En Cuba todo es una novela negra

Las últimas noticias. Chile, 3 de agosto de 2006

Por Soledad Marambio

Entrevista publicada

En la azotea de su casa en La Habana.

En la azotea de su casa en La Habana.

«Desde que supe la noticia me atraviesa el cuerpo esa desazón en la cual sientes que estás asistiendo a un momento histórico importante que cambiará de golpe tu vida, al tiempo que no sabes qué esperar. Y quizás eso, en mi caso, se deba a que de pronto está feneciendo alguien que estaba allí cuando nací». El escritor Amir Valle tiene 39 años y Fidel ya gobernaba cuando él nació en Guantánamo.

Ahora con la enfermedad de Fidel, Valle – cuyos últimos libros han sido censurados en la isla – siente que la transición está cada vez más cerca, y dice que la incertidumbre se palpa en Cuba. Todo el mundo habla, cuenta, pero sólo en la intimidad del hogar. En las calles la gente prefiere el silencio. Y ese silencio le duele a este novelista que vive en La Habana y que ha escrito sobre la aparición y auge de las jineteras – prostitutas – y otras muestras de la debacle social isleña, lo que, asegura, lo ha llevado a ser considerado por su gobierno como un «intelectual librepensador peligroso».

 

Leí que vivías en un barrio marginal de La Habana, ¿cómo es un barrio marginal allá?

… Todo cubano es marginal… Es simple: si el cubano tiene que comprar en el mercado negro la mitad de lo que va a comer cada mes; si ha sido obligado a mantener una doble moral que lo hace pensar en la intimidad de un modo y actuar ante la sociedad de otro modo; y si tienes en cuenta que la inmensa mayoría de los cubanos (incluidos los que apoyan al gobierno) violan cada día una buena parte de las leyes creadas por la sociedad, buscando resolver su vida, no puedes pensar de otro modo. Y la vida, tampoco, es pareja para todos. En los últimos años, por desgracia, resurgieron las clases sociales, y hay mucha gente muy pobre, con sus casas cayéndoseles encima, pasando penurias para poder comer, sin dinero para poder comprar los productos que se venden en las tiendas en divisa, hay una clase media también muy empobrecida, y hay ricos (si es que se le puede llamar ricos a hacer las tres comidas, vestir bien y tener los medios básicos en una vivienda) y los muy ricos… Curiosamente entre esos nuevos ricos el mayor porciento es de dirigentes de la Revolución.

 

¿Y la delincuencia en la isla? En una entrevista decías ha aumentado…

Los niveles de delincuencia han subido, y es normal. Es el resultado de la depauperación social y la pérdida de valores. Un delincuente, robando, gana más en un día que todo lo que gana el profesional que más salario tiene en Cuba. Una prostituta, en una noche, gana seis veces el salario de un abogado o un médico cubano. Ser delincuente es más lucrativo que ser profesional. Y el turismo contribuyó a extender esos males… Hay muchas cosas que se ocultan y todas tienen que ver con ese proceso de marginalización de la sociedad… La vida cotidiana es toda una novela negra.

 

Entrevista original

 

Primero que todo me gustaría que me contaras cómo está La Habana hoy, qué dice la gente, qué piensa. En la información que nos ha llegado por acá, se cuenta que está todo muy normal, ¿es así? En todo el mundo la información sobre la salud de Fidel ha causado conmoción. ¿Qué pasa allá? ¿La gente confía en que va a recuperarse y retomar la conducción del país o están en compás de espera?

En conversaciones con familiares y amigos en La Habana hemos llegado a una palabra que define todo: incertidumbre. Es un hecho inédito: jamás Fidel había cedido a nadie, ni siquiera a su hermano, un milímetro de su poder. Y quienes hemos vivido en Cuba todos estos años sabemos que eso significa algo: las leyes de la vida lo han obligado a hacer algo que él jamás tenía en mente. Conozco a personas del mundo intelectual que suelen codearse con él y todos me han dicho que lo han visto vivir como si creyera que él no es, también, un ser humano, como si los conceptos enfermedad y muerte para él no existieran. Pero la naturaleza, como piensan algunos, o los designios de Dios, como pienso yo, están por encima de cualquier intento humano de creer que uno es inmortal.

