La novela negra es en América Latina la mejor novela negra

José M. Martín Medem, Ex Corresponsal en Cuba de TVE

Santuario de sombras, la cuarta novela de la serie negra, del escritor cubano Amir Valle, es un libro bueno e interesante; dos cualidades de la novela que no muy frecuentemente se encuentran en esa marejada de novedades que se publican en nuestros días. Es una novela muy bien escrita (quienes hayan leído las anteriores obras de este narrador sabrán a lo que me refiero, prosa sobrecogedora, ríspida, dura, precisa y cautivante y con un inconveniente: se lee con tanto interés y gusto que se acaba enseguida), y es, además, una novela muy interesante porque ayuda a comprender la autentica realidad de Cuba, en esta ocasión, a través de uno de los grandes secretos de esa realidad: el tráfico de personas entre Cuba y Miami, un tema escalofriante, con historias basadas en hechos reales que, lamentablemente, a menudo terminan en la muerte.

Cuatro aspectos llaman a la reflexión desde la lectura de esta novela de Amir Valle:

Primero, actualmente, en América Latina, la novela negra (en su más amplia acepción: novela policíaca, novela de aventuras, novela de intriga, novela picaresca), es la mejor novela de la realidad. Si hasta hace no mucho tiempo obligaban a la novela negra a que demostrase que era una buena novela, ahora las supuestas buenas novelas tienen que demostrar que pueden llegar a la categoría de novela negra en el sentido de pelearse, enfrentarse con la realidad y contarnos qué es lo que pasa en la vida cotidiana de la inmensa mayoría de los hombres y mujeres que en América Latina son cada vez más excluidos, con mayores dificultades para satisfacer sus necesidades elementales y para abrirse un espacio, para «resolver», como diríamos en cubano.

Segundo, (y estas son opiniones personales, porque mientras más conozco Cuba menos me atrevo a hablar en blanco o negro sobre una realidad llena de matices), hay tres características de la sociedad cubana que la Revolución no ha podido modificar en profundidad, aunque las leyes revolucionarias han cambiado las circunstancias y han garantizado los derechos: el machismo, que sobrevive con una tremenda potencia; el racismo, que es espectacular en su capacidad de supervivencia, con su cuota sui generis de sincretismo religioso y la marginalidad habanera, que se mantiene en los mismos sitios, con las mismas características e incluso con eso que podríamos denominar «la ternura de la complicidad» entre los pequeños y los medianos delincuentes desde hace cien años, en el origen de esos barrios. Quien haya leído las novelas de Amir Valle pertenecientes a esta serie: Las puertas de la nocheSi Cristo te desnudaEntre el miedo y las sombrasSantuario de sombras, lo tendrá como conocimiento documentado; y si conoce Cuba, más; y si conoce La Habana, mucho más; y si conoce Centro Habana, ya no tendrá absolutamente ninguna duda de la veracidad de esta afirmación. Evidentemente, las novelas no son tratados sociológicos, pero sí llegan a ser, como estas obras de Amir Valle , una especie de zumo complejo de la realidad y zumo poético, por su espléndida manera de acercarse a cuestiones y aspectos tan delicados y complejos de la realidad cubana. como estos tres a los que me he referido.

Tercero, ¿en qué lugar podemos ubicar la novela negra de Amir Valle ? Parafraseando a García Márquez, es posible decir que durante mucho tiempo la Revolución Cubana no ha tenido quien la escriba. Desde que en su famosa «Palabras a los Intelectuales» Fidel Castro dijo aquello: «dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada» produjo tres efectos inmediatos. Uno, que se dejó en manos de la burocracia la determinación de qué es lo que está escrito contra, qué es lo que está escrito dentro, que es lo que se puede admitir y qué no se puede admitir, y ya está demostrado que cuando son los burócratas los que deciden cuál es la literatura que se puede admitir las consecuencias son lamentables. Dos: hasta fines del 90 no había existido una Revolución de la novela en Cuba, lo que se hace más notable si hacemos un recorrido por la segunda mitad del siglo XX, y se hace visible que Cuba es uno de los pocos países de América Latina donde no se ha desarrollado una novela nueva y donde no han surgido una serie de autores importantes. Y tres: no se ha escrito, o está guardada en los cajones, la novela de la Revolución. Afortunadamente, en los últimos quince años un grupo de escritores descubrieron que eso de «dentro», «contra» tenía una tercera pata: «fuera de la Revolución». Es decir, escribir fuera del juego, pero no fuera de la Nación. Esta última oleada de escritores que han descubierto que se puede escribir fuera del juego, fuera de la Revolución, pero no fuera de la Nación, no fuera de la defensa de la independencia nacional, son los que están haciendo la mejor literatura en Cuba, y sobre todo la literatura que se faja con la realidad y que cuenta qué es lo que pasa de verdad en la isla. Novela que puede ser la negra de Amir Valle , el realismo sucio de Pedro Juan Gutiérrez, la novela policíaca de Leonardo Padura, la novela picaresca de Daniel Chavarría, por poner cuatro ejemplos de novelas que son devoradas por los cubanos.

Cuarto y final: en un momento determinado de su novela Santuario de sombras, uno de los personajes de Amir Valle recuerda aquellas palabras de Martí que dice «los desagradecidos sólo ven las manchas en el sol». Ese es un mérito más de esta novela, y de toda la nueva novela de quienes escriben fuera de la Revolución pero desde la Nación; y es, al mismo tiempo, el mejor elogio crítico de la Revolución Cubana, ya que al identificar las manchas en el sol, se está reconociendo que se producen sobre el esplendor de lo que fue la Revolución Cubana.