Cuba y el exilio han bailado al son de Fidel Castro

La Opinion de Tenerife. Islas Canarias, España, 23 de marzo de 2008

Por Eduardo García Rojas

Durante su viaje a California.

Durante su viaje a California.

Amir Valle (Guantánamo, Cuba 1967). Está considerado uno de los mejores escritores cubanos de novela negra. Santuario de sombras y Si Cristo te desnuda, protagonizadas por el policía Alain Bec y el marginal Alex Varga, se han convertido en títulos de referencia aunque su novela más reciente Las palabras y los muertos, por la que obtuvo el Premio Mario Vargas Llosa, está llamada a convertirse en un libro de necesaria revisión no ya por fabular la muerte del Comandante Fidel Castro, sino por la de contarnos su vida y secretos a través de los ojos de uno de sus hombres de confianza.

 

Repasando los últimos acontecimientos en Cuba, parece que en la novela Las palabras y los muertos resulta más de anticipación que histórica. En la historia, tras la muerte de Fidel Castro, toma su relevo su hermano Raúl… En este sentido, ¿se ha planteado una continuación, obviamente con otro personaje, de la historia?

Primero, creo que debemos tener en cuenta algo: la novela yo la terminé de escribir a fines del 2004, luego se la di a leer a un amigo escritor y con las recomendaciones que me hizo reemprendí una reescritura que terminé en octubre del 2005, es decir 9 meses antes de que Fidel Castro enfermara y cediera temporalmente el poder a su hermano Raúl. La editorial Seix Barral ya la había aceptado para publicarla cuando ocurre la enfermedad de Fidel y eso aceleró su publicación. Para quienes leen la novela desde fuera de la isla lo primero que salta a la vista, en cuanto a anticipación, es el paso del poder a manos de Raúl, pero si analizas lo sucedido en estos meses te darás cuenta que más de la mitad de las cosas que se cuentan en la novela se ha ido cumpliendo. No creo que sea un mérito mío, pues lo único que hice yo fue darle forma literaria a las versiones que durante años fui recogiendo entre la gente del pueblo: yo sólo di cuerpo de novela a lo que mis compatriotas creen que sucedió en esa parte de la historia que siempre permanece oculta. Creo que si algo demuestra esta novela es la profunda sabiduría del pueblo con respecto a los cauces reales, aunque ocultos, de la historia que vive.

Lamentablemente, debo decir que escribir esta novela fue un gran desgarramiento, porque fue como ir incinerando lentamente muchas de las cosas de mi historia patria y de la Revolución en las que yo creí y por las que luché más de 30 años de mi vida. Descubrir cuánto me habían manipulado y cuánto me habían engañado fue tan duro que decidí no escribir una línea más sobre este asunto. De modo que la continuación se la dejó a cualquiera de mis colegas, si es que sienten interés por hacerlo.

 

¿Qué pretendía al novelizar su vida?, ¿Qué resumen hace de los casi 50 años que ha estado en el poder?

Nunca pretendí escribir una novela sobre Fidel. Como te decía, durante muchos años fui recogiendo pequeñas versiones que el pueblo contaba sobre ciertos sucesos de la Historia; un día, un amigo escritor, que vio todos los archivos en mi máquina, me dijo que yo tenía suficiente material para escribir una novela sobre la historia no contada, sobre la historia no oficial, y cuando me puse a organizar la información reunida en esos años, descubrí que todas las historias, coincidentemente, giraban en torno a Fidel Castro. Por eso he dicho varias veces que yo no he escrito una novela sobre Fidel sino sobre el mundo de mentiras populistas, de intrigas políticas y de confabulaciones ideológicas internacionales alrededor de las cuales él ha estado gravitando todos estos años.

Por desgracia, uno de los descubrimientos más duros para mí al escribir este libro es un gran trauma nacional: la vida de los cubanos ha estado regida, durante 50 años, por un solo hombre que se hizo dueño de nuestros destinos y nos convirtió en víctimas de sus sueños de poder. Y aunque a muchos le pese reconocerlo: la isla ha bailado al son de Fidel Castro y el exilio ha bailado también al compás del mismo son. Creo que es hora ya de que los cubanos de la isla o del exilio dejemos de hablar de Fidel Castro como si fuera el principio y fin de todos nuestros caminos; es hora de que dejemos de pensar que todo nuestro futuro depende de Fidel Castro, ahora perpetuado en su hermano, y que nos lancemos a reformularlo todo, libres ya de falsos mesianismos y de eternos redentores de esa ciencia creada por el gobierno cubano: la Catastrofía Universal, en la cual el mundo está totalmente sin salvación y sólo Cuba tiene la capacidad y la dignidad para salvarlo.

