El cubano dejará de ser el lobo del cubano
Publicado por Amir Valle | Publicado en De Literatura | Publicado el 07-05-2014
Entrevista al escritor y periodista cubano Amir Valle
Publicada en la revista Cuadernos de Pensamiento Plural,
Número Cuatro, Año II, Invierno de 2013
Páginas 25 a la 30.
Por Rafael Vilches
Amir Valle es uno de los escritores cubanos más buscados, querido y leídos por los lectores de su país, a pesar de llevar varios años fuera de la patria, a la que un mal o buen día el estado cubano no lo dejó retornar.
¿Cuáles fueron tus inicios como escritor?
A mis padres, maestros de profesión, debo mi interés por la lectura. Recuerdo el hermoso pelo de mi madre cayendo sobre mí, esas noches en que se acostaba a mi lado a leerme cuentos infantiles. Y allí, en un pueblo llamado Antonio Maceo, en Holguín, escribí mis primeras historias cuando, a los siete años, quedé impresionado por Las aventuras de Tom Sawyer y quise escribir algo parecido, aunque obviamente lo que escribí entonces fue un bodrio. Luego tuve la suerte de irme a Santiago y allá, de la mano de Aida Bahr y en la cercanía de José Soler Puig, descubrí que quería ser escritor.
Eres de los pocos autores que aun siendo muy joven, tus novelas se convirtieron en especies de Bestsellers cubano, ¿a qué crees que se debió?
Uno de los problemas más graves que ha tenido la literatura cubana es que, siguiendo los modelos de grandes como Carpentier y Lezama, se ha mirado demasiado el ombligo, literariamente hablando, y ha olvidado que hay un mundo alrededor nuestro por narrar y que la gente quiere escuchar esas historias. Yo hice lo mismo durante un tiempo, pero un día descubrí que quería contar la vida, sueños y frustraciones de esa gente que habitaba en mi mismo barrio. Y quise contarlo como ellos lo contaban, en su lenguaje, con toda la violencia, la pasión y la sinceridad con la que ellos vivían sus vidas. Creo que a eso se debe que durante muchos años, en Cuba, además de Padura y Chavarría con sus policiacas, fuimos Guillermo Vidal y yo los más leídos.
¿Por qué rompiste con las instituciones estatales cubanas, si estabas muy bien situado dentro del entramado de la literatura en el país? ¿Y por qué no regresaste a Cuba, después de tu viaje a España y Alemania?
Cuando tenía 14 años, mi padre, uno de esos hombres que hicieron esa Revolución, me dijo que él había luchado para que yo pudiera pensar y decir lo que quisiera sin que nada pasara. Él había perdido, asesinados por Batista, a muchos amigos que protestaron contra aquella dictadura. Y creí mucho tiempo en esa Revolución, precisamente hasta que quise poner en práctica lo que mi padre me había dicho, pues había estudiado periodismo pensando que podría ayudar a hacerla más fuerte. Me pidieron que mintiera y no lo hice; que callara, y no lo hice. Y decidí, ya que no me dejaban escribir en los periódicos, llevar esa realidad a mis libros. Fue peor. Y ya lo he dicho: es cierto, mientras mis cuentos iban de niños soñadores que jugaban con las mariposas en el campo, no tuve problemas. Cuando quise hablar de los traumas de mi vida, de mis frustraciones y críticas (es decir, del trauma nacional) llegaron las censuras. Muchos no saben que llegué a estar donde estuve a base de ganar premios, de imponerme a los ataques sucios de muchos comisarios de la cultura. Excepto uno, todos mis libros en Cuba se deben a premios que gané porque en los jurados hubo escritores dignos que no se plegaron a manipulaciones para arrebatarme los premios. Mis libros demoraban en publicarse y se publicaban luego de negociaciones, varios de ellos mutilados (no tuve valor entonces para defenderlos, lo reconozco, quería cumplir el sueño de todo escritor joven: publicar y publicar y publicar).
