Rebeca Murga, escritora y crítica cubana
Las puertas de la noche se abren para dar paso a una historia policial distinta, de esas que pueden sanear, y de hecho lo vienen haciendo en los últimos años, el policiaco cubano.
Aparecen de nuevo la víctima, el culpable y los móviles para el crimen . Ahí está otra vez el hombre que intenta descubrirlo todo para devolverle a las calles su inocencia, haciendo del mundo un buen lugar para vivir, aunque no tan insípido que no merezca ser vivido. Pero falta en este libro la capacidad de confundir la realidad con la creación literaria en el intento de asumir la literatura como un reflejo del mundo habitado, patrón identificador de aquella novelística de los años setenta que conociera el placer de las publicaciones millonarias a precios módicos. Y precisamente en hacer consciente esa ausencia es donde está el mayor logro de Las puertas de la noche, (Editorial Malamba, España, 2001) del escritor cubano Amir Valle , y el que más le agradecemos nosotros, los lectores.
Es por tanto una historia para convencer, escrita desde la posición que avanza del alma al mercado y regresa para dejar en los lectores el sabor chandleriano del hombre común y a la vez extraordinario. Sin dudas, la Editorial Malamba comenzó muy bien su Colección Narrativa Cubana con la publicación de estas páginas, que si bien no son las únicas dentro del universo del policiaco cubano nacido en los años noventa, donde se están escribiendo novelas excelentes que no siempre pueden ver cómo se abren sus puertas a la luz del mundo editorial, permite recibir con alegría la ansiada evolución.
La vida áspera de la sociedad habanera de estos tiempos, donde se advierte con más crueldad la pérdida de las fronteras entre lo bueno y lo malo en la conciencia del hombre, se expone con la mirada de alguien (un policía) envuelto también en esa disyuntiva implacable. Prostitución infantil y sexo a cualquier hora, una ciudad en ruinas, prejuicios raciales, conflictos de la familia aferrada a la convivencia, son los elementos que mantienen la primacía de la trama. Es el mundo de la miseria, y es esta la lección: «la mierda te puede caer de quien menos tú te lo imagines.»
El verdadero reto para el triunfo de Las puertas de la noche está en la simpatía que despierte en los lectores el héroe de Amir, en la aceptación o rechazo de sus códigos, construidos a partir de sus limitaciones a los ojos de un Philip Marlowe. A su caracterización se le han atribuido puntos débiles que lo hacen caer en conflictos interiores: sabe que el héroe lo es todo, pero él conoce sus limitaciones; sabe que debe ser un hombre solitario, pero él siente urgencia de los demás; debe ser un hombre con sentido del honor, pero a veces y en silencio lo pone en dudas. El héroe ahora es suficientemente bueno en su medio e ignorante de las verdades de otros ambientes donde debe involucrarse para llegar a la meta, por fuerzas del destino y siempre con la ayuda de los demás. No seduce a una duquesa, «tigresa» en este caso, aunque está seguro de que no desgraciaría a una virgen, pues sólo tiene ojos para la esposa que ama. Eso sí, al igual que el héroe chandleriano es un hombre común, corriente, y pobre.
Sin dudas, Amir Valle ha dado muestras con Las puertas de la noche de haberle perdido el miedo al sencillo arte de matar. Algunos, todavía al estilo de los años setenta, podrán imaginarlo con su elegante uniforme azul de policía atravesando los barrios más oscuros de la Habana, pistola en mano en busca de un asesino peligroso. Otros, conocedores de que todos los escritores de historias detectivescas cometen errores y nunca llegarán a saber todo lo que necesitan , después de chocar con la realidad interna de esta atrayente novela, podrán darse cuenta de cómo al fin se abren las puertas de la noche.