado que nos ha sido impuesto.