 

¿Por qué cree que hay tan poca literatura novelada sobre dictadores? Apenas conozco novelas históricas sobre Franco, Hitler, Stalin, Pinochet y Castro, por citar sólo algunos. Que sepa, Norberto Fuentes con su ambiciosa Autobiografía de Fidel Castro y tú con Las palabras y los muertos son los únicos cubanos que se han ¿atrevido? a reflexionar sobre el personaje y su, permíteme la expresión, demoníaco apego al poder.

Si algún mérito me están dando los críticos con Las palabras y los muertos es haber escrito una novela sobre un dictador vivo atreviéndome a matarlo literariamente para poder contar la historia. Otros han dicho que yo rescato con esta novela una modalidad muy cultivada en otros años en América Latina: la novela del dictador. Porque si bien es cierto que en otros lugares de la lengua no se han escrito esas novelas, también es cierto que la tradición de novelas sobre el dictador latinoamericano es muy amplia: El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias; Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos; El recurso del método, de Alejo Carpentier; El otoño del Patriarca, de García Márquez; y La Fiesta del Chivo, de Vargas Llosa, por sólo mencionar las más conocidas.

Y es precisamente a mi lectura de La fiesta del Chivo a la que debo haber entendido que yo no tenía derecho como intelectual a esperar a que Fidel muriera realmente para escribir aquella novela que tenía en mente: sentí que ese era mi desquite. El, en su terreno, el de la política y el poder, me había robado 30 años de mi vida en una mentira; yo, desde mi reino, el de las letras, lo coloqué en el verdadero lugar que la historia un día va a darle: el de un hombre ególatra, muy inteligente pero ensoberbecido de poder, que llegó a engañar hasta a la izquierda internacional haciéndoles creer que defendía de corazón el sueño del ser humano de un mundo mejor, sin que llegaran a darse cuenta de que todo era un juego macabro para cumplir la profecía que un padre jesuita le dio siendo casi un niño: «vas a dar mucho que hablar a la historia». El se lo tomó muy en serio.

 

Al investigar sobre Fidel Castro y su entorno, ¿qué fue lo que más le llamó la atención?

Varias cosas: la complicidad de toda una generación para establecer un mecanismo perfecto de control político para sostenerse en el poder; el dolor de ver cómo se traicionó al verdadero ideal de la Revolución priorizando la expansión de la ideología a nivel internacional sin que les importara el sufrimiento y la miseria en que hundía a una nación; el asco de sentir que tu vida y la de tus compatriotas ha sido una mentira y que han manipulado los sueños de varias generaciones de cubanos como si fueran marionetas. Pero, sin dudas, lo más doloroso fue descubrir cómo el mecanismo de poder establecido en Cuba, a nombre del socialismo, es casi idéntico al mecanismo de poder que estableció el fascismo. Eso duele y es vergonzoso.

 

Y en este sentido, ¿qué destacaría de positivo y también de negativo de su persona y su ejercicio del poder?

De cara a los cubanos, pienso que de Fidel Castro sólo quedó el casco y la mala idea, como dice el dicho: incluso los asuntos que pudieron considerarse logros de la Revolución fueron desapareciendo, y por ejemplo, de la famosa salud y educación hoy sólo queda la gratuidad porque la salud y la educación son hoy un desastre total que hasta el gobierno ha reconocido. El totalitarismo lo impuso él; el método de dirección económica centralizado en su persona existe por su ego y su ansia de poder absoluto; la división de la familia cubana; la depauperación económica; la pérdida casi total de los valores morales que siempre tuvo la sociedad cubana; los miles de muertos cubanos en guerras regidas por la estúpida confrontación capitalismo vs socialismo para la distribución del mundo; el éxodo de más de dos millones de cubanos; los más de veinte mil cubanos muertos intentando escapar del «paraíso socialista» que él impuso en la isla. Es un larguísimo rosario de cosas negativas que, puestas en una balanza, dejan bien claro cuán buena ha sido la Revolución impuesta por él a los cubanos.