Pero a partir de 1997 comencé a ser publicado y reconocido fuera de Cuba y eso me permitió viajar y comprender que Cuba estaba peor de lo que yo creía. Comencé a decir eso en las entrevistas fuera de Cuba; dije en Cuba cosas que no eran convenientes en momentos muy duros y siempre mantuve mi independencia de cualquier grupo político (además de considerarme un lobo solitario, todavía tenía en mí el veneno de la desconfianza a la oposición que la propaganda del gobierno me había sembrado); me propuse colaborar con aquellos proyectos que creí independientes (coordiné la Colección de Cultura Cubana, de la editorial Plaza Mayor, de Patricia Gutiérrez Menoyo; ayudé a Dagoberto Valdés durante algunos años a organizar los premios Vitral; intenté crear mi propia revista Letras en Cuba, de la cual logré emitir en internet 30 números hasta que me quitaron el correo electrónico como castigo por hacer una publicación no autorizada)… en fin, quise ser libre y eso no se veía bien. Al decir de cierto escritor devenido hoy en alta figura del Raulismo: “Amir es una papa podrida”. Como tú recuerdas, casi todos los escritores de nuestra generación y de las generaciones posteriores, me respetaban y querían que yo revisara sus obras. Existía el peligro de que esas papas sanas se pudrieran. Las papas podridas se echan fuera del saco antes de que pudran el resto, así es que alguien decidió eso.
Yo no me quedé, Vilches, quiero aclarar eso. A mí me desterraron. En octubre de 2005 salí a presentar en España la que era en ese entonces la cuarta novela de mi serie de novelas negras: Santuario de sombras. Mi editora, Nicole Cantó, había creado el hoy muy reconocido Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona y me propuso trabajar como jurado seleccionador, por lo cual obviamente me pagarían un buen dinero, y como para hacer eso necesitaba pasarme una semana del tiempo de mi permiso de estancia en el exterior, hice los trámites requeridos y se me dijo que no habría problemas, que tendría la extensión, trámite que normalmente hacen los escritores a través de la institución cultural por la que viajan, en mi caso, a través de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba). Pero cuando pasó el tiempo sin que me avisaran, reclamé el permiso para entrar y nadie tenía idea de nada, ni en Cuba ni en los tres consulados que visité en Europa. Al ver que yo estaba ilegal, buscando una solución para ayudarme, mi editor alemán, el también escritor Peter Faecke, habló con la Fundación Heinrich Böll que decidió concederme una beca de tres meses en Langenbroich, la casa de campo de este Premio Nobel alemán, dedicada desde su muerte a recibir a escritores, artistas y periodistas con problemas políticos en sus países de origen. Seguí reclamando por mi permiso de entrada en el consulado cubano de Bonn, sin respuesta. Me concedieron tres meses más de permiso en Alemania. Y entonces el PEN CLUB internacional, enterado de mi caso, me acogió en el programa “Writers in Exile”, bajo la tutela del PEN CLUB de Alemania. Estuve allí tres años, hasta octubre de 2009. En ese período seguí reclamando mi derecho de regresar a Cuba en el consulado en Berlín y me llamó mucho la atención que no querían darme respuesta pero sí insistían sospechosamente en que mi esposa tenía que regresar y sí podía hacerlo, claro, pagando todos sus meses de estancia en el exterior, pues ella había viajado conmigo en 2005. Supe ahí que jamás tendría respuesta: su interés era separarnos. Luego de reclamar una y otra vez tuve una tímida y confusa respuesta: “ha sido un error, ya tenemos su permiso acá”. Pero mi pasaporte estaba vencido, tuve que sacar uno nuevo y cuando me enviaron el pasaporte no había ningún permiso. En fin, una farsa.
Luego de eso, al ver que no me dejarían entrar, comencé los trámites para que dejaran salir a mi hijo de cuatro años y luego de historias de presiones, chantajes y forcejeos que servirían para una novela de terror y espanto logré tenerlo conmigo en Berlín. Mi hijo mayor, de 18 años entonces, logró salir invitado por una universidad un año después.
