Algunas verdades, sueños y recuerdos a título personal

Publicado por tonimedina | Publicado en De Literatura | Publicado el 13-06-2010

 

 

Los recuerdos:

… mi primer encuentro, a los 16 años, con la sonrisa hermosa y la inteligencia de la asesora literaria Maritza Ramírez y esa otra tarde en que me presentó a la narradora Aida Bahr en el Taller literario Municipal en Santiago de Cuba,

… las calles de Santiago, los talleres literarios en la Casa-Museo Heredia y el calor de la ciudad y de aquella amistad de cuando soñábamos con ser grandes escritores (en esa galería de amigos habitan los rostros entonces juveniles de Torralbas, Marcos González, Alberto Garrido, José Manuel Poveda, Radhis Curí, Odette Alonso, León Estrada, Mirna Figueredo, Orlando Ferrand…),

… la tarde en que Aida Bahr llevó a Salvador Redonet a la Escuela Vocacional Antonio Maceo, donde yo estudiaba, para que conociera a la «jovencísima promesa de la literatura» que decían yo era por aquel entonces,

… los temblores de mi cuerpo cuando el novelista José Soler Puig leyó uno de mis primeros cuentos,

… la tarde en que conocimos al cuentista Eduardo Heras León quien poco después, luego de leer uno de los cuentos que le envié por carta, me contestó en un telegrama: «de tu cuento, querido Amir, nada es salvable», de modo que despertó mi tozudez (esa que me viene de mi abuelo nacido en Islas Canarias) y me hizo proponerme el reto de tomar la literatura como algo que merecía más esfuerzo,

… los años en que intentamos en Cienfuegos hacer de la literatura algo vital para la ciudad (otra vez en la confabulación de los amigos: Miguel Cañellas, Raúl Antonio Capote, Jesús Candelario, Marcial Gala, Armando Valdéz Zamora, Armando de Armas…),

… los eventos y encuentros (literarios y personales) con una generación de escritores que removió con aires nuevos los cimientos de sólida raíz de la literatura cubana de los años 90 (y otra vez los amigos: Ronaldo Menéndez, Karla Suárez, Ena Lucía Portela, Raúl Aguiar, Ana Luz García, Sergio Cevedo, Ángel Santiesteban, Alberto Guerra, Alberto Garrandés, Yoss, y todas esas narradoras a quienes incluí en mis antologías sobre el cuento cubano escrito por mujeres, en especial, Ana Lidia Vega, Mariela Varona, Diana Fernández y Lourdes de Armas),

… los días de complicidad en la Dirección de Literatura, del Instituto Cubano del Libro, cuando (otra vez) intentábamos que una institución sirviera para algo a nuestros colegas escritores (en esa ocasión con la confabulación de otros amigos, también escritores: Edel Morales, Alejandro Álvarez Bernal, Gerardo Soler Cedré, Pablo Vargas, Omar Perdomo…),

… la hermandad a prueba de todos los avatares (pensables e impensables) con el narrador Guillermo Vidal, los caminos recorridos juntos en la fe cristiana que conocí gracias al inmenso cambio que vi en su vida cuando me dijo «desde que conocí a Cristo, sólo quiero ser una minúscula parte de Dios», y esos años de familiaridad que, cuando supo que iba a morir, lo llevaron a declararme su albacea literario,

y los años,

y los premios,

y los libros,

y los días en que junto al escritor cubano Ladislao Aguado ideamos esa locura que es  Otrolunes. Revista Hispanoamericana de Cultura, que anda por su cuarto año y en la cual, sólo por respeto al proyecto ya que no hemos podido pagarles ni un centavo, han publicado y colaborado ya los más importantes escritores latinoamericanos de nuestra promoción y de otras promociones anteriores o más recientes,

y aquella mañana en que me llegó la carta firmada por unos de mis maestros literarios de la infancia: Mario Vargas Llosa, elogiando mi novela Las palabras y los muertos.