Eso habla la gente, y hay mucho miedo. Aparentemente todo está tranquilo, pero la conmoción ha sido grande y la gente ni siquiera se atreve a hacer vaticinios porque, repito, nunca se había dado una situación así y cada cubano, sea partidario de Fidel o desee que acabe su reinado, tiene bien claro que en este caso hay detalles que no pueden obviarse: primero, es una operación riesgosa a la edad de Fidel aunque tenga al lado lo mejor de la medicina cubana; segunda, de operaciones así, a esa edad, no se suele salir ileso, siempre quedan secuelas, incluso mentales aunque parezcan no tener relación, y en el proceso de recuperación puede pasar cualquier cosa, con una mayor incidencia en paros respiratorios, infartos, isquemias, etc; tercero, si no se sintiera verdaderamente mal, jamás hubiera hecho oficial su cesión de poderes. Eso, desde la perspectiva del presidente. Pero el pueblo tampoco olvida que en las esferas del poder, siempre, han existidos pugnas por ese poder, y el hecho de que Fidel haya designado a dedo quiénes lo detentarán, olvidando a unos cuantos de sus más usuales seguidores, puede haber creado nuevas escisiones. De todo y más se habla en Cuba, sobre todo en las casas, en el silencio de la intimidad, porque en las calles la gente no se atreve a decir mucho.

 

Y tú, ¿qué sientes? ¿Me puedes contar qué es Fidel para ti? Eres muy joven, naciste en una Cuba presidida por él, ¿cómo te has tomado los últimos acontecimientos?

Aunque Fidel mañana retome el poder, o fallezca, creo que se trata del inicio del fin de más de cuarenta años de un sistema que pudo hacer bien las cosas y, lamentablemente, por causas que sería muy largo explicar aquí, se ha convertido en uno más de los sistemas totalitarios que hoy el mundo pretende olvidar después que cayeron. Desde que supe la noticia me atraviesa el cuerpo esa desazón en la cual sientes que estás asistiendo a un momento histórico importante que cambiará de golpe tu vida, al tiempo que no sabes qué esperar. Y quizás eso, en mi caso, se deba a que de pronto está feneciendo alguien que estaba allí cuando nací. Para mí Fidel es eso: el gobernante que estaba en mi país cuando abrí los ojos y que sigue estando todavía; el gobernante que dirigió un sistema donde pude hacer las cosas que mi padre, con un talento mayor que el mío, no pudo hacer en la Cuba de entonces, pero también el gobernante que, cuando pude pensar y quise hacerlo, se convirtió en la persona que me reprimió todos mis sueños, mis aspiraciones, mis derechos, simplemente porque mi pensamiento no coincidía con el pensamiento oficial y porque elegí siempre mi independencia personal como mi mayor conquista. Como intelectual, lo he dicho en otras entrevistas, Fidel Castro y lo que él representa, me debe muchas respuestas que he hecho en Cuba y que nadie se ha dignado a responder. Ahora mismo me molesta mucho que él se arrogue el derecho de decidir «a dedo» la continuidad del sistema, poniendo las fichas que él quiere. Nuevamente asistimos a un uso soberbio y prepotente del poder: a mí nadie, en estas circunstancias, ha venido a preguntarme, a consultarme, como pueblo que soy, si quiero que este sistema continúe, o qué mecanismos debemos asumir ahora los cubanos para garantizar esa continuidad o una ruptura que lleve a otra forma de gobierno. Es una ofensa al sentido común y al derecho a la independencia. Fidel está haciendo lo que hace siempre: decidir por los demás, sin ponerse a pensar si estamos de acuerdo o no. Pero sé que hay que esperar. Sólo eso.

 

Alguna vez dijiste que en Cuba ha habido una pérdida de valores, que se ve el desastre económico…¿qué ves en las calles que te duele? ¿por qué crees que la isla se fue para allá socialmente?