Pensé que se habían ensañado conmigo, pero en ese tiempo en el que lancé la denuncia internacional recibí mensajes y llamadas telefónicas de cientos de cubanos exiliados que habían estado en mi misma situación. Es decir, es un procedimiento usual de la dictadura para castigar a quienes deciden escapar o a quienes, como yo, ellos deciden echar del país.
¿Qué significado tiene para Amir Valle haber sido uno de los mejores amigos del escritor Guillermo Vidal?
Guillermo fue el más leal amigo que tuve. Recuerdo que en el 2003, un año antes de morir, a mí me habían invitado a la Feria del Libro en Las Tunas y, días antes, llamaron de La Habana para decirles que estaba prohibida mi participación. Guillermo armó un escándalo grande y dijo que si no me invitaban él se iba a llevar a todos los escritores a los potreros de la Tunas para hacer allí una feria especial donde yo pudiera participar, pero que no habría ni un escritor en las actividades oficiales. Se vieron obligados a invitarme y, aún así, “casualmente” un ladrón entró a mi habitación en el Hotel Las Tunas y, aunque había dinero en una maleta, robó de allí todos mis libros y otros libros de la Colección Cultura Cubana de Plaza Mayor que yo debía presentar. Luego del encabronamiento, recuerdo que Guillermo se reía mucho diciendo que yo tenía hasta la suerte de que me tocara ser robado por un ladrón tan ilustrado, tan culto.
Era, lo sabes tanto como yo, un gran hombre, un inmenso escritor. Cuando murió, supe que perdía a mi mejor y más crítico lector, a mi más honesto consejero, al único ser humano aparte de mi padre al que yo le permitía que me gritara y dijera horrores cuando yo metía la pata. Era el único que leía mis libros antes de publicarse. Si algo bueno tengo como escritor se lo debo a esa relación tan cercana con él. Incluso la mayoría de mis virtudes se las debo a sus enseñanzas. Y lo siento si alguien se ofende, pero el estilo de Guillermo Vidal, como el de Soler Puig, son dos de los mayores aportes literarios del siglo XX a las letras cubanas. Ellos lograron un sello que los diferencian claramente de todo lo que se escribió y se escribe.
Tuve la suerte de que antes de morir les dijera a su esposa y a sus hijos que yo era el único que podía determinar sobre su obra. Me nombró su albacea literario, y aunque en Cuba algunos funcionarios han pretendido ignorar los derechos que eso me confiere, he preferido dejarlos hacer para no boicotear la presencia de Guillermo y de su obra en Cuba. He querido en ese sentido actuar tan limpiamente como siempre actuó Guillermo en vida, incluso con sus enemigos.
¿Crees necesaria una transición en Cuba?
Es obligatoria. Me preocupa mucho el actual proceso de haitianización a todos los niveles que se está produciendo en la isla. Allá adentro, en la lucha por la supervivencia, ustedes quizás no lo noten. Pero mirar a Cuba desde la lejanía, teniendo a mano un nivel de información tan grande como hoy existe, me ha permitido comprender mejor a mi país. Lamento decir que a pesar de los avances que han logrado los diversos sectores de la oposición, todo lo que veo me indica que la transición la harán los herederos del actual poder, pero más que transición será una sucesión. Están posicionados ya en sectores vitales a nivel nacional e internacional, no dan un paso sin que esté fríamente calculado en ese sentido, el nivel de pactos que están estableciendo esas nuevas nomenclaturas con los poderes económicos, mediáticos, financieros y políticos internacionales es descomunal, y es ingenuo pensar que cederán espacio. Tengo muy cerca esas transiciones ocurridas en países como Rusia, Bulgaria y Hungría, donde hoy gobiernan quienes antes reprimían directamente al pueblo desde las oficinas de la Seguridad del Estado, y lamento no ser tan optimista como los opositores en la isla, cuyo principal meta debe ser, ante todo, dejar a un lado evidentes caudillismos, posiciones sectarias, unirse en el respeto a la diferencia y crear una plataforma única dirigida a concientizar a un pueblo abúlico, desencantado de cualquier cosa que huela a política, un pueblo al que sólo le importa sobrevivir o escapar de la isla. Es una tarea difícil, pero creo que únicamente de ese modo, alguna vez, podrá ocurrir un cambio desde abajo, desde el pueblo.
