“Habana Babilonia”, testimonios de la gran catástrofe de la nación cubana

Horizontum.con, México, 16 de febrero de 2017

Por Roger Vilar

 

amir-valleConocí a Amir Valle cuando ambos ni siquiera llegábamos a la categoría de “jóvenes”, éramos un par de adolescentes que escribían cuentos con la suficiente destreza para que autores más adultos repararan en nosotros. Fue en el Castillo del Morro que está en la bahía de Santiago de Cuba. Siempre me gusta evocar que por esos mismos mares, que se veían a través de las almenas artilladas de la fortaleza, partieron los navíos de Hernán Cortés rumbo a la conquista de México. Pero en el momento del encuentro, el conquistador extremeño era un lejano recuerdo, y no se habló de él, sino de literatura. El grupo de jóvenes y adolescentes allí reunidos, leímos cuentos, los comentamos y los debatimos. Ni siquiera recuerdo qué leí yo; mucho menos lo que leyeron los otros. Luego hubo otros encuentros con Amir, otros textos compartidos. Me fui de Cuba en 1993 y pasaron largos años sin saber nada de Valle. Fueron las redes sociales las que nos acercaron nuevamente y dieron continuidad a la amistad. Producto de esto fue que tuve noticia de su libro Habana Babilonia, que aborda la prostitución epidémica, desbordada en la Cuba de los años noventa (la cual sigue casi igual, sino más extendida el día de hoy). Leí el libro, me pareció imponente y desgarrador a la vez.

 

habana-babilonia-espanolSobre Habana Babilonia es esta entrevista.

Habana Babilonia es un libro que por momentos me pareció una non fiction novel, o un largo reportaje. ¿Cómo la catalogarías tú?

Amir Valle (AV): Fue un experimento. Soy de los que piensan que hace ya muchos años la literatura abandonó las fronteras entre los géneros. Y aunque todo el material que incluí en ese libro está grabado en audio o video, o existen los documentos que demuestran su veracidad, en algunos casos pensé que acudir al modo tradicional del testimonio, la entrevista o el análisis histórico le haría perder fuerza al mensaje, así que también acudí a darle cuerpo de historia novelada a lo que era una simple anécdota. En el 2006 esa obra ganó el Premio Internacional Rodolfo Walsh al mejor libro de no ficción publicado en lengua española. Quizás esa sea la clasificación más amplia: No Ficción.

 

En el momento en que escribes ese libro, la década del noventa, el llamado “hombre/mujer nuevo” ya había nacido, pues es evidente que las personas que entrevistas nacieron después de 1959. Descríbeme como es verdaderamente “ese hombre nuevo” que creó el castrismo, en contraste con el que pudo imaginar Ernesto Guevara o el propio Fidel Castro en la década de los sesenta.

El Hombre Nuevo que ellos querían nunca se logró porque, trasladándonos de la sociología a la genética, era algo así como si los genetistas de hoy quisieran clonar un ser humano perfecto utilizando los instrumentos alquímicos del medievo. Por desgracia, el único hombre nuevo que ha creado la Revolución es ese que escribe en las redes sociales con faltas de ortografía, que piensa que el reguetón es la música más perfecta, que se pavonea de su falta de cultura, su indecencia y su poca ética, que se pasa todo el tiempo atacando con malas palabras y ofensas de toda índole a quienes no piensan como él, y cuyo único sueño es, si viven fuera de Cuba, “vivir la vida sin líos con la política” o, quienes aún viven en Cuba, “irse a vacilar a la Yuma”.

 

Para hacer “Habana Babilonia”  entras a un mundo que no era el tuyo (escritor/periodista/intelectual). ¿Cómo lo logras? ¿Cómo es el proceso de investigación? ¿Cómo logras que los proxenetas y jineteras confíen en ti y cuenten sus historias?

