De sombras, poder y otras herencias

Publicado por Amir Valle | Publicado en Política cubana | Publicado el 23-10-2015

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ó
esos Don Nadies que podrían gobernarnos

 

Reflexionemos, cubanos: ¿quién es Alex Castro Soto del Valle para que vaya por el mundo dándose aires de «analista» de la realidad cubana?, ¿quién es Antonio Castro Soto del Valle para que fuera promocionado para representar a Cuba desde el 2009 y hasta el 2014 como vicepresidente de la Federación Internacional de Béisbol?, ¿quién es Mariela Castro para que monopolice en Cuba, y a nombre de Cuba fuera de la isla, la necesaria recuperación de espacios sociales para la comunidad cubana LGTBI, si los únicos detalles «diferenciadores y destacados» de su currículum personal es haberse casado con un rico empresario italiano, luego de su primer matrimonio con el chileno Juan «El Chele» Gutiérrez Fischmann, acusado de haber asesinado al senador chileno Jaime Guzmán, en 1991?, ¿quién es Alejandro Castro Espín para que muchos analistas lo vean como el posible sucesor de la dinastía familiar que ha gobernado a Cuba desde 1959?…

Podríamos seguir en ese «¿quién es quién? y en todos los casos me viene a la mente un único calificativo, un par de palabritas que los cubanos usamos siempre a modo despectivo: Don Nadie. Porque siendo honestos, si esos cuatro nombres antes mencionados no hubieran tenido el respaldo magnánimo del poder omnipresente del clan Castro, ¿habrían alcanzado el renombre que hoy tienen en ámbitos donde, como bien se sabe, existen muchos otros cubanos de altísima preparación y una verdadera trayectoria profesional que han tenido que lograr sin ningún tipo de «ayuditas»? No podemos cuestionar a quienes, en esos sitios, no se han opuesto a que estos «hijitos de papá» hagan sus carreras pasando por encima de otros con más méritos, pues es conocido que nada puede hacer en Cuba un simple ciudadano contra los designios que vienen «de arriba», es decir, de esas oficinas desde donde la dinastía Castro administra esa inmensa granja privada que es Cuba. Pero sí creo que esa: «¿quién es quién?» es una de las interrogantes que debe hacerse hoy cualquier cubano, en la isla o el exilio, de cara a esa «nueva era» que algunos vemos simplemente como un cambio de perro viejo por un perro joven al que se le pone el mismo viejo collar, luego de darle algunos retoques al brillo de los remaches y de pulir un poco el cuero para que parezca nuevo.

No vale la pena preguntar si haremos algo para evitar que estén ahí, en la palestra de los nuevos tiempos, convertidos en los nuevos capitalistas que explotarán a nuestro pueblo mientras, con el eterno cuento de una isla decidida a construir un mundo mejor, engañan a algunos cubanos y a los ciegos revolucionarios románticos que vagan por esos mundos. Y no vale la pena preguntar porque YA los hemos aceptado, están ahí, hablando en escenarios nacionales e internacionales a nombre de nuestro pueblo (un pueblo que sigue sin ser consultado y que, aún peor, ni siquiera sabe quiénes conforman esa nueva élite de poder, como lo demuestra una encuesta que un colega periodista alemán realizó en distintas provincias de Cuba, entre la gente de a pie, a quienes preguntó quién es ese Luis Alberto Rodríguez López-Callejas que, para seguir en el discurso de la prensa oficial, los «mercenarios al servicio del imperio» y las «transnacionales de la información», en sus «campañas anticubanas» aseguran es quien dirige los hilos de la economía y las finanzas del gobierno de Raúl Castro).

Documentos desclasificados o descubiertos en los últimos años en archivos de las policías políticas de países del antiguo campo socialista: la Stasi alemana, la KGB rusa, la StB checoslovaca, la Securitate rumana, la Sigurimi albanesa o la CSS búlgara, demuestran que, mientras hablaban a sus pueblos del triunfo eterno del socialismo, los gobernantes políticos de esos países preparaban, a la sombra, su plan B; es decir, las vías posibles a recorrer por sus herederos en caso de un descalabro político, como evidencian los documentos de esas estrategias designadas bajo nombres tan sugestivos como “Plan Aurora”, “Plan Mañana”, «Alternativa del día después», etc.

Veamos, de forma general, algunas coincidencias en estas estrategias:

“Eliminar los elementos parásitos del sistema” o, según los expertos soviéticos de la KGB y los alemanes de la Stasi, eliminar, por vías judiciales o políticas, «todos los poderes depositados en elementos ajenos al sector histórico fundador del concepto de gobierno implementado” (léase aquí, Carlos Lage, Felipe Pérez Roque, etcétera, etcétera).