Si hay algo positivo, eso sería que supo manipular con muy fina inteligencia demagógica el eterno deseo de independencia de los cubanos y que, gracias a esa manipulación, nuestra gente le demostró a los Estados Unidos que a pesar de su poder imperial no doblegarían a un pueblo dispuesto a ser libre.

 

La novela está narrada por una de sus «sombras» de confianza, Facundo. ¿Existe realmente este personaje?, ¿en quién o en quiénes se inspiró?

Facundo existe. Es, incluso, uno de los «nombres de guerra» de uno de los hombres de carne y hueso que ha estado mucho tiempo al lado de Fidel Castro. Yo lo conozco muy de cerca y como me parece un ser tan despreciable, por servil y ciego, decidí ponerlo como personaje en mi novela: otro de mis desquites literarios contra quienes nos han hecho talco la vida a los cubanos.

 

Y si no es así, ¿se puede entender a Facundo como esa parte de cubanos que todavía cree ciegamente en el comandante?

Es también como dices: Facundo puede ser mi padre, o varios de mis tíos, o el padre de un amigo, o muchos de esos viejos patriotas que siguen creyendo en la pureza del proyecto inicial de la Revolución, resistiéndose a ver las podredumbres que, cada día, son más visibles. En el fondo, los entiendo: es terrible reconocer, cuando tienes 70 años, que has tirado toda la vida sacrificándote por una mentira. Hoy, por ejemplo, los que siguen siendo revolucionarios en mi familia no defienden ni a la Revolución ni a quienes la representan; a ellos sólo les preocupa que no volvamos a ser el burdel político y económico de los Estados Unidos. Eso sólo significa una cosa: hasta los que siguen fieles, honestamente, saben que el proyecto de Revolución, del modo en que se quiso hacer, ha fracasado.

 

En la información que facilita sobre la vida de Fidel Castro nos llama sobre todo la atención la que proporciona sobre la desaparición de Camilo Cienfuegos o el ajusticiamiento de Arnaldo Ochoa. ¿Es real o forma parte de la leyenda?

La de Camilo es otra de las versiones de la historia que recogí en el pueblo y que hace poco supe es comprobable, pues han aparecido documentos, testigos, y numerosas pruebas que dan fe de que a Camilo lo quitaron del medio, precisamente por su enemistad con Raúl Castro y con el Ché Guevara. Es otra de las manipulaciones de la historia oficial: se ha hecho entender siempre que Raúl, Ché y Camilo eran como hermanos, y si bien parece ser cierto que fue así en los tiempos de la lucha en la Sierra Maestra, cuando llegaron al poder comenzaron las diferencias, las peleas y las separaciones.

En el caso del ajusticiamiento de Ochoa, tuve acceso, por ejemplo, a la versión de los hijos, pero no elegí esa versión porque me propuse no incluir en el libro ninguna versión de testigos o implicados directos, y por eso, la versión que allí aparece, se la escuché en el oriente de Cuba, en un campo, a un campesino, padre de un colega escritor, y es la visión más generalizada en el pueblo sobre este bochornoso suceso.

 

¿Cree que la historia terminará finalmente por absolver a Fidel Castro?

Ha hecho mucho daño, y lo sigue haciendo. Hace unos días, cuando Colombia logró ajusticiar a un verdadero terrorista como el guerrillero Raúl Reyes, contra quien existen cargos muy fuertes de terrorismo, nuestro decrépito Fidel Castro catalogó a ese acto de «monstruoso asesinato». Así ha sido siempre. Y así será mientras viva. Yo no soy Dios para saber si la historia lo absolverá, pero te recuerdo que la frase de ese discurso se parece demasiado a la que dijo Hitler en el juicio que le hicieron cuando el Putsch del 1923, y hoy la historia no ha absuelto sino que ha llegado a absorber a ese loco asesino. Lo único que me queda claro es que el nombre de Fidel Castro no debe estar gravitando sobre nuestras vidas. Tengo incluso amigos intelectuales que se han jurado no mencionar nunca más su nombre, pues piensan que mientras el pueblo cubano no olvide su nefasto legado seguiremos anclados en el pasado sin capacidad real de pensar nuestro futuro.

