La intolerancia y otras grisuras de espíritu

Publicado por Amir Valle | Publicado en De Literatura | Publicado el 23-10-2014

Día de otoño en Berlín desde mi ventana - Foto: Amir Valle

Día de otoño en Berlín desde mi ventana – Foto: Amir Valle

Quizás sea que los otoños en Berlín pinchan con sus finas agujas de frío y grisura al intolerante que llevo dentro, como cualquier ser humano. O tal vez sea que, cuando se trata de Cuba, siempre los cubanos ahuecamos las manos sobre esa llamita de esperanza que algunos escondemos de la vista pública en una esquina secreta del corazón, a pesar de que soy de quienes piensan que allá jamás cambiará nada. Y hasta es posible que en medio de mi tozudez pesimista respecto al futuro de Cuba, algo de mí esté haciendo caso a esos muchos colegas intelectuales que ven movimientos esperanzadores donde yo solo veo inmovilismo o simples pasos dados por estrategia de un régimen que ha calculado milimétricamente el modo más sutil de perpetuarse.

Pero he leído las declaraciones del actual Ministro de Cultura de mi país, Julián González Toledo, diciendo que el gobierno recibirá con los brazos abiertos a los artistas exiliados que regresen a la Isla, condicionando esa buena acogida a que «no ignoren su compromiso» con el régimen y algo me ha traído a la mente este poema de Antonio Machado:

 

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

 

En simples palabras: que si una vez decidí regresar a Cuba, de visita o definitivamente, sólo cuando no tuviera que pedirle permiso a nadie para entrar a MI casa, tirarme en MI cama, caminar MIS calles, bañarme en MIS playas y ser enterrado en MI tierra, tras leer este nuevo (y muy claro) condicionamiento político e intuir todo lo que ello significa de sometimiento y bovina resignación para quienes decidan regresar en los momentos “de cambios” actuales, me ratifico en mi decisión de seguir viviendo en esa otra Cuba, personal e intransferible, que nadie jamás ha podido arrebatarme y que yo, dueño y señor de mis destinos y pensamientos, planto allí donde creo poder ser más feliz y trasmitir esa felicidad a mi familia.

Ante esas declaraciones se impone una pregunta a mis colegas, esos que me escriben desde la isla, o esos otros con quienes converso cuando coincidimos en eventos internacionales: ¿es este el cambio, la apertura, la nueva era para “la unidad de la Cultura Cubana en toda su diversidad” que ustedes anunciaban y defendían? Con toda sinceridad, y desde el respeto que pese a nuestras diferencias ideológicas profeso a muchos de ustedes, un discurso tan manipulador, tan excluyente, tan oportunista y tan burdamente politizado como ese, les ha hecho quedar en un ridículo absoluto. Callarse ahora, ante una declaración tan lapidaria como la que pronuncia el ministro en sus declaraciones al portal CubaSí, es asumir una cobardía inexplicable en momentos en que, según ustedes mismos defendieran ante mí, puede decirse cualquier cosa, incluso contra el gobierno sin que nadie tome represalias. Pero callarse tras esas opiniones sería, además y sobre todo, asumir una responsabilidad moral en la implantación forzada de un apartheid cultural, establecido mediante rígidos condicionamientos políticos, que elimina de plano a quienes creemos en la pluralidad de pensamiento, en la necesaria diversidad de la libertad de expresión y, simplemente, en el derecho que como creadores cubanos tenemos de opinar, escribir o asumir nuestra responsabilidad ciudadana ante la nación sin compartir la ideología oficial de quienes nos han gobernado ya, como todos ustedes me dijeron, demasiado tiempo.

«Los recibimos con los brazos abiertos, siempre que no renuncien al espíritu de este pueblo y no ignoren su compromiso, de más de medio siglo, por alcanzar la mayor justicia social posible. A noventa millas está la mayor potencia económica y militar de todos los tiempos. Esa potencia nos bloquea, pretende aislarnos. No se pueden ignorar esos efectos«, dice el Ministro Julián González, y, como si nos considerara subnormales incapaces de analizar sus palabras, pretende hacer creer que esa es una política “inclusiva”, aún cuando en otra línea de sus declaraciones deja todavía más claro que su discurso va dirigido especialmente a esos «no pocos creadores (que) abandonaron el país por razones económicas o personales».

Espero que alguno de mis colegas recuerden que les anuncié que, según mis análisis, el gobierno, cuando llegara el momento (para aprovecharse de los recursos económicos que podría sacarle a esos artistas retornados en el nuevo entorno semicapitalista de la cultura nacional, y para seguir ofreciendo al mundo imagen de tolerancia) sólo permitiría la entrada a quienes siguieran fielmente sus pautas políticas o, también, a quienes hicieran silencio o mutis oportunista ante el desastre moral, político y económico en que Fidel y Raúl Castro han convertido a la isla en estas cinco décadas, justificando todos sus fracasos con el fantasma omnipresente y todopoderoso de ese bloqueo yanqui que menciona el ministro de modo tan arribista (aunque ya sea, en verdad, y sobre todo ante la política de Obama en relación con Cuba, un perfecto anacronismo).

Pero lo que más asombra es cómo el retroceso moral del país también ha calado en el espíritu crítico, abierto y dialogante de gente como Julián González Toledo o Abel Prieto. Los conozco desde hace ya más de veinte años y no puedo olvidar conversaciones compartidas en las que su discurso era en verdad inclusivo, tolerante, respetuoso de las diferencias. ¿O es que debo aceptar de una vez que fui un iluso, que todo eso era parte de una taimada estrategia oportunista para engañar al mundo cultural de la isla, lograr desde el poder lo que con sus obras no podían lograr, y hacernos decir (yo también fui de los que dije eso) que tras el desierto podrido en que Armando Hart convirtió a la cultura cubana, la gestión de Abel Prieto había logrado un remanso, otra vez, más inclusivo, fértil y justo para todos los creadores? ¿Era ese discurso simplemente una burda maniobra en su ascenso para, una vez llegados al poder cultural real, convertirse a corazón abierto en unas marionetas que aplican a la Cultura el discurso intolerante, demagógico y represivo de la dictadura?

También, por cierto, me resulta muy significativo que el gobierno, según se evidencia en lo establecido oficialmente por estas declaraciones del ministro, esté aplicando para el retorno de los artistas exiliados el mismo esquema excluyente con el que se ha lanzado a implementar el llamado “intercambio cultural” entre Cuba y Estados Unidos.

A quienes siguen hablando de cambios reales “en el pensamiento” de nuestros gobernantes, les pregunto: ¿acaso la Academia de la Lengua Española, en la versión ampliada que acaba de publicar, ha incluido una nueva acepción para la palabra “cambio” que explique la tesis de esos supuestos cambios de pensamiento?

Ya lo dije al inicio: Será el otoño que aplasta a Berlín, con la misma plasticidad gris y pegajosa de esa lluvia que cae tozudamente al otro lado del cristal.

Perdonen entonces que hoy me sienta tan intolerante.

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