De odios inyectados, guerras fratricidas y la experiencia de los otros.

Publicado por tonimedina | Publicado en Política cubana | Publicado el 20-06-2010

Pelea

Pelea

Leía hace unos días en un periódico alemán:

“Hemos vivido en una cadena de odios. Y el odio lleva al oprobio. Y el oprobio a la aceptación del crimen. Hitler aplastó a judíos, comunistas, religiosos y homosexuales lo que ya nos habían hecho las potencias que nos vencieron en la Primera Guerra Mundial. Los soldados de la Gran Revolución Rusa, y los del Gran Imperialismo de Estados Unidos, Francia e Inglaterra, le hicieron a los nazis derrotados y al pueblo alemán, lo mismo que Hitler había hecho. Y nuestros “camaradas” de la DDR (República Democrática Alemana) le hicieron a su gente lo mismo que rusos, norteamericanos, ingleses, franceses y nazis habían hecho antes.

Los odios que todavía hoy sobreviven en Alemania, pasados ya los 20 años de la caída del Muro de Berlín y del imperialismo socialista soviético, brotaron de esos antiguos odios cuando no supimos romper la cadena de circunstancias que los alimentaban”.

Ha sido para mí una declaración fundamental. Que cobra todavía más importancia en estos días en que Internet parece un campo de batalla entre distintos ejércitos que arremeten contra sí, cargados de odios, exclusionismo, divisiones, y ansias de protagonismo.

Lo triste es que hablo de una batalla fratricida. Es decir, los ejércitos a los que me refiero son esos distintos estratos divisorios en que nos separó ese engendro al que todavía algunos osan llamar “Revolución Cubana”.

Y aunque sea duro decirlo, y aunque todavía sea más duro escucharlo, todas esas batallas entre los diversos sectores del exilio cubano, todas esa guerritas entre los grupos opositores dentro de la isla, y toda esa marea de odios y egoísmos que sólo provocan más división, nuevos odios, nuevas debilidades son la más dura y pura comprobación de que seguimos aplicando las desviaciones humanas que nos enseñaron quienes traicionaron a nuestro país e implantaron esa degeneración que llaman “socialismo a la cubana”.

Tristemente, debo decirlo, los mejores soldados del régimen cubano somos nosotros mismos, con nuestras divisiones, con nuestras rencillas personales, con nuestras búsquedas de protagonismo, pues el odio que nos sembró el régimen nos impide entender que hay un propósito mayor: reconquistar una nación.

Sé que hay muchas heridas difíciles de olvidar (yo mismo no he podido curarme de algunas que duelen mucho), sé que hay vidas enteras frustradas, sé que hay una larga cadena de muertos que merecen justicia, pero estableciendo guerras entre los cubanos, aplicando con otros que piensan y obra distinto el mismo método que la dictadura nos aplicó, y creando nuevas divisiones a las que ya existen, jamás lograremos nada. Eso sólo conviene a los actuales gobernantes cubanos y a unos cuantos “patriotas” que llevan años enriqueciéndose a costa del dolor de los cubanos.

Tira-482-Web

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Un colega colombiano, amante de Cuba y de nuestras letras y de nuestra historia, pidiéndome disculpas por si sus palabras me ofendían, me dijo hace unas semanas que el régimen seguía ganando todas las batallas ideológicas a las que hasta hoy se había enfrentado por una sencilla razón: “en cualquier parte del mundo te puedes encontrar a un Fidel Castro exiliado y la primera batalla que ustedes tienen que ganar es eliminar a ese Fidel Castro que la mayoría de los cubanos llevan dentro.  No les pueden hacer a otros cubanos lo mismo que Fidel y su gobierno les hizo a ustedes”.

Quise replicar con la dura historia de las últimas cinco décadas, con los muertos, con los presos del régimen, con las vidas marcadas por el hierro al rojo vivo de la dictadura.

Pero me contestó con algo en lo que también creo:

“Tienes que preguntarte, querido amigo, qué cosa deseas para esa Cuba futura de la que tanto me has hablado. De un futuro que nace sobre la sangre, el odio y la aniquilación seguirá manando eso, sangre, odio, muerte”.

Un amigo alemán, que fuera diplomático en la Cuba de los 60’s, luego de asistir a la pelea que protagonizaron, en el Instituto Cervantes de Berlín, tres ilustres nombres de la intelectualidad cubana, me dijo: “ustedes, los cubanos, siguen caminando con el veneno que les inyectó el socialismo. Cuando discuten como si fueran enemigos, cuando se pelean como si la única cosa importante es eliminar al otro, ¿no se dan cuenta de que están montando de nuevo la obra de teatro que dictan desde La Habana los Castro y su camarilla? ¿No les da vergüenza imaginar que mientras ustedes se pelean, en el Palacio de la Revolución deben estarse cagando de la risa?”.

Lo peor vino después:

“Ustedes, los cubanos, sólo llegaran a ganar esa libertad que tanto necesitan cuando entiendan que no pueden seguir bailando ese son que desde hace más de cincuenta años les está tocando Fidel sin que tenga que moverse de La Habana. Cuando dejen de bailar ese son, como marionetas, ya verán qué bien les va”.

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