 

En una entrevista ha afirmado que tras la muerte de Fidel Castro para una amplia mayoría de cubanos habrá muerto la revolución. ¿Qué curso cree que tomará la misma a partir de ahora?

Lamento decir que, una vez más, el gobierno cubano me decepciona. Raúl Castro, a quien creí un hombre pragmático y capaz de hacer reformas profundas, ha apostado por el inmovilismo político con ciertas aperturas en lo económico y algunas pequeñas libertades. Basta mirar la nomenclatura de recia raíz estalinista que ha seleccionado para hacer un vaticinio. El sabe bien que la Revolución murió cuando murió la capacidad del hombre que le daba vida: Fidel Castro. Pero él sabe también que la Revolución murió hace muchos años, allá por los años sesenta, y que fueron ellos mismos quienes mataron a la original Revolución, que era una Revolución del pueblo, democrática, plural, que apostaba por la participación de todos los cubanos.

Ahora, siguiendo los pasos de su hermano, sólo le queda seguir alimentando el antimperialismo de los cubanos, y (apoyado en algunas aperturas que seguro tendrá que hacer obligado por el actual estado económico) sembrando los mismos miedos que durante décadas sembró su hermano en el pueblo. Por eso no me extrañó escucharle hablar otra vez, en su primer discurso, del peligro que representa Estados Unidos para Cuba.

 

Además de escritor también es periodista. Su libro Jineteras habla de un asunto que la revolución castrista jura y perjura que ya no existe en Cuba como es la prostitución. ¿Qué recuerdos guardas de las protagonistas del libro?, ¿qué futuro piensa que les aguarda? y ¿te costó alguna represalia trabajar en un documento como éste?

Fue duro y muy humano. Durante más de nueve años estuve trabajando en ese libro, entrevistando a mucha gente vinculada con el mundo de la prostitución, buscando información sobre el tema en Cuba y en el mundo, intentando que las instituciones del Estado me dieran las estadísticas que mantienen en secreto, buscando llegar hasta donde otros periodistas no habían llegado. Creo que pude llegar adonde llegué en ese libro porque yo vivía en esos barrios, era amigo de proxenetas y prostitutas: para ellos yo no era un intruso, era alguien de los suyos que había decidido poner sus historias en un papel. Ese detalle y el hecho de haber conocido de cerca a personas muy influyentes en el negocio de la prostitución en La Habana, Varadero y Santiago de Cuba, me permitieron ofrecer un panorama bastante amplio y profundo del fenómeno en la isla.

Son muchos los recuerdos: es un mundo muy complejo, lleno de grandes traumas humanos y en esos nueve años, incluso, sentí que muchas prostitutas me contaban sus historias como si yo fuera un exorcista: ellas necesitaban desahogarse, contar sus miedos, sus problemas; necesitaban sentir que, al menos una vez en su vida, alguien las escuchaba sin juzgarlas. Muchas de las entrevistadas hoy, en Cuba o fuera de la isla, mantienen una excelente comunicación conmigo.

Por supuesto que sí hubo muchas represalias, es lo normal cuando vives en un sistema que quiere hacer creer al mundo que es un sistema perfecto: desde las altas esferas se ordenó «silenciar» el libro, se me cerraron las puertas del mundo cultural precisamente por orientaciones del actual Ministro de Cultura, y sobreviví solamente gracias al dinero que obtenía con los libros que mi agencia literaria, desde Alemania, lograba colocar en editoriales fuera de la isla. Fue un infierno, pero no me interesa andar de víctima, así que prefiero hablar de este asunto así, por encima.

 

Tengo entendido que el libro circuló en Cuba de manera clandestina y que en un principio pensaba titularlo Habana Babilonia-Prostitutas en Cuba, ¿cómo fue recibido en su país?, ¿cómo ven los cubanos lo que tienen que hacer las jineteras para sobrevivir? ¿No cree que hay una doble moral en todo esto? Doble moral tanto de los cubanos como de los turistas…

