Las esquinas del papel
Publicado por tonimedina | Publicado en Publicados anteriormente en amirvalle.com | Publicado el 12-06-2010
Heinrich Böll apareció a eso de las siete. Nevaba sobre Langenbroich. Una nieve fina, regada sobre las casas y los árboles y los cercados por las rachas de viento helado. Extrañamente no hacía frío. O al menos no ese frío que alguien como yo, recién llegado del cálido Caribe, pensé encontrar en un sitio donde el blanco de la nieve lo cubría todo. Y quizás por la luminosidad de tanta blancura, o por la luz de las bombillas exteriores de la baranda de la casa, o porque mis ojos ya se habían acostumbrado a buscar cada noche en la semioscuridad el breve camino que me llevaba desde mi flat a la baranda, pude ver al hombre acercarse, subir los tres escalones de viejas tablas y abrir la puerta de madera y cristal.
Traía un libro en la mano y vino a sentarse en una de las sillas de mimbre, frente a mí.
― Este ha sido un invierno raro ―dijo, y se puso a hojear el libro, imbuido en la contemplación de sus páginas, con ese placer que un escritor siente ante cada nueva obra publicada.
Pude observar, sin apuro, cada detalle de su testa: el pelo ya gris, escaso, abundante a los lados de la cabeza y sobre sus grandes orejas, escaso en el medio del cráneo y con un mechón también gris justo en el centro, que se peinaba, graciosamente, hacia un lado; sus cejas tupidas, revueltas; las profundas arrugas de la frente… tal como lo reflejaban esas fotos que colgaban en algunas partes de aquella casa, o que había podido ver en los libros y la Internet.
― Es un gran libro éste ―dijo, levantando la cabeza para mirarme―. ¿Lo han publicado en Cuba? Leer el resto de esta entrada »