He dicho muchas veces que una de las asignaturas pendientes de la Revolución y de Fidel es convertir el supuesto crecimiento económico del país en un verdadero crecimiento de la vida económica familiar, personal, convertir todo eso en un beneficio real del pueblo. Otra de esas asignaturas pendientes es cómo mantener la soberanía nacional respetando las libertades individuales. Creo que se pudo lograr ambas cosas, pero el mayor interés del gobierno y de Fidel fue exportar una política de supuesta izquierda y para ello le quitó al pueblo los recursos de los cuales dispuso y le limitó las libertades fundamentales con el propósito de manipular su pensamiento para que lo apoyara en esas campañas políticas. Pero algo nos queda claro a los cubanos: la miseria económica del país puede ser superada en breves años, pero la miseria moral, la pérdida de valores, la costumbre de vivir con máscaras, el miedo, la desconfianza en el ser humano, son males que se superarán alguna vez, es cierto, pero harán falta décadas completas. En mis viajes a Europa he visto cómo, más de quince años después de la caída del muro y del campo socialista, esos traumas persisten en los ciudadanos que padecieron las dictaduras totalitarias socialistas. Lo he visto también, por ejemplo, en el pueblo español, que todavía no logra desprenderse de muchos traumas de esa índole que nacieron en el período de la guerra civil y del franquismo. Eso me duele, y eso he visto día a día en las calles de mi isla: miseria, desesperanza, frustración, gente desilusionada porque la vida les hizo ver que vivieron décadas enteras en un engaño, y lo más terrible: odios acumulados, mucho odio, que es algo contra lo que deberemos luchar en ese período de transición que, quiéranlo o no los actuales gobernantes, se acerca cada vez más.

 

Varios de tus libros no se han publicado en la isla. Sobre «Jineteras» decías que no gustó porque hablaba sobre un tema cubierto por un manto de silencio oficial, ¿cómo te sientes con la censura? Dijiste que tu cruz era ser escritor en Cuba…

Mi día a día es una lucha contra la intolerancia en Cuba, al menos desde hace ya diez años, en que decidí que tomaría las riendas de mi vida, exigiendo la independencia individual y el respeto a mis opiniones. Creo que, por desgracia, los intelectuales en Cuba no han desempeñado el papel que deberían haber jugado en el escenario del pensamiento social cubano, y se han plegado a las prebendas y las facilidades que les ha dado el gobierno para mantenerlos contentos. Un día descubrí algo muy simple: Fidel decía a todo el mundo, a todos los cubanos, que la Revolución se había hecho para que el pueblo cubano pudiera pensar. ¿Cómo entonces pretendía Fidel y el gobierno que yo dejara de hacerlo, simplemente porque mi modo de pensar a mi país, mi modo de entender a Cuba, no coincide con el pensamiento de ellos? ¿Cómo puede alguien enseñarte a pensar y luego contarte las alas del pensamiento? En Cuba he apoyado las batallas políticas que he creído justas, como el hombre de izquierdas que soy. Me he negado a participar y he criticado muchas otras. Pero todo ello defendiendo mi derecho a pensar libremente, a escribir libremente, aún cuando pudiera ser yo el equivocado. Por desgracia, somos pocos los intelectuales que hemos defendido ese nivel de independencia, y la mayoría se ha plegado de un modo bochornoso al sistema para poder disfrutar de las migajas que les tiran los políticos cubanos, porque puedo decirte que conozco a casi todos los intelectuales cubanos, de casi todas las promociones, y en conversaciones privadas manifiestan un pensamiento distinto al que asumen públicamente. Pero la cobardía es también un derecho en una sociedad hecha, por desgracia, para reprimir el pensamiento. Me ha costado caro pensar así. Se me ha colocado en las listas negras del gobierno como un «intelectual librepensador peligroso»; se han cerrado dos de las revistas digitales que logré crear y mantener, sin recursos ni apoyo de nadie; mis libros se han censurado aunque el Ministro de Cultura, Abel Prieto, se llene la boca por ahí diciendo que en Cuba no hay ni un solo caso de censura y hasta él mismo ordenó eliminar mi nombre y el del escritor Antonio José Ponte de cualquier plan, contratación cultural, publicación o evento.

