Diario Las Américas, 22 de mayo de 2007
Por Ernesto F. Betancourt
Se trata de la novela Las palabras y los Muertos de Amir Valle. Esta obra recibió el Premio Internacional Mario Vargas Llosa por decisión unánime del tribunal de la Universidad de Murcia. En contraste con las obras anteriores de Benemelis y Yáñez, que especulaban sobre lo que ocurriría después de muerto Fidel, en esta obra el autor se concentra en las meditaciones de Facundo, un ficticio jefe de la escolta que dedicó su vida a la protección del Jefe. El autor aprovecha estas meditaciones para revelar las relaciones de Fidel, a lo largo de casi cinco décadas, con los que le rodeaban. Además de revelar las deliberaciones y razonamientos alrededor de muchos incidentes relevantes.
Como en toda esta literatura post Fidelista, Raúl no queda muy bien parado. Lo único que, este autor le tira la toalla a Fidel en varias ocasiones como si el responsable de ciertos hechos hubiera sido Raúl y no Fidel. Se repite lo que ya decían otros autores, que en la Sierra a Raúl le habían puesto el apodo de «la China». Este apodo refleja dos cosas: una que Raúl es hijo del Chino Mirabal y no de Angel Castro y, la otra, la fama de homosexual que llevó a Fidel a forzar el matrimonio con Vilma para encubrir el escándalo. De ser esto cierto, Raúl quedaría como bisexual.
En la novela, Ramiro y Almeida aparecen con frecuencia en anécdotas relacionadas con varios hechos. El autor nos revela a un Ramiro siempre presente a pesar de no tener un cargo específico dentro del régimen. Juan Almeida, queda como el comediante del régimen, una especie de juglar en residencia del señor feudal al que Fidel tolera sus chistes, muchos de los cuales eran a costa de él. Pérez Roque y los de su generación quedan muy mal parados a los ojos de Facundo.
En cuanto a episodios relacionados con Fidel, entre los cuentos que recuerda el hombre de confianza, está uno que no comparto. Según esta anécdota, Fidel fue reclutado por la CIA para ir a Bogotá cuando el famoso Bogotazo de 1948 en un acuerdo para usarlo como doble agente organizado por la KGB a través de Fabio Grobart, el tenebroso representante de Stalin en Cuba desde la época del COMINTERM, Sí creo que hay una base cierta en cuanto a los vínculos de Fidel con el tráfico de drogas. Facundo recuerda hechos en los que él discrepaba de Fidel y el Jefe suavemente trataba de hacerle ver por qué era necesario hacer esto en un país pobre y que los fondos obtenidos servían a los intereses del pueblo. No dudo que Fidel haya usado esta justificación.
Eso sí, dudo que Raúl haya tomado por sí la decisión de derribar los aviones de Hermanos al Rescate el 24 de Febrero de 1996. En esa ocasión, al igual que cuando los secuestros de los Marines de la Base Naval de Guantánamo durante la lucha contra Batista y con la desaparición de Camilo, he quedado con la impresión que los hermanos actuaban de acuerdo. Esto es, había un acuerdo entre ellos sobre cómo responder a las denuncias que podían surgir. Si éstas venían, Fidel podía lavarse las manos diciendo que Raúl había actuado por iniciativa propia. En lo de Camilo, Raúl actuó con pleno conocimiento y apoyo de su hermano.
La novela tiene un final genial. Termina con una traición más de Fidel, esta vez al propio Facundo, su leal servidor y protector de su vida por décadas. Pero dejaré que el lector descubra por si mismo la naturaleza de esa última traición.
En conclusión, me parece que la novela es fascinante. Concuerdo con el tribunal de la Universidad de Murcia. Se merece el Premio Internacional que le otorgaron.