Todo el mundo, críticos, escritores, periodistas, coinciden en que ese libro ha sido el mayor bestseller underground en la historia de las letras cubanas, algo inédito en Cuba: un libro no publicado que pasa de mano en mano, clandestinamente, a partir del momento mismo en que fue censurado. Es la mejor prueba que he tenido de la fidelidad de mis lectores, y gracias al impacto de este libro, miles de cubanos que no me conocían hoy son lectores que persiguen mis libros. Es algo hermoso que me ayudó, además, a vencer el golpe de la censura: mi pueblo leyó el libro y me apoyó. Conservo más de seis mil mensajes de lectores de ese libro, todos muy elogiosos, hablando de la necesidad de que una obra así se publicara en la isla. Y luego de su publicación, me enorgullece que muchos escritores de altísimo nivel, como Manuel Vázquez Montalbán, por citar sólo a uno, hablaran muy bien de ese libro que, en el 2007, ganó el Premio Internacional Rodolfo Walsh que se otorga cada año al mejor libro de no ficción publicado en lengua española. Pero los gobernantes de mi país no piensan igual porque el libro demostró, con pruebas suficientes, que el fenómeno era más preocupante de lo que ellos querían mostrar.

Otra cosa es eso de la doble moral. Lamentablemente, debo reconocer que uno de los mayores desastres provocados por este gobierno en un pueblo honesto, sano y ético como era el cubano antes, es haber colocado la doble moral como un modus vivendi natural en todos los sectores de la sociedad cubana actual. Por ejemplo, bajo el término «luchar», que significa hacer cualquier cosa (e incluso delinquir) por tal de sobrevivir, los cubanos han llegado a aceptar el fenómeno de las jineteras como algo normal, hasta el punto de que antiguamente la escala de perdedores sociales terminaba en el borracho y la prostituta, mientras que ahora la prostituta es un símbolo de la prosperidad social, por encima de cualquier médico, abogado o ingeniero. Es algo bochornoso y triste. Y esa doble moral es para todos, incluso para aquellos miles de turistas que vienen a Cuba, disfrutan de los hoteles adonde no dejan entrar a los cubanos, comen las comidas que están prohibidas para los cubanos, y se acuestan por una miseria de dinero con nuestras muchachas, y luego regresan a sus países hablando maravillas del «socialismo cubano».

 

Y para cuándo, si no ha sido publicado ya, un libro sobre los jineteros, la prostitución masculina en Cuba.

Habana Babilonia, publicado por Planeta bajo el título de Jineteras, también cuenta algunas historias de jineteros, pero no hice allí hincapié en eso, a pesar de tener testimonios para incluir, debido a que ese tipo de prostitución no es tan perseguido en mi país como el de las mujeres, como tampoco se persigue la prostitución homosexual hacia el turismo extranjero, que es casi tan fuerte como la que practican las mujeres. Escrito está un libro que nació en ese mismo período: se llama La piel prohibida: Historias de la prostitución masculina y homosexual en Cuba, pero la verdad es que no siento muchos deseos de publicarlo; creo que ya aporté suficiente al tema en Jineteras.

 

En los últimos tiempos los escritores cubanos que más venden en España reflejan una situación del país que nada tiene que ver con la revolucionaria ni la que venden las guías turísticas. En resumen, podríamos decir que se denuncia el caos y la corrupción. ¿Crees que ha jugado en ello un papel importante el renacimiento de la que podríamos llamar novela policíaca cubana?

Desgraciadamente las leyes del mercado están muy influenciadas por el morbo humano. Creo que eso sucede en el caso de Cuba, para bien y para mal: para mal, porque ese deseo del resto del mundo de leer sobre las desgracias de los otros hizo que los editores llenaran el mercado de un montón de porquerías de pésima calidad que convirtieron el asunto de la depauperación cubana en otro tópico más de nuestro «exotismo tropical». Muchas de esas obras fueron escritas por cubanos que decidieron convertir la literatura en un arma contra los gobernantes de mi país y no supieron buscar el toque necesario que convirtiera la denuncia en buena literatura. Por otro lado, es para bien, porque ese deseo de los editores de publicar cosas cubanas hizo que saltaran las barreras que separaban nuestras letras de las letras del resto del mundo y que comenzaran a fijarse en lo mucho de calidad que se escribe por cubanos en Cuba y fuera de Cuba. Pero como defensor del género, sí, creo que el hecho de que Leonardo Padura decidiera romper los esquemas politizados de la novela policial cubana, fue un eslabón esencial para lo que vino después. Creo que la novelística negra de Padura demostró que los cubanos podíamos dar el toque de gracia al concepto ideológico de que escribir sobre los problemas cotidianos del país era algo condenado artísticamente al fracaso.