¿Cómo siente el cubano de la diáspora, el país tan lejano y que lleva tan dentro de sí?
No puedo hablarte a nombre de otros. Sé que todo exilio es traumático, pero debo decir que yo estoy contento. Ni siquiera me siento exiliado cuando veo cómo mis dos hijos se han adaptado a este país y a esta cultura. Doy gracias a Dios cada día por estar aquí, donde la crisis internacional apenas se siente… y encima de eso, como te dije, ahora recibo más noticias, mensajes, cartas y libros de Cuba que cuando vivía en La Habana. Falta, obviamente, lo físico, pero hay una Cuba que uno lleva siempre consigo, y esa, querido hermano, no te la puede arrebatar nadie.
¿Qué importancia le ves a lo que pueda aportar el exilio si en Cuba hubiera una transformación verdadera?
Una importancia inmensa. Creo que a la Cuba democrática que necesitamos el exilio es el que más tiene que aportar. La democracia se puede entender sólo cuando uno vive en ella, cuando ve cómo funcionan sus mecanismos y poderes, cuando puede disfrutar de sus enormes beneficios en todos los ámbitos de la vida. Eso, si se lo cuentas a un cubano que nunca haya salido de la isla, lo sentirá como ciencia ficción. Y a esa experiencia de vida debes sumar las nuevas generaciones que están formadas acá, el poderoso ámbito de empresarios cubanos a los que podría invitarse a reconstruir el país…, pero el mayor aporte está en que llegará el día en que los cubanos podamos entender que la isla no termina económica, social, ni culturalmente allí donde acaban nuestras costas… Ahí está, para ese momento de cambio, la experiencia de otros países que supieron crear un puente de retroalimentación entre sus exilios y el país, y eso es todavía más fácil hoy en un mundo tan hipercomunicado como éste en el que vivimos.
¿Qué ha sucedido con la vida literaria de Amir Valle en todos estos años de ausencia de la patria?
Hace justo una semana estuvo acá un amigo escritor cuyo nombre acordamos no mencionar. Me hizo esa pregunta y me limité a pararlo delante del estante donde está mi colección personal de libros publicados: Le dije: “Estos son mis libros en Cuba”, y lo vi mirar al buchito de libros finitos que ocupaban apenas unos 20 centímetros en el estante; y luego le enseñé el resultado de estos ocho años de destierro: 9 novelas, dos libros de cuentos, dos libros de testimonio, cuatro antologías, con sus correspondientes ediciones en varias lenguas, además de un estante completo lleno de más de 50 antologías, compilaciones y revistas de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa donde han aparecido cuentos, fragmentos de novelas o artículos literarios de mi autoría. Si hace unos años alguien me diría que yo estaría publicado en editoriales grandes y tan codiciadas como Planeta, Seix Barral, Ediciones B o Santillana, le hubiera dicho que mentía. Por si eso no bastara, vivo en Berlín, ciudad considerada la capital cultural de Europa en estos momentos, tengo ocho de mis libros publicados en alemán, viajo cada año invitado a numerosos eventos en todo el mundo, mis obras forman parte de los planes de estudios de las más importantes universidades europeas y latinoamericanas; dirijo desde el 2007 OtroLunes – Revista Hispanoamericana de Cultura, donde colaboran muchos de los más reconocidos y prestigiosos escritores e intelectuales de la lengua española; mis obras han sido elogiadas por muchos escritores de primer nivel mundial como los premios Nobel Mario Vargas Llosa y Hertha Müller; he ganado cuatro premios internacionales de los más codiciados en la lengua española y hasta tengo la suerte de que varios de mis libros hayan estado durante meses entre los más vendidos en América Latina, España y Europa…, ¿qué más puedo pedir?
