Vilches: un hombre escandalosamente bueno

Publicado por Amir Valle | Publicado en De Literatura | Publicado el 10-12-2020


Rafael Vilches Proenza y Ana Rosa Díaz Naranjo, Las Tunas. Cuba.

 

Vilches: un hombre escandalosamente bueno

 

¡Qué libertad, ser poeta y caer en desgracia!
Calamidad, infortunio, luz, combinándose en fuego eterno.
No es fácil.
Esperar en hambruna ilumina, hace fe.
Difícil, feo, es decir: Lameculos. Pero ahí están ministros y lacayos.
Princesa, no es que sientan, sufran el país, les alivia, solivianta,
tener la dulce llama alimentándoles la panza.
Me quedo con el escarnio,
hiendo en mi pecho los tres clavos con que martirizaron a Cristo.

«Doy crédito» (del libro inédito Si te vas, mi corazón es un aeroplano.
Rafael Vilches Proenza

 

 

Hoy, para quienes conocemos al escritor cubano Rafael Vilches Proenza, es un día de cargado simbolismo: el poeta cumple 55 años viviendo su insilio forzado allá en Cuba y el mundo celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos. Simbología que se explica en el poema que encabeza estas palabras: un poeta caído en desgracia por el simple motivo de gritar y escribir verdades que al poder político no le resultan convenientes; escritor, en suma (pues Vilches también ha escrito formidables novelas), condenado al más triste e injusto ostracismo por defender su derecho a pensar distinto, a construir un país realmente plural/libre/abierto/democrático, a no balar en el mismo ideologizado tono de las domesticadas ovejas en que la dictadura ha convertido las voces de millones de cubanos.

Nacido en una parte de la isla que sólo es mencionada cuando se rememora la histórica lucha de los mambises contra el colonialismo español, su raíz campesina es innegable en ese candor, esa nobleza innata, esa mansedumbre humanísima e incluso esa ingenuidad casi infantil que allá en Cuba tienen esos cubanos que cargan con la etiqueta «gente del campo». Es, dicho en sencillas palabras, un alma limpia con el don de la poesía. Quienes lo conocen, no pueden evitar quererlo. Pero esa mansedumbre y esa honestidad abierta por la que todos lo queremos, jamás ha significado que baje la cabeza ante lo mal hecho, nunca ha significado que haga silencio ante las injusticias contra sus amigos. Y esa fidelidad ciega a quienes él considera en verdad «amigos», se ha ampliado en los últimos años a un nuevo escenario: la lealtad para con los que, en su pueblo, sufren por los designios de un funesto gobierno que insiste en perpetuar el desastre de su gestión, a costa de la represión y la politización extrema de la sociedad cubana.

Amir Valle y Rafael Vilches, Feria Internacional del Libro, La Habana, 2002.

En esta foto, durante mi última presentación en la Feria Internacional del Libro de La Habana, en 2005, meses antes del viaje a España que yo entonces no imaginaba iba a ser el definitivo, Vilches estaba allí junto a cientos de mis lectores, en un acto inédito de resistencia inusual y conmovedor contra las trampas que las autoridades culturales intentaron hacer para evitar que hubiera público en la presentación de una novela que sólo publicaron porque había ganado un importante premio nacional, gracias a la valentía de los jurados que se negaron a la petición de no concederle el premio a un escritor «mercenario» como, decían, era yo.

Pero antes, en los tiempos en que los narradores de nuestra generación, nos nucleábamos en torno a ese ejemplo de honestidad, humildad y entereza que fue el narrador Guillermo Vidal, Vilches estuvo entre los más fieles defensores de aquella máxima de nuestro inolvidable «Guille» que se transformó en un himno de unidad generacional: «Caballeros, si nos dividen, nos joden». Y mucho antes de que los comisarios culturales lo enlistaran en ese cuaderno negro donde anotan a las ovejas descarriadas que ya no tienen salvación, Vilches estuvo a nuestro lado en la defensa de colegas contra los que se cebaban las censuras, las campañas de difamación, las expulsiones, las represiones abiertas o escandalosas de la policía política.

Rafael Vilches, Amir Valle y Alfredo Quintana, Cuba, 2003.

Por eso avergüenza que muchos colegas a quienes Vilches defendió lo hayan dejado solo desde ese instante en que decidió, además de escribir críticamente, expresar sus criterios críticos sobre la convulsa, oscura y desoladora realidad en la que nuestros dictadores de seis décadas (los políticos y sus acólitos en la cultura) han hundido nuestra isla. Por eso es penoso que justo ahora, cuando una parte de la intelectualidad y los artistas despiertan de su letargo y empiezan a exigir el respeto a las libertades expresivas y creativas para poder construir una Cuba para todos, la inmensa mayoría de esos colegas (muchos de ellos, en la sombra, siguen llamándolo «amigo»), no acaben de levantar sus voces para recordar que entre esos artistas castigados, marginados, represaliados y perseguidos día a día, tiene un papel destacado «su amigo» Rafael Vilches Proenza.

Yo, desde lejos, él lo sabe, he intentado visibilizarlo todo lo posible para que cada vez sea más difícil hacer algo contra él, contra su compañera en la vida, la también escritora Ana Rosa Díaz Naranjo (a quien amenazan con la expulsión de la Unión Nacional de Escritores y Artistas, simplemente porque ama a un hombre «marcado» y defiende, como sólo las bravas mujeres cubanas saben hacer, el derecho de su pareja a expresarse libremente). Vilches, como debe adivinar el que me ha leído hasta aquí, es uno de esos hermanos con los que la vida nos premia. Estoy orgulloso de escucharlo decirme, o escribirme, «te amo, hermano». Estoy orgulloso de toda su obra, que considero ya esencial para la poesía y la narrativa cubana.

Me siento privilegiado de ser su representante literario, de haberle publicado en mi editorial Ilíada Ediciones su desgarradora novela Inquisición roja, sobre ese terrible momento que fueron esos campos de concentración para homosexuales y jóvenes «descarriados» que el dictador de turno llamó con el eufemismo UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), e incluso de haber sido quien envió a concurso desde Berlín esa formidable novela suya, titulada Sálvame si puedes, con la que acaba de ganar el Premio de Narrativa Reinaldo Arenas 2020 convocado anualmente por el proyecto cultural Puente a la Vista, en Estados Unidos.

Para los hombres buenos, íntegros, luchadores, como Rafael Vilches Proenza, no hay años malos, aunque quizás ni ellos mismos se den cuenta. 2020, estos 12 meses que ya muchos llaman el «Año Oscuro de la Pandemia COVID 19» ha sido un año difícil, lo sé, pero con mucho crecimiento personal, espiritual, artístico, ético y humano para Vilches. Sé que este nuevo año en su vida, que comienza hoy, será todavía más luminoso.  


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