 

El mismo manto oficial parece haber caído sobre la salud de Castro, ¿cómo saber si la información oficial es real? Me imagino que sólo podemos esperar…

En Cuba todo es un secreto porque se trata de una sociedad del secreto: se le oculta a la gente del pueblo la verdadera vida en el exterior, satanizando ese exterior como si vivir en Cuba fuera el paraíso que, bien sabemos, no existe en la tierra; se le ocultan los verdaderos índices del crecimiento económico mediante cálculos absurdos que violan todas las leyes del cálculo económico internacional; se le oculta el creciente movimiento de oposición, serio e independiente y cuando se habla de él se le intenta desacreditar metiendo a todos en el mismo saco de «mercenarios del imperio»; se le oculta mediante un manejo inescrupuloso de los medios, ese inmenso volumen de información que hoy circula en todo el resto del universo. Así pasa con todo. ¿Por qué extrañarse entonces de que Fidel no quiera hablar de su enfermedad si, además de todo lo anterior, ha mantenido en total secreto siempre su matrimonio, sus hijos, sus amistades reales, cosas que, por normales en cualquier ser humano, debieran ser conocidas sin ningún problema?

 

Raúl Castro, ¿lo ves como sucesor? ¿no le falta sangre más joven a Cuba?

Siempre he visto a Raúl como un hombre para la transición. No puede olvidarse que algunas de las más importantes reformas de la economía cubana en los últimos años fueron ideas suyas y fueron materializadas por él, primero como experimentos en las FAR y luego extendidas a nivel social. Pero tampoco puede olvidarse algo que ahora, y en los últimos años, se ha pretendido olvidar con una campaña de dulcificación de su figura: Raúl Castro no es bien visto por una gran mayoría del pueblo cubano. Para nadie es un secreto que, cobijado en la sombra de su hermano, ha sido algo así como el Gran Productor de toda la puesta en escena de la Revolución, pero eso mucha gente del pueblo no lo tiene en cuenta. Quisiera apostar porque, si finalmente el poder queda en sus manos, sepa encauzar la sociedad cubana hacia un proceso de aperturas económicas y políticas que garanticen una real y mayor participación de todos los cubanos, vivan en la isla o fuera de ella, en los procesos de desarrollo de nuestro país.

Por desgracia debo decir que entre los políticos más jóvenes veo mucho oportunismo, mucha demagogia, y mucho extremismo. Actualmente, incluso los más inteligentes y preparados (y quizás por ello) se han dedicado a repetir los slogans y el pensamiento de Fidel buscando ganarse los favores y las prebendas que sólo el Santo Jefe ha dado en esta isla desde hace 47 años. No confío en ninguno, y creo que esa es una barrera que debemos superar los cubanos en los tiempos por venir.

 

Leí que vivías en un barrio marginal de La Habana, ¿cómo es un barrio marginal allá? Uno se imagina que la vida es bastante pareja para todos.

Primero debes entender que en Cuba hace muchos años se rompieron los límites de la marginalidad. Según los estándares que permiten calificar qué es la marginalidad y quién es marginal, hay definiciones a tener en cuenta: primero, por marginal se entiende toda aquella persona que delinque (forzada o por conveniencia) para sobrevivir; toda persona que manifieste un doble pensamiento en su comportamiento social; y toda persona que se aparte (forzada, por conveniencia o por desconocimiento) de los criterios socio-políticos establecidos por el sistema en el cual vive. Bajo ese credo, todo cubano es marginal, y la sociedad cubana actual es una sociedad marginal. Es simple: si el cubano tiene que comprar en el mercado negro la mitad de lo que va a comer cada mes; si el cubano ha sido obligado a mantener una doble moral que lo hace pensar en la intimidad de un modo y actuar ante la sociedad de otro modo; y si tienes en cuenta que la inmensa mayoría de los cubanos (incluidos los que apoyan al gobierno) violan cada día una buena parte de las leyes creadas por la sociedad, buscando resolver su vida, no puedes pensar de otro modo. Por ejemplo, en la mayoría de las ciudades del mundo, los barrios marginales se encuentran en zonas aisladas e incluso en la periferia. En Cuba, la marginalidad social está concentrada en Centro Habana y La Habana Vieja, casualmente los barrios que constituyen el centro de la capital. La vida, tampoco, es pareja para todos. En los últimos años, por desgracia, resurgieron las clases sociales, y hay mucha gente muy pobre, con sus casas cayéndoseles encima, pasando penurias para poder comer, sin dinero para poder comprar los productos que se venden en las tiendas en divisa, hay una clase media también muy empobrecida, y hay ricos (si es que se le puede llamar ricos a hacer las tres comidas, vestir bien y tener los medios básicos en una vivienda) y los muy ricos. La Revolución distribuyó lo poco que había y logró extender la pobreza a todos, pero en los últimos años, dentro de una Revolución que supuestamente lucha contra esas divisiones, existen esas clases sociales y en Cuba, como en otros países, hay nuevos ricos que se apropian de lo poco que hay en el país. Curiosamente entre esos nuevos ricos el mayor porciento es de dirigentes de la Revolución.

