Mauro Zúñiga Araúz
Acabo de terminar la detenida lectura de la extraordinaria novela bibliográfica Hugo Spadafora – Bajo la Piel del Hombre, de mi buen amigo Amir Valle y no puedo quedarme sin mis comentarios. Es una novela retadora, muy difícil de escribir, porque abarca todas las facetas de la vida de un hombre.
Sería sencillo si el autor fuera gemelo del protagonista y lo hubiera acompañado durante los ciclos de aventuras y calor familiar dentro de los que se enmarca la obra; pero no, Amir no llegó a conocer a Hugo, pero logró metamorfosearse de tal manera que el que narró su propia vida fue el protagonista y no el autor. ¿Cómo hizo? Algún día tendrá que explicarlo. Vemos las innumerables consultas, revisiones de texto y viajes para crearse un imagen aproximada del protagonista, pero no sería sincero si me limito a decir “aproximada”, ya que esparció las palabras a través de la extensa novela sin dejar un espacio para la interpretación, o dicho mejor, nos entrega a los que tuvimos la oportunidad de conocer, conversar y enfrentar a Hugo tanto material que ahora, a 28 años de su desaparición física, podemos entender mejor sus propósitos, sus ideales, su ingenuidad. Amir no dejó nada en el tintero. Y aunque parezca una contradicción nos desnuda a un hombre con sus fortalezas y debilidades. No hace juicios, porque es falso de toda falsedad que un hombre pueda enjuiciar a otro hombre por acciones guiadas exclusivamente por sus ideas. Y es sólo a partir de este hecho que podemos comentar la novela.
Desde pequeño Hugo pensó en que otro mundo mejor es posible. Tal vez su padre, sin quererlo, le entregó esas herramientas que su hijo hizo universal. Rompió con los moldes de las fronteras y fue a dar a allá, a ese lejano y perdido conteniente africano a ayudar a construir esa otra posible realidad en la que todos los seres humanos fuéramos iguales, libres y solidarios. De África a Nicaragua donde también se gestaba otro movimiento de liberación y cuando sintió que esa lucha fue traicionada, volvió a alistarse para vestir sus genuinos ideales. No se trata de una novela que no distingue la leyenda con la realidad. No, es una novela real, tan real que por estar tan aferrado a sus ideales no logró identificar a todos los enemigos que lo asechaban dentro y fuera de Panamá. Tal vez fue tarde cuando logró entender a profundizar el significado real del Poder, del que tuvo apartado excepto por su efímero paso por las dependencias subalternas de la burocracia sanitaria, la que ocupó con el único objetivo de servir.
Sus enemigos eran enormes. El que manifestaba su rostro sin ambigüedades era Manuel Antonio Noriega. ¿Por qué Torrijos no lo separó cuando Hugo le decía que estaba involucrado en el narcotráfico? Por una sola razón: porque era el hombre de la CIA y la CIA ha mandado y aún manda en Panamá. ¿Quién participó en la operación Halcón en Vuelo que terminó con la vida de Omar Torrijos? ¿Quién colocó la bomba en la caja de Coca Cola en la última nave que montó el General? ¿Dónde está la cabeza del doctor Hugo Spadafora Franco? Los asesinos están vivos.
La familia Spadafora le dio una lección de perseverancia al pueblo panameño al exigir Justicia para su hermano, la que al fin se dio en parte al detener a alguno de los autores intelectuales y materiales del asesinato. Considero, como panameño que este libro ha de ser de obligada lectura en todos los colegios del país. En la medida en que conocemos nuestra propia historia vigorizamos los sentimientos de identidad nacional. No permitamos que el silencio haga olvidar nuestro rico pasado.
Panamá, 3 de diciembre de 2013.