¿Cuáles escritores cubanos de los que permanecen en la isla, crees que debieran ser reconocidos, visualizados y promocionados por la crítica y el mundo editorial fuera del país?
Me pones en un aprieto porque, ante preguntas como esta uno siempre tiene horrendos olvidos. Como te dije, recibo tantos libros enviados desde Cuba por colegas de varias generaciones que tengo un librero de dos bandas dedicado sólo a esos libros. Permíteme no mencionar nombres, pero si a mí me pidieran recomendar a alguien, hablaría de unos pocos que, tanto en la poesía como en la narrativa, escapan de una especie de pantano literario que ahoga a buena parte de la literatura de la isla. Sé que esto puede caer mal a algunos, pero en mis contactos usuales con agentes literarios, académicos y estudiosos de las letras en lengua española siempre encuentro resistencias al hablar de nuestra literatura porque consideran que los cubanos nos estamos cocinando en nuestro propio jugo, repitiendo hasta el mimetismo más absurdo fórmulas, modas y escuelitas literarias, muchas de las cuales sólo funcionan para escalar peldaños dentro de las estructuras inteligentemente estratificadas de la cultura nacional, sin que ello signifique un real valor literario y mucho menos un aporte a la larga y riquísima tradición literaria cubana. Siento decir que un país en tal estado de combustión como lo es Cuba debiera tener una literatura más rica, más amplia, más repulsiva y menos aburrida, más humana y menos cerebral, como sucede actualmente en las literaturas colombiana, mexicana, chilena y argentina donde la literatura se ha convertido en un espejo del alma social, del amplio espectro humano y de miserias humanas o esperanzas de esos países. Si me preguntan a qué se debe, respondería que hay que romper la mítica, los esquemas sean cuales sean, los provincianismos faranduleros y buscar, como diría Guillermo Vidal, ese “más allá” que toda gran literatura tiene. Y aclaro: no es una crítica sólo a mis colegas de la isla, pues todo eso sucede, en modo similar aunque en condiciones y por condicionantes distintas, en la literatura cubana que hoy se escribe en el exilio. En ambos lados, es justo decirlo, hay algunos nombres que se salvan de esa pandemia.
El narrador Ángel Santiesteban ha sido condenado a prisión, y muy pocos escritores e intelectuales en el país han levantado su voz para condenar esta acción, ¿qué opinión te merece este hecho?
Como sabes, además de ser casi un hermano soy el representante literario legal de Ángel, así que me ha tocado buena parte en esos intentos para que nuestros colegas en la isla pierdan el miedo y lo apoyen. Por un lado están esos, los que sienten miedo, lo cual es lógico viviendo en un sistema como aquel que te inyecta ese terror cada día desde que naces; por otro lado están quienes creen sinceramente que un escritor no debe meterse en política (Ángel mismo, hace unos años, me criticó cuando yo decidí alzar mi voz y, como él dijo en una entrevista, me quiso hacer saber que lo nuestro era escribir); y por otro lado, lamentablemente, hay una gran cantidad de oportunistas que no moverán un dedo si ello les hace perder un milímetro de la posición que limpia o suciamente han logrado en el tan exclusivo ámbito de la cultura nacional. No es nada nuevo, querido Vilches: yo lo viví y tuve que sufrir (y sufro) cuando incluso amigos que habían publicado fuera de Cuba gracias a mis gestiones se hicieron, como decimos allá, los chivos con tontera para no ser afectados por mi postura “no conveniente” según la norma oficial. Tú lo estás sufriendo desde que decidiste asumir la dignidad intelectual y cívica como postura ante la vida. Y Ángel, además de todas esas traiciones, está sufriendo la traición incluso de quienes una vez lo auparon como “una joya de las letras cubanas” aprovechándose del enorme cuentista que realmente es.