 

Los sueños:

Soñaba publicar… y llegó aquel día en que me enseñaron Tiempo en cueros, el librito de cuentos con el que había ganado el Premio 13 de Marzo… ¡¡¡qué ilusión!!! aunque hoy me parezca un folleto horrible, pésimamente editado, impreso en un papel malísimo y con una portada horrorosa (hijo feo que siempre desluce ante esos otros costosos libros que hasta hoy he publicado, aún cuando siga leyendo aquellas primeras páginas con un cariño especial),

Soñaba ganar un premio importante… y llegó aquella llamada de Eduardo Heras León y aquel guiño de ojo del novelista Justo Vasco para que asistiera a la ceremonia de entrega de los Premios de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) porque había obtenido una mención, «que ya es bastante para tu edad, Amir», dijeron, aunque luego resultara una estrategia para ocultarme, hasta el último momento, que mi obra En el nombre de Dios había ganado el Premio en el género Testimonio, sin que nadie pudiera hacerme creer que en unos años obtendría otros premios también importantes fuera de mi isla,

Soñaba viajar como escritor… y llegó aquel viaje al Primer Congreso de Nuevos Narradores Hispánicos, en Madrid, con aquella primera vez en que vi mi nombre impreso en un importante periódico junto a otros escritores latinoamericanos, llamándonos «las nuevas caras del nuevo boom literario latinoamericano»,

Soñaba ser traducido a otras lenguas… y llegó aquel día en que la escritora y cineasta Elvira Rodríguez Puerto me envió con su hija Dayana, desde Alemania, los cinco ejemplares que mi editor alemán me enviaba de mi novela Las puertas de la noche (Die Türen der Nacht), sin imaginar que en poco tiempo tendría varias de mis obras traducidas a otras lenguas,

Soñaba con tener lectores, millones de lectores… y hoy conservo como verdaderas piedras preciosas cada uno de esos cientos de mensajes que me envían mis lectores desde Cuba (aún cuando me moleste que tengan que leer en la clandestinidad de sus vidas en mi país las obras que el gobierno estúpidamente ha prohibido), o desde esos otros sitios del mundo donde mis libros circulan,

y otros tantos sueños,

y otros tantos, siempre simples, humanos, imperfectos, quizás marcados por ese egoísmo y esa autosuficiencia que todo creador carga a sus espaldas, pero sueños, cumplidos al fin y al cabo.

 

Las verdades:

La amistad hasta hoy sostenida, pese a todas las distancias en credos y espacios, con el Guille Vidal, Torralbas, Garrido, Marcos, Odette, Ferrand, Edel Morales, Alejandro Álvarez, Pablo Vargas, Omar Perdomo… y esos otros amigos que aquí he mencionado.

La importancia para mi desarrollo como escritor de todo lo que me dieron, en aquellos tiempos, Maritza Ramírez, Aida Bahr, Soler Puig, Luis Carlos Suárez, Salvador Redonet, Heras León, Mercedes Melo, Francisco López Sacha, Mario Vargas Llosa, y en el presente, la editora francesa Nicole Cantó, el escritor alemán Peter Faecke, mi agente literaria y amiga (lamentablemente fallecida) Ray Güde Mertin y la escritora alemana Karin Clark.

El descubrimiento de que cada libro es una puerta hacia el conocimiento de otras personas (lectores trocados en amigos, fieles defensores, promotores silenciosos) que, con sus palabras y opiniones, te enriquecen y te ponen retos que jamás hubieras imaginado.

La certeza de que escribir es un oficio complicado, mal pagado, buscapleitos y usualmente manantial de muchas incomprensiones que te plagan la vida de sinsabores, pero también oficio enriquecedor y hermoso cuando a fuerza de golpes entiendes que no has hacido para hacer otra cosa que esa: escribir.

 

Sobre esos recuerdos, esos sueños y esas verdades escribiré en este blog (en la categoría De Literatura)

Y sobre Cuba y sus avatares políticos que tanto nos complican la vida a los cubanos que amamos nuestra isla (en Política cubana)

Y con esos otros locos, ¿o debo decir escritores?, cubanos y latinoamericanos, estaré conversando (en Entrevistas a otros escritores)

A TÍTULO PERSONAL, entonces, nace este día. Espero sirva de algo. Amén.

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