 

¿Y la delincuencia? También vi una entrevista tuya en que decías que escribir una novela negra en la isla es hablar de su vida cotidiana, ¿es tan así, de novela negra?

Los niveles de delincuencia han subido, y es normal. Es el resultado de la depauperación social y la pérdida de valores. Un delincuente, robando, gana más en un día que todo lo que gana el profesional que más salario tiene en Cuba. Una prostituta, en una noche, gana seis veces el salario de un abogado o un médico cubano. Ser delincuente es más lucrativo que ser profesional. Y el turismo contribuyó a extender esos males. Lo he dicho muchas veces: esas cosas se ocultan, y no deberían ocultarse. Se oculta el altísimo nivel de delincuencia que hoy existe en Cuba. Se oculta que hoy Cuba es el país con más tasa de suicidios en América y uno de los primeros en el mundo. Se oculta que en los últimos tres años el nivel de alcoholismo social es alucinante. Se oculta que la marginalización de la familia cubana crece debido a la crisis habitacional terrible que el gobierno no ha podido resolver, y sin embargo exporta casas por miles a otros países. Se oculta que la corrupción policial es cada vez mayor, aunque de cuando en cuando en breves líneas de los servicios informativos se de cuenta de que el Ministerio del Interior está luchando contra esa corrupción. Hay muchas cosas que se ocultan. Y todas ellas tienen que ver con ese proceso de marginalización de la sociedad. La delincuencia, entonces, crece. Y la vida cotidiana es toda una novela negra.

 

¿Cómo es tu Cuba ideal? ¿quién podría llevarla hacia allá?

La pregunta es qué instituciones deberían llevarla hacia allá. Es hora de que los cubanos entendamos que una sociedad democrática real no es dirigida por un caudillo. Es hora de que entendamos que las instituciones deben jugar su papel, que la sociedad civil debe jugar su papel, y que todo ello debe ser consensuado por alguien, pero no al revés. Mi Cuba ideal es esa: una sociedad donde todos los cubanos tengamos derecho a opinar, a incidir realmente sobre nuestros destinos, mediante un pensamiento plural, abierto, que dialogue con todos los sectores de la sociedad, en libertad, sin presiones; una sociedad donde los cubanos podamos contribuir con nuestra inventiva, con nuestros recursos, con nuestras fuerzas y con nuestros talentos, en el despegue económico de la nación. Por desgracia, esa no es la Cuba en la que hoy vivo.

 

Por último, una ficción… ¿cómo te imaginas la mañana en que Cuba despierte después de la muerte de Fidel? (me refiero a los niveles más cotidianos, si quieres hablar de procesos además, adelante)

Será una mañana triste porque cuando muere un hombre, sea quien sea y haya hecho el mal o el bien que haya hecho, debemos imponer el respeto por su partida. Pero será una mañana, sobre todo, de reto para los cubanos. Será la hora en que deberemos despojarnos de nuestros miedos, de nuestras cavilaciones, de nuestras dudas, de nuestros odios acumulados y de nuestras diferencias, y asumir que es nuestra la responsabilidad de reconstruir nuestra isla, sin interferencias de nadie. De la respuesta que sepamos dar dependerá el futuro de Cuba.