Comprendo el miedo, es un derecho humano sentirlo y más en una dictadura; comprendo a quienes cierran los ojos apostando por una pureza literaria que no puede ser contaminada por las sucias aguas de la política, es una opción incluso democrática; y comprendo a quienes traicionan por oportunismo intentando lograr con esas artimañas lo que con sus obras no pueden. Pero yo duermo tranquilo; sé que tú puedes dormir con las tripas ardiendo de hambre pero dignamente tranquilo… Ellos no pueden decir lo mismo y, desgraciadamente, tanto los miedosos, los puristas como los oportunistas cargan gracias a sus aptitudes una cuota de complicidad y culpa en el crimen.
¿Recuerdas cuando el Guille siempre intentó (y logró) mantenernos unidos con aquello de “Caballeros, si nos dividen, nos joden”? Pues nos han jodido, Vilches. La prueba es la soledad indefensa en la que han dejado a nuestro hermano Ángel.
¿Consideras que la emigración cubana forma parte de la Nación?
Hay una cultura cubana solidificándose ahora mismo y desde hace ya más de 50 años en el exilio; hay raíces cubanas anclándose en otras latitudes; hay generaciones de cubanos ampliando racial, lingüística y socialmente los términos de la isla más allá de la geografía insular; hay una isla reconstruida en el imaginario cotidiano de más de dos millones de cubanos regados por esos mundos; hay una revisitación y un rescate de nuestra tradición. Eso, que es acontecer y esencia de la emigración, siempre será parte de la Nación.
Un mensaje para tus lectores en Cuba.
Repito aquí lo que una vez dije en otra entrevista. Agradezco los mensajes que cada semana me llegan desde la isla, de personas que leen mis libros en la clandestinidad. Agradezco a esos otros miles de cubanos que, desde muchas partes del mundo, me escriben para decirme que me leen, muchos de ellos trasmitiéndome la alegría de que ya pueden buscar mis novelas sin esconderse de nadie. A todos ellos y a quienes nunca han leído ni una línea de mis libros dejo aquí esta observación para cubanos: sueño con el día en que lleguemos a unirnos en la diversidad y las diferencias, pues esa es la clave para la unidad nacional que necesita la Cuba futura. Solo así dejaremos de ladrarnos unos a otros; sólo así venceremos ese estigma que nos sembraron: el “divide y vencerás” en el que muchos crecimos que tan buenos frutos le ha dado a los dictadores. Cuando llegue ese día, el cubano dejará de ser el lobo del cubano, no padeceremos de nuevos dictadores que nos engañen con promesas falsas, y volveremos a ser un pueblo admirado por su generosidad, su dignidad, su sinceridad, su reciedumbre moral y su humanismo.
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Cuadernos de Pensamiento Plural, Número Cuatro, Año II, Invierno de 2013
Hermano me alegra que Vilche sobreviva y nos regale esta entrevista tuya. Compartimos además la amistad de guille a quid tuve el gusto de estar en la presentación de su primera novela que por cierto es digno de contarse alguna vez. Parece que el mundo es chiquito y todos somos vecinos.
Muy buena entrevista esta en que has abierto tu pensamiento y tu corazón Amir. Es una verguenza que para que el artista, el intelectual cubano pueda sentirse realizado y sea reconocido tenga que abandonar su tierra. Como bien expresas, muchos dentro de la isla , prefieren mirar hacia otro lado frente a la terrible situación cubana. Yo no tengo esperanzas en una Cuba futura, es mucha y muy grande la destrucción de la espiritualidad del cubano y eso no se recupera cin inversiones económicas.
He aprendido mucho de la entrevista a Amir y agradezco además haber recibido la noticia por correo electrónico.
Saludos muy cordiales, Rafael Saumell.
Un saludo Amir, tambien para el autor de esta entrevista con la que han logrado un retrato de tu vida y tu obra. una vida con la que tantos otros nos identificamos. Gracias además por el mensaje esperanzador, a la vez realista que contienen tus palabras acerca de lo que somos como Nación y lo que podemos llegar a ser. Un abrazo