La miel y los recuerdos

Publicado por Amir Valle | Publicado en Generales | Publicado el 25-05-2016

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Me he tomado la última cucharadita de miel de un pequeño pomo de Lady Bee y los recuerdos me han abrumado. En todos esos flashazos memoriosos aparece el hermoso rostro de mi abuela Caridad:

  • con una cuchara de miel en la mano, cada mañana, antes del desayuno, hablando de lo maravillosa que es la miel: «verás los músculos que vas a tener mañana», decía, cuando comprobaba que no iba a convencerme con aquello de que la miel me daría buena salud, pues ningún niño anda pensando en esas cosas de adulto;
  • con una jarra de limonada caliente endulzada con miel cuando yo me escapaba a mataperrear semidesnudo con mis amigos bajo los abundantes aguaceros, «verás que no coges ningún catarro»;
  • con una tostada de pan dulce untada en miel en las meriendas,  «para que puedas seguir jugando con más energía»;
  • con una tisana de manzanilla humeante, en la que había diluido una cucharadita de miel de abeja de la tierra, si me veía retorcerme con dolor de tripas luego de una hartura de mango, como si me empeñara en vaciar las muchas matas que había en el patio de nuestra casona en Guantánamo;
  • o el tintinear de las cucharillas de plata diluyendo la miel en el te que mi abuela había vertido en las lujosas tazas de porcelana que colocaba cada fin de semana para recibir a sus amigas católicas para unas chácharas que entonces me parecían aburridísimas donde solo hablaban con igual pasión de lo grande y santo que era Dios o de lo apuesto que se veía el nuevo ayudante del cura con su estola de color celeste que hacía juego con sus hermosos ojos…

En 2006, cuando llegué a Alemania y fui invitado a casa de la escritora y vicepresidenta del PEN alemán, Karin Clark, tuve el primer Deja vu respecto a la miel: acá, raras veces, se le echa azúcar al té, pues la mayoría prefiere tomarlo amargo o endulzarlo con miel, cuya azúcar el cuerpo consume y procesa con más facilidad.

Y luego de 10 años viviendo en un país que podría decirse que rinde culto a la miel; que la utiliza en casi todos los ámbitos, ya sea en productos de belleza o cuidado de la piel, con fines medicinales, como complemento alimenticio, para la producción de dulces o panes, y sobre todo en muchos usos culinarios en la vida hogareña, me he preguntado muchas veces porqué en Cuba, desde hace ya varias décadas, la miel se identifica sólo con la enfermedad: Tomas miel cuando estás enfermo y sólo para algunas enfermedades.

Con Gabriel Cortina, en la Puerta de Brandenburgo, en Berlín, abril de 2016.

Con Gabriel Cortina, en la Puerta de Brandenburgo, en Berlín, abril de 2016.

Por eso viví momentos de singular placer, de esos que despiertan recuerdos gratos de un pasado feliz, cuando uno de esos hermanos que me dio la vida: Gabriel Cortina, a quien en mi familia llamamos simplemente «el Gaby», me escribió desde Miami diciéndome que había decidido lanzarse junto en una pequeña empresa personal de comercialización de miel dominicana. Y luego de algunos intercambios por estos mundos virtuales, en abril, de visita en Berlín, pudo referirme cara a cara cuánto esfuerzo, trabajo, dedicación e incluso malos tragos le ha costado echar adelante lo que hoy es, por suerte, una empresa que se ha colado muy bien en el mercado pese a la competencia desleal de otras empresas que comercializan productos de mala calidad, atrayendo a los compradores con precios más baratos y una publicidad engañosa sobre la real calidad del producto que vende.

Me dio orgullo ver la pasión que Gaby y su esposa Marta, colombiana, sienten por el prestigio alcanzado por medio del sacrificio personal de cada día y, especialmente, me resultó admirable su decisión de mantener a toda costa la calidad de sus productos, aunque ello significara pérdidas en el mercado.

Un selfie con Marta y Gaby en Berlín, abril de 2016.

Un selfie con Marta y Gaby en Berlín, abril de 2016.

Y es admirable porque, lamentablemente, cada vez es más común escuchar que en muchos de esos sitios del mundo adonde han emigrado cientos de cubanos son procesados por robos, estafas, y hasta crímenes; y en esas circunstancias tan tristes para el prestigio internacional de nuestra gente, actitudes honestas como las de Gaby y Marta cobran un valor extraordinario.

Si se tratara de un artista, de un escritor, yo diría a los cubanos que viven en Miami, o en otras partes de Estados Unidos la clásica frase: «coopere con el artista cubano». Pero al tratarse de una empresa comercializadora de miel, capitaneada por una familia cubano-colombiana, yo diría a mis amigos, lectores y colegas cubanos, colombianos y de otros países que residen en Miami o en otras ciudades norteamericanas, que cuando quieran comprar miel, de calidad, producida con amor y pensando en la satisfacción del cliente, allá tienen a Lady Bee. Dejando a un lado el cariño que profeso a los gerentes de esta empresa, yo probé esa miel; sé de lo que hablo.

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