Colegas V: Jenny Pérez-Schmidt

Publicado por Amir Valle | Publicado en Generales | Publicado el 29-09-2015

Colegas

 

(Serie)

Uno de los mayores enriquecimientos que he recibido como escritor ha sido ejercer el periodismo junto a colegas de una profesionalidad tan indiscutible, que cada encuentro con ellos es una lección magistral. En esta serie, quiero hablar de algunos de esos periodistas.

 

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Jenny Pérez-Schmidt:

la voz de la inteligencia y la profesionalidad.

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Juro que es casualidad que justo hoy publique aquí mis impresiones sobre una de las profesionales más completas que conozco en mi trabajo como periodista: la chilena Jenny Pérez-Schmidt. Incluso estas líneas iniciales las incorporo al texto que escribí ayer, lunes 28 de septiembre, sin imaginar que hoy, martes 29, ella andaría de cumpleaños. Mi alegría, pues, es doble: tan feliz coincidencia me permite, al mismo tiempo, agradecer a Jenny todo lo que he aprendido junto a ella en estos dos años de trabajo y felicitarla por un nuevo aniversario en su corta pero intensa y, repito, muy profesional vida.

Me gusta su estilo. Es lo primero que debo decir. Y también me atrevo a agregar que, luego de trabajar varios años con (o conocer a) presentadoras cuyo único mérito real era su extraordinaria belleza y la capacidad aprendida de leer bien las noticias que verdaderos periodistas escribían para ellas en los teleprompters, ha sido para mí muy enriquecedor encontrar en la Deutsche Welle a periodistas de verdad frente a las cámaras, a mujeres que además de su hermosura despliegan una inteligencia y una alucinante entrega al periodismo. Léase entonces que digo: Jenny Pérez-Schmidt es bella, inteligente, cordial, osada periodísticamente y, otra vez repito la palabra, profesional. Su estilo, como me han escrito algunos colegas y lectores que siguen mi trabajo en la televisión, es ágil, impactante, profundo, cautivador. Y esa mezcla la convierte, en mi opinión personal, en una de las joyas que hoy prestigian a la Deutsche Welle.

Nuestros primeros encuentros fueron virtuales: yo perseguía las noticias por esa deformación profesional que me obliga a estar informado, uno de los primeros lugares donde siempre busqué eran los servicios informativos de la Deutsche Welle y allí estaba Jenny. Me llamó mucho la atención que no se dejaba seducir por los lugares comunes que el periodismo internacional crea sobre ciertos temas y ciertas personalidades, que no era amiga de las etiquetas y prefería ir detrás de la objetividad, como hacen los grandes periodistas, dejando de lado incluso a veces sus propios credos, su propia ideología: le importaba encontrar la verdad dentro de ese marasmo de informaciones contradictorias que enrarecen la comprensión de ciertos temas, como por ejemplo, el espinoso tema «Cuba». Y esa mirada suya, descontaminada, objetiva, anclada sólo en la lógica histórica y social de cada proceso en análisis, me hizo convertirme en uno de sus fans (se lo diría tiempo después, en nuestro primer encuentro no virtual).

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Entrevistando a José Mujica, de Uruguay.

La vi así entrevistar magistralmente a presidentes latinoamericanos, conversar de tú a tú con especialistas en temas diversos, profundizar con opiniones muy acertadas en conflictos internacionales en los cuales ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo…, y uno de esos días escuché su conocida voz al otro lado del teléfono interesada en mis opiniones sobre ese eterno dilema que es la sucesión del poder en Cuba y los cambios del hoy llamado «periodo raulista», pues de eso trataba el primer programa televisivo que compartimos. Me ponía a pensar con sus preguntas y, quienes me conocen, saben que me encanta que los periodistas que me entrevistan me hagan pensar y no se limiten a esas preguntas tontas de rigor, estilo «¿cómo se siente al ganar este premio?». Y mi trabajo con Jenny ha sido siempre así: un apasionante intercambio de ideas en busca de la verdad.

¿Cuántas charlas hemos tenido desde entonces? Y ya sea a través del teléfono, del email, del Facebook o cara a cara en esos minutos del antes y el después de cada uno de los muchos programas televisivos que hemos grabado juntos, me he sentido siempre al mismo tiempo respetado (lo cual me hincha el ego, no lo niego) y también retado por el modo en que ella hurga en mis experiencias de vida sobre temas cubanos, latinoamericanos o de mi especialidad como periodista, el Medio Oriente. Eso es algo que agradezco: en los años que corren, la complicidad y la confianza entre colegas es algo que cada vez, por desgracia, existe menos en nuestro medio, el trabajo periodístico; y el respeto que ella siente por mis años como periodista y escritor concretado en esa manera suya de obligarme a buscar en los archivos de mi memoria, de mi experiencia profesional, me ayuda a superarme, a no dejarme achantar en la comodidad de lo mediocre, creyéndome un iluminado, aupado por la reverencia con la que mis colegas periodistas y escritores suelen tratarme.

Junto a otro excelente periodista, el español Carlos de Vega.

Junto a otro excelente periodista, el español Carlos de Vega.

Aunque también me sucede con otras colegas de la Deutsche Welle, especialmente con Jenny Pérez-Schmidt he podido experimentar la exquisitez de esos momentos de colaboración en que dos profesionales intercambian, con naturalidad, olvidando las distancias y las experiencias, en un proceso que resulta enriquecedor para ambos. Quienes me conocen saben que soy un eterno alumno de toda esa experiencia que poseen esos otros seres humanos a quienes la vida me pone delante, en lo personal y en lo profesional; y debo decir que he aprendido mucho de Jenny.

Pero hay otra conexión que me seduce: la periodista Jenny Pérez-Schmidt, si quisiera y encontrara el tiempo, podría convertirse en la escritora Jenny Pérez-Schmidt. Tiene material suficiente para escribir varios libros, pero hay uno sobre el cual hemos conversado varias veces, con un tema tan apasionante e historias tan estremecedoras que, estoy seguro, podría convertirse en un bestseller mundial, en una lectura indispensable, útil, imprescindible en un mundo tan convulso y podrido como este en el que habitamos. Le he jurado que insistiré hasta el agotamiento en que debe terminarlo, y eso hago ahora: insistir. «Tienes un gran libro en las manos, querida Jenny, y es criminal que esas historias no tomen cuerpo y llenen páginas que otros puedan leer, así que aquí te hago público mi reto: ¡escribe ese libro!».

A fin de cuentas, que aunque en uno de sus mensajes me haya dicho: «es un privilegio trabajar contigo y tener tu amistad», soy yo quien se siente un privilegiado por compartir ante las cámaras de la Deutsche Welle para América Latina con una profesional de tanta altura y por saber que siempre, allí, en los estudios de la Volstastrasse tengo a una fiel, inteligente y hermosa amiga.

Como periodista durante el «gran reencuentro»: el del Presidente de los EEUU, Barack Obama, y de Cuba, Raúl Castro, en la Cumbre de Las Américas. Ciudad de Panamá, 11 de abril, 2015.

Como periodista durante el «gran reencuentro»: el del Presidente de los EEUU, Barack Obama, y de Cuba, Raúl Castro, en la Cumbre de Las Américas. Ciudad de Panamá, 11 de abril, 2015.

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