Responder eso me ha llevado a ofrecer más de un centenar de conferencias sobre periodismo de investigación en diversas universidades del mundo durante estos últimos 10 años. Para resumírtelo diría que hubo tres coincidencias que me permitieron llegar hasta donde otros nunca llegaron en esos mundos: primero, yo vivía en un barrio de Centro Habana donde la prostitución era cosa del día a día y conocía los mecanismos de proxenetas, jineteras y otras figuras que lucran de ese negocio, así que ellos nunca me vieron como un extraño, sino como uno de ellos; segundo, el hecho de que una de las más conocidas jineteras de La Habana había sido una gran amiga de mis tiempos de estudiante en Santiago de Cuba, quien decidió darme un número grande de contactos y abrirme puertas que para otros muchos estaban y aún permanecen cerradas; y tercero, la coincidencia de que uno de los alcaldes de la marginalidad en La Habana era el abuelo de mi mejor amiga, casi una hermana para mí, también de los tiempos estudiantiles. Lo otro fue mi posicionamiento ante el fenómeno: jamás las condené, las critiqué, pues conocía bien las raíces de ese fenómeno. Fue importante estar consciente de que debía acercarme a esa gente como alguien que era capaz de comprender sus dramas porque yo también era parte del sufrido pueblo al que ellos y ellas pertenecían; no ir como un juez que acude a ellas para condenarlas, que es como usualmente se acercan los periodistas e investigadores a esos entornos.

 

¿La policía o algún funcionario gubernamental en algún momento quiso o intentó obstaculizar la labor periodística necesaria para escribir “Habana Babilonia”?

Todo el mundo de la oficialidad lo intentó, oficialmente. No olvides que eran años en que el presidente Bush condenaba pública e internacionalmente la prostitución en Cuba, que esos “ataques” fueron repetidos por la Unión Europea y, en especial, por los dos principales partidos españoles, y ello hizo que Fidel Castro decretara un manto de silencio sobre el tema. Pero lo curioso es que después, cuando ya sabían que nadie los observaba, esos mismos funcionarios me hacían llegar las pruebas y la información que yo necesitaba. Una de las cosas que molestó mucho a los comisarios políticos, es que los datos que yo ofrecí en el libro sobre la prostitución pertenecían a los archivos clasificados del Centro de Estudios de la Población, del Comité Central del Partido. O que los casos de suicidio y de violencia criminal relacionada a la prostitución eran de los archivos secretos de la Policía Nacional Revolucionaria. Espero algún día poder agradecer públicamente a los funcionarios que me hicieron llegar a escondidas esos informes.

 

¿Esa labor periodística podría catalogarse en cierto sentido como “clandestina”? ¿Cuáles eran los riesgos que corrías?

Una vez sufrí una paliza de un chulo que me desprendió una costilla; cinco veces mis familiares tuvieron que mover influencias y contactos (mi padre creía y aún cree en eso que mal llaman “Revolución”) para sacarme de los calabozos de la policía “por meter la nariz donde no debe”, e incluso la Unión de Periodistas intentó acusarme de “utilizar mis prerrogativas como periodista para escribir sobre temas sensibles que denigran a la Revolución”… Finalmente me expulsaron de la Unión de Periodistas, sin decírmelo, pues yo me enteré años después. Las amenazas eran de todas partes, y yo tenía mucho miedo, pero algo me impulsó siempre a seguir, pese a todo.

 

¿Cómo logras publicar el libro? ¿Lo presentaste a alguna editorial cubana? En caso de que sí lo hayas presentado a una editorial cubana… ¿Qué respuesta te dieron?

Esa es una historia bien conocida. Mandé el libro al Premio Casa de las Américas 1999; extraoficialmente se supo que mi libro era premio; lo celebramos en grande pues ese año había un evento en La Habana con todos nuestros colegas de generación y casualmente también ganó el premio cuento nuestro común amigo Alberto Garrido; el miembro cubano del jurado amedrentó al resto de los jurados porque “el libro muestra una realidad no conveniente para el país”; declararon el premio desierto; los colegas que asistieron a la premiación abuchearon al jurado que leyó la decisión y al día siguiente se armó un escándalo en la prensa internacional: “Despojado escritor cubano del Premio Casa de las Américas por razones políticas”. Luego alguien robó dos de las tres copias impresas que yo mandé al concurso, fotocopiaron el libro y lo pusieron a circular clandestinamente. Así llegó a ser, como aseguran los estudiosos, el mayor bestseller clandestino en la historia de la literatura cubana, underground, porque no había sido publicado, ni ha sido publicado hasta hoy en la isla, pese a las numerosas ediciones que tiene ese libro en español y otras lenguas.

 
¿Cuál fue la respuesta de la crítica tanto oficialista cubana, como internacional a la publicación de “Habana Babilonia”?