«Visualización de la herencia», paso en el que rusos, checos y polacos se oponían a alemanes, rumanos y búlgaros, pues los primeros preferían crear una herencia ideológica y visualizarla en una nueva élite de políticos, en tanto los segundos, encabezados por los estrategas de inteligencia de la RDA, veían más natural visualizar la herencia sanguínea, es decir, pasar el batón a los herederos de la familia en el poder. Los rusos apostaban por ir visualizando ante la población elementos jóvenes, fuertemente identificados con las ideas originarias del proyecto y que, tanto en lo físico, en su comunicación con la población y en su proyección política pública ofrecieran a las masas una indudable sensación de cambio (entiéndase, en las circunstancias cubanas, Miguel Díaz Canel, Marino Murillo, etcétera, etcétera). Los alemanes, que suelen ser más pragmáticos, consideraban más efectivo visualizar a los herederos sanguíneos del núcleo fundador, pues así se fundirían de un modo más natural a los ojos del pueblo las influencias ideológicas y familiares recibidas por estos herederos en su proceso de crecimiento político (y nótese que justo eso es lo que ha venido sucediendo desde que Raúl tomara el poder: se han visualizado, por primera vez en la historia de la Revolución, a esos hijos de los que todo el pueblo hablaba, pero de quien pocos podían hablar con propiedad).

Nos referimos, en todos los casos, a documentos emitidos a mediados de los años 60. Y aunque no existan evidencias sólidas de que la Seguridad del Estado de Cuba haya recibido sugerencia de implementar estas estrategias (y de que Fidel haya aceptado implementarla), lo innegable es que, luego de unos años iniciales en que su vida privada no era top secret, a partir de 1970 hasta que entregara el poder a su hermano en el 2005, Fidel Castro se negó a que su intimidad y la de sus herederos fuera conocida por el pueblo. Y curiosamente eso formaba parte del entramado psico-social de la estrategia planificada por la policía política del bloque socialista: por un lado, se incentivaba el mito de la entrega del dirigente a su pueblo, pues este era capaz de sacrificar su familia a nombre de un ideal; por el otro, se insuflaba el morbo por conocer esas zonas privadas, esos herederos, a quienes se les veía como «elegidos por la historia» y llamados a ser continuación lógica del ideario de sus padres; y por último, sólo gracias a ese desconocimiento, a esa invisibilidad social, dichos herederos podían gozar de privilegios que otros individuos del pueblo no podían ni soñar, como viajar de vacaciones al extranjero, visitar las instalaciones turísticas del país sin ser reconocidos, mantener un nivel de vida prohibitivo para el resto de los ciudadanos, y, en especial, estudiar en prestigiosas universidades extranjeras carreras o máster de alta importancia para ese futuro que podría llegar al país si las cosas se torcían.

En todo esto pensé cuando escuché al hijo de Fidel, Alex Castro, lanzar la primera broma «inocente» tras las conversaciones entre Obama y Raúl, cuando aseguró que, ¿por qué no?, a él le gustaría que los cubanos tuviéramos Coca Cola; sueño al que agregó a la Mc Donalds, en sus recientes declaraciones al canal 24 Horas de Chile; sueño o broma que pierde toda inocencia cuando se asume como un crítico al sistema, dice que los cubanos (otra vez pretende hablar a nuestro nombre) «estamos haciendo un upgrade de nuestro socialismo», y nos hace recordar que en círculos privados ha manifestado su interés por el mundo del comercio y los negocios.

Preguntas que se imponen: dejando de lado la interrogante de quién costea todos esos viajes que da, según él, para realizar «investigaciones sobre la moringa», ¿de dónde saldría el capital con el que un Don Nadie como Alex Castro invertiría?; ¿el salario que recibe como vicepresidente del INDER le permite a Antonio Castro costearse su viaje de turismo a Turquía (las cifras más bajas hablan de un gasto de más de 20 mil dólares), a Nueva York y a otros lugares donde se le ha sorprendido «turisteando»?; si ella misma se queja de que el Centro Nacional de Educación Sexual que dirige apenas cuenta con recursos, ¿quién costea todos esos viajes «de trabajo» que da cada año Mariela Castro por el mundo?

Pero aún más importante: aún en el caso de que, en nombre de esa democracia y esa pluralidad que Cuba necesita, demos el derecho a su presencia como figuras posibles en un futuro escenario político y social, ¿están ellos dispuestos a dar ese derecho a quienes hasta hoy no lo han tenido?, ¿desistirán de monopolizar el poder, para que se instaure esa multiplicidad de caminos, opciones, ideas y proyectos que Cuba necesita para salir de ese estercolero en que sus padres, Fidel-Raúl-y-camarilla convirtieron a nuestra isla?, ¿estarán dispuestos a entender que, así como los hijos no deben pagar por los errores de sus padres, ninguna herencia sanguínea los convierte en protagonistas de un destino que, si fueran honestos, están obligados a compartir con esos otros millones de cubanos sobre los que, hasta hoy, sus padres han impuesto sus caprichos?

Según las evidencias, sus discursos y su modo de actuar, hay una sola verdad evidente: estar donde hoy están, recibir financiamientos que no existen para otros cubanos con más méritos y prestigio, poder darle la vuelta al mundo (ellos y su familia) en viajes de placer y turismo con dineros de dudosa procedencia que nadie por órdenes dictatoriales puede cuestionarles, y pararse delante de la prensa del mundo hablando a nombre de un pueblo que no los eligió, se debe únicamente a que por sus venas corre la sangre de los Castro, una sangre que parece ser azul, como la de cierta podrida y desvergonzada realeza europea que también lucra y disfruta por obra y gracia del azar histórico que los ha colocado a esa altura, sin poseer méritos ni dones verdaderos para estar ahí. O tal vez sí, todos, y especialmente estos herederos del castrismo, tienen un gran don: el del cinismo.

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