La nueva novela policial cubana: Leonardo Padura, Amir Valle

Dra. Frauke Gewecke
Universidad de Heidelberg

 

(Fragmento referido al escritor)

 

Entre los novísimos que iban a servirse del (neo)policial con aún mayor «distancia», Amir Valle es el más asiduo e internacionalmente más visible cultivador del género, con (hasta ahora) cinco novelas publicadas, las cuales ha reunido bajo el título de serie de «El descenso a los infiernos»,14 título que desde Las puertas de la noche le parecerá al lector de lo más atinado. Los casos investigados -en esta primera novela la desaparición y muerte de varios niñas y niños prostituidos y violentados en las más abyectas prácticas sexuales- se sitúan históricamente en aras y a comienzos del nuevo milenio y tienen como escenario el submundo de los solares, «las cuarterías miserables y enmierdadas» (Valle 2002a: 11) de Centro Habana, donde pululan prostitutas y proxenetas, maricones y travestís junto con traficantes de drogas y toda una fauna de aprovechados que intentan sobrevivir de cualquier manera a través del mercado negro. Este mundo paralelo, ignorado por el turista extranjero -cuyas pretensiones (y dólares) proveen, no obstante, el caldo de cultivo para todas las aberraciones imaginables- es escenificado en un tono desenfadado, con un lenguaje decididamente soez y descripciones exhaustivas en particular de templaderas orgiásticas con detalles de lo más sórdido y escabroso. El escenario de todas las novelas está impregnado por la miseria y la podredum­bre, pero también por el miedo y la desesperación, siendo la delincuencia (como explica un personaje en Santuario de sombras) «una bacteria que se transforma, como dicen en la tele, muta, y está llamada a ser el gran negocio del futuro» (Valle 2006: 49).

Quien se encarga de investigar los casos criminales, que -exceptuando Santuario de sombras, cuya trama gira en torno al tráfico de personas entre Cuba y Miami- radican todos en el negocio de la prostitución (femenina y masculina) y del tráfico de drogas, es el teniente Alain Bec, héroe en serie como el teniente Mario Conde. A semejanza de aquél, Alain Bec es un empecinado fumador y bebedor de café (y, con mayor discreción, de ron); pero al contrario de Mario Conde lleva, fuera del mundillo de su trabajo, una vida estable y colmada de satisfacciones, con un hijo y una mujer que lo aman y que él ama (lo que no le impide aventurarse en relaciones eróticas ocasionales); amén de eso, pertenece por su padre, que fue diplomático, «a la high» y por su mujer, que trabaja en un hotel turístico, a «aquella nueva clase que había surgido en los últimos años -los que tenían acceso al dólar» (Valle 2002 a: 54). En su trabajo -ha sido transferido de la Sección de Delitos Económicos a la de Delitos Comunes- es cumplidor, «un fan al sobrecumplimiento de las metas» (25); y trabaja (por de pronto) en equipo, recurriendo para datos personales incluso a los CDR. Le hubiera gustado tener el «talento deductivo» de Sherlock Holmes (68); no teniéndolo confía en su intuición, su » olfato de viejo perro policía» (60), que no le lleva forzosamente por la buena pista, siendo racista y clasista a la vez. De ahí que, encaminado por sus prejuicios, sea absolutamente lógico que en el caso de la prostitución infantil, en Las puertas de la noche, sospeche en el acto de algún sujeto entre la «comedera de mierda de negros brutos» (10), pues: «A los negros les encanta coger culos ajenos'» (23).15

Al teniente Alain Bec, «blanquito vivebien» (28) y «niñito mimado de Miramar» (44), le es completamente ajena e inaccesible la lógica de la marginalidad y de la delincuencia que reina en los solares de Centro Habana. Para contrarrestar sus deficiencias se le une entonces otro