 

¿Qué le llamó la atención del género y cómo lo entiende adaptado a la realidad cubana de nuestros días?

He dicho otras veces que llegué al género buscando movimiento para mi narrativa. Durante muchos años estuve encerrado en los modelos muy herméticos de Carpentier y Lezama y aunque logré escribir cosas que creo medianamente logradas, sentía que necesitaba mayor libertad, mayor juego. Y cuando vi las posibilidades combinatorias, en materia de estructura, de juego con el suspense, de dosificación de la trama, que existe en la novela negra, descubrí que son unos idiotas de marca mayor todos esos que han creído y creen que la novela negra es un género menor. Además de esas posibilidades expresivas, noté que la vida de los barrios donde yo vivía podía contarse de un modo fabuloso mediante la novela negra. Y finalmente, la decisión de escribir dentro del género parte de algo muy curioso: en mi país hay muchos lectores de la novela policial «revolucionaria», maniquea, cargada de estereotipos, y me pregunté: ¿cómo recibirá un lector tan contaminado una novela más negra que policial donde se les hable de sus problemas, se les cuente sus propias miserias y miedos? Debo decir que la reacción fue impredecible: según reconocen los propios intelectuales de la isla, hoy mis novelas negras son perseguidas por miles de lectores.

 

En sus novelas «policíacas» ha tocado temas tabú no sólo en Cuba sino en otros países como la prostitución infantil, el racismo y en el caso concreto cubano del éxodo. Hasta que punto cree que ha afectado al carácter cubano lo que algunos llaman ya como diáspora.

No creo que haya afectado en mucho por una razón histórica esencial: Cuba fue un país que siempre vivió en esas aguas. Las grandes obras de las letras cubanas, la mayor parte de la música, el ballet, la televisión, etc., fueron hechas por artistas que vivían sus vidas compartidas entre Cuba y otros países. En el caso de la televisión y el cine, nuestras grandes estrellas trabajaban durante la semana en la isla y los fines de semana solían irse a Miami, Caracas, o México DF. En Cuba existió siempre una cultura de la diáspora como escenario natural del ser humano. Lo que sucede es que el gobierno socialista estableció el concepto diáspora como ruptura y debido a eso hoy tenemos tantos millones de cubanos regados por esos mundos, simplemente por pensar distinto a nuestros gobernantes. La diáspora, entonces, en cierto modo ha sido traumática, pues ha afectado a millones de vidas, pero creo que también ha expandido las raíces de la cubanidad a todas partes del mundo, y en el terreno de la cultura creo que ha diversificado nuestra riqueza cultural hasta niveles realmente prodigiosos.

 

Luego está el drama de los balseros, que inspira una de sus novelas más duras, Santuario de sombras.

Fue duro para mí conocer a varios sobrevivientes de operaciones de tráfico de personas. Por eso, a ellos les dediqué esa novela. Ahí están sus historias, reales, donde lo único ficticio es el modo en que yo las imbriqué en la historia. Y el final: el ajusticiamiento que se hizo de los hermanos, traficantes, ocurrió en circunstancias todavía más negras, pero si yo contaba lo que pasó realmente nadie iba a creerse ese final. Por eso decidí modificarlo. Lo curioso de esa novela es que yo la publico cuando todavía no habían sucedido la cantidad de hechos policiales y los juicios de Miami, México, Honduras, Costa Rica y otras naciones del Caribe contra estos individuos. En Cuba, como siempre, cierto funcionario cultural de muy alto nivel dijo que yo exageraba, y sin embargo el tiempo me dio la razón: apenas unos meses después Cuba tuvo que sumarse a la denuncia internacional de estos hechos.

 

Cuenta también con dos personajes más o menos habituales en sus historias negras, el policía Alain Bec y Álex Vargas, una especie de cicerone de la marginalidad habanera, ¿se inspiró en alguna famosa pareja de detectives?, ¿están basados en personajes reales que conoció?, ¿tendremos más aventuras de la pareja?