La crítica oficialista jamás se pronunció oficialmente en ningún sitio, pero atacó al libro con infundios diciendo que en Cuba no había jineteras ni drogas, que yo exagerada. Eso despertó el morbo de los lectores. Incluso después, en pleno euforia de lecturas clandestinas, el propio Fidel Castro llamó despectivamente “jineteróloga” a una periodista que me entrevistó cuando el libro se publicó y en espacios intelectuales me colgó también a mí esa etiqueta con un añadido: “jineterólogo mercenario del imperio”. Y ya eso fue suficiente para que el morbo en torno al libro lanzara a miles de cubanos a buscar las copias clandestinas que circulaban en discos, memorias flash, o versiones impresas en papel, que pasaban de mano en mano.

 

Bien, hace muchos, muchos años que no te veo, y he sabido poco de ti. ¿Qué otros libros tuyos consideras importantes? ¿Qué premios has obtenido?

No creo ser yo quien deba hablar de eso. En todo caso, aconsejaría a los lectores buscar en el sitio web que ha preparado sobre mi obra la agencia literaria que me representa (www.amirvalle.com), pues allí están todos esos premios y opiniones sobre mi obra de personalidades como García Márquez, Vargas Llosa, Gunter Grass, Augusto Roa Bastos y Leonardo Padura, entre otros cientos de elogios. Si me preguntas por mis favoritos, entre los últimos: Las palabras y los muertos, novela histórica sobre la historia no contada de Fidel; Hugo Spadafora, bajo la piel del hombre, novela biográfica sobre uno de los grandes latinoamericanos del siglo XX, y Nunca dejes que te vean llorar, novela que rinde homenaje a uno de mis ídolos: Charles Chaplin.

 

Tú y yo pertenecemos a la misma generación de narradores cubanos. ¿Cómo describirías en la actualidad a esta generación? ¿Qué ha sido de nosotros?

AV: Vivo orgulloso de mis colegas, que además son mis amigos, salvo alguna que otra excepción. ¿Cómo no sentir orgullo de una generación que ha dado nombres ya clásicos en la historia de las letras cubanas como Ángel Santiesteban, Guillermo Vidal, Alberto Garrido, Sindo Pacheco, Odette Alonso, Ronaldo Menéndez o Ena Lucía Portela, para sólo citar a los más mencionados?

 

¿Por qué te impiden entrar a Cuba?

Porque no he cesado ni un sólo día de denunciar esa farsa vestida de “proyecto humanitario” que es la Revolución. Mis libros hablan de la Cuba que ellos no quieren que el mundo conozca y, como periodista, en importantes medios europeos y latinoamericanos, llevo años desmontando ese falso mito con informaciones, datos y análisis que el gobierno cubano preferiría ocultar. Fíjate si les preocupa que en dos ocasiones me han mandado a colegas, que son también funcionarios culturales, a decirme que si modero mis críticas podrían analizar dejarme visitar Cuba. Pero soy de los que creo ciegamente que uno no debe pedir permiso para entrar a su casa.

 

¿Cómo vislumbras o imaginas  la realidad cubana (dentro de la isla) en los próximos veinte años?

Simple, y ojalá me equivoque y suceda un milagro: unos 20 o treinta años más de neocastrismo (gobernarán los herederos sanguíneos o ideológicos de los dinosaurios que hoy dirigen ese “proyecto” que lleva ya casi 60 años siendo eso, un proyecto); luego vendrá un capitalismo salvaje, en el cual se formarán, con el dolor y el sufrimiento de nuestro pueblo, las estructuras que deriven hacia una sociedad democrática, civilizada y, si se saben dirigir esas estructuras, más justa. Todo muy negro, como ves.

 

Así finaliza la entrevista a Amir Valle. Por desgracia, yo veo la misma perspectiva para Cuba. Una sociedad cada vez más decadente en lo  económico, lo social y lo ético. Ahora, con un agravante. La válvula de escape de la olla de presión se cerró. Barack Obama dejó sin efecto la llamada “Ley de los pies mojados, pies secos”, que permitía a los cubanos entrar por miles a EE UU sin visa, y sin mayores trámites que enseñar algún documento que los identificara como cubanos. ¿Qué hará ahora la cúpula gubernamental con tanta gente descontenta y hambreada adentro de la isla? Creo que a partir de 1959 comenzó la catástrofe más grande de la historia de la nación cubana. ¿Podrá haber reparación? Quien sabe.