Elmer Mendoza
La literatura cubana de nuestro tiempo está llena de variantes; no sólo las referentes a la calidad de su escritura, sino a las que surgen de la posición de los autores con respecto al régimen político de la isla, incluyendo el lugar donde habitan en la actualidad. No es un secreto que los que menos soportan los desacuerdos con los políticos son los artistas, y esa es una línea evidente en Largas noches con Flavia, la novela con que Amir Valle ganó el III Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona, en 2008, publicada por Almuzara, en España, en junio del mismo año.
Es una novela policiaca clásica, fuerte y dinámica. Tres jóvenes españoles que han hecho de mulas llevando droga en el cuerpo son asesinados. Salvar a Flavia, la cuarta involucrada, se convierte en un interesante viaje emocional donde se presentan aspectos inquietantes de la isla: «Cuando se ponía el uniforme y se hundía en los barrios marginales de la ciudad, encontraba a la otra Cuba, la mayoritaria, la real, la que se iba hundiendo en sus propias miserias, en su ruina y en los escombros polvorientos de lo que fue su antigua gloria». El autor nos prepara para un informe involuntario de la imposibilidad de la utopía.
No obstante, Amir Valle, nacido en Guantánamo, Cuba, en 1967, no se pierde en los abismos ideológicos, conserva su calidad de narrador con una propuesta de doble voz narrativa equilibrada y juiciosa. Resolver el caso exige la participación de Alex Varga, un viejo que controla parte de La Habana vieja, que tenía la responsabilidad de mantener vivos a los jóvenes, y de Alain Bec, un detective de la policía que se obsesiona con un caso que lo pondrá de cara a la violencia de la ciudad donde vive y trabaja, y nos hará ver que todo pasado mejor es recuerdo de los muertos. De antagonista, tenemos a don Leone, un misterio hecho violencia.
«La frontera de lo verosímil ya no está vigilada», dice Milan Kundera. Y Valle crea un discurso de pequeños caos que sostiene resuelto hasta el final, cuando los campos paralelos se unen, esos campos naturales entre la solvencia económica y la miseria: «por un lado tiene acceso al mundo real, al de los cubanos… y por el otro… al mundo ficticio, al del turismo.» Donde lo verosímil es una pieza hecha de dolor sin esperanza, que se sustenta en el contraste entre los pobres y la clase en el poder, que como todas, no tiene remedio: «El poder es una forma de ceguera», remata Valle, que vive en el exilio.
En Largas noches con Flavia, también se toca el tema de la prostitución y sus formas de organización. Esto le permite al autor hacer un estudio de los tipos y los campos donde operan. Nos aclara que: «Raramente, las jineteras se acuestan con cubanos. Es como rebajarse, como perder alcurnia», haciendo referencia a uno de los grupos más famosos del Caribe. Alain, en su investigación, penetra todos estos espacios, donde tampoco falta la droga, así con su nombre genérico, y por supuesto los adictos.
Con la paciencia que requiere el género, «el que sabe esperar siempre gana», Amir logra una novela de goteo. Poco a poco va mostrando el espacio donde ocurren las ejecuciones y los personajes que los pueblan, hasta que desliza el primer punto del enigma: «Un negro grande», que abre otra línea en la ficción que no se detendrá hasta un final shespereano. Bec, un investigador sagaz, descubre un punto en el contexto de Alex Varga que lleva a la solución del caso. Ricardo Vigueras sostiene: «Hoy día, la novela policiaca no es un género menor en sí mismo: la grandeza o mediocridad de sus obras viene determinada por la grandeza de tema, enfoque y estilo de sus autores». Valle llena los requisitos.
Flavia es hermosa. Para los escritores latinos una mujer hermosa debe tener nalgas redondas y saber llevarlas. Flavia además tiene rostro fino, ojos verdes y tetas duras. Pero está aterrorizada, exige que Alain no se le separe, incluso se baña con la puerta abierta y la mujer del detective de viaje. «El hombre es paja, la mujer fuego, llega el diablo y sopla», decían mis mayores, y Bec sufrirá en el cumplimiento del deber, punto que adereza el aspecto erótico del discurso, sin perder noción de la situación que los envuelve: «Sentía pena… deseos de templársela», pero resistía.
El gusto musical está presente, «Nada bueno se ha inventado después de Benny Moré, Los Beatles y Michael Jackson». La nostalgia como enfermedad contagiosa. También un merecido homenaje a Justo Vasco, otro cubano imprescindible. Amir pone ante nuestros ojos, cada vez menos sorprendidos, una ficción donde el dolor de los personajes se diluye en la tremenda infrahumanidad de un pueblo que sobrevive. Hay novelas que son lo que cuentan, de esas es Largas noches con Flavia.