Alex Varga es un personaje totalmente real. Su nombre fue Francisco Alexander Vargas Machuca, conoció y trabajó para Meyer Lansky en La Habana, luego se convirtió en uno de esos alcaldes no oficiales que tienen todos los barrios marginales. Yo lo conocí de casualidad: era el abuelo de una compañera que tuve en la escuela secundaria. Era un negro enorme, cultísimo y conocedor de todo lo sublime y lo terrible de la vida. Había eliminado gente, como matón, hasta el día en que decidió que ése no era el camino que quería para su vida y desde ese momento decidió proteger a su gente, es decir, a la población de los barrios marginales en los cuales él regía. Mientras yo investigaba para mi libro sobre la prostitución su ayuda fue esencial y recuerdo que se le iluminaron los ojos cuando se vio como personaje en mi novela Las puertas de la noche. Su historia real, que parece salida de una novela, tiene un cierre también de novela y así lo pongo en una nota de la novela Entre el miedo y las sombras: el mismo día de julio del 2002 cuando yo estaba presentando en Gijón mi novela Si Cristo te desnuda, el viejo Alex moría en La Habana, a los 92 años. Alain Bec, aunque se basa en otra persona real, es algo así como un compendio de varias personas: fue una invención necesaria. Y sí, escritas ya están la quinta y la sexta de la serie: Largas noches con Flavia y Los nudos invisibles.

 

Y qué se siente al ser un escritor «marginal» en su propio país y ¿qué tipo de literatura oficial es la que hoy leen los cubanos? Visto desde fuera da la sensación de que al poder le interesa un arte domesticado, aunque de tanto en tanto permita trabajos ligeramente críticos como el filme Fresa y chocolate…

Es un error creer que en Cuba sólo se lee la literatura permitida. En la isla, por diversas vías, se lee de todo: el pueblo cubano es un pueblo lector, y ése mérito, aunque algunos pretendan negarlo, es de las pocas cosas buenas que logró el programa cultural de la Revolución. Por eso no me considero un escritor marginal: soy simplemente un escritor, que escribe de lo que vive, que tiene un público muy amplio en la isla (y gracias a Dios fuera de la isla), que siente responsabilidad con esos seres humanos que viven en la marginalidad social extendida que cunde hoy todo el cuerpo de mi país. Y también por el hecho de que se le enseñó a leer a la gente, aunque el gobierno, como todo poder totalitario, quiera (y logre) domesticar el arte, es normal ver la rebeldía del pueblo contra lo que intentan imponerles oficialmente. En ese sentido se permite publicar cualquier cosa, siempre que el contenido no vaya contra principios esenciales del poder político, eso da sensación de una apertura que jamás ha existido.

 

En este sentido, parece que el humor y la investigación policial son géneros idóneos para «colar» mensajes entrelíneas.

Sin dudas, y no solamente entrelíneas, sino que sirven para crear atmósferas literarias reales basadas en la más pura realidad. No por gusto he dicho que la novela negra es la novela costumbrista de estos tiempos, y no por gusto Paco Ignacio Taibo II ha dicho que el que quiera saber qué cosa es verdaderamente la sociedad latinoamericana debe leer la excelente novela negra que se escribe en nuestros países de América.

 

Por último, ¿hay una literatura cubana dentro y otra del exilio? O sólo una literatura cubana dentro y fuera.

Esa división es un engendro de quienes quieren dividirnos a los cubanos; es un engendro más de ese esperpento de socialismo que le impusieron a mi país, traicionando hasta la esencia más humana del socialismo para convertirlo en ese fascismo disfrazado en el cual hoy agonizan millones de cubanos. La literatura cubana es una sola, hágase dónde se haga. Ninguno de esos que hoy dicen que existe una literatura del exilio le cuestionaron jamás a Carpentier todo lo que escribió fuera de la isla, y si seguimos ese absurdo esquema podemos ya empezar a reclamar internacionalmente que le inscriban a Cuba el premio Nobel que le dieron al más cubano de los escritores norteamericanos: Ernest Hemingway, que hizo casi toda su obra en La Habana. Sería bueno, porque así tendríamos ya nuestro Premio Nobel de Literatura.

Son artificios de la política. El eterno lema: divide y vencerás. Pero la cultura pasa por encima de políticas y de políticos y cada día se demuestra más que somos, todos, una misma cosa: cubanos, estemos donde estemos, y que hacemos lo mismo, Cultura cubana.

 

Nota: Texto íntegro de la entrevista, publicada de modo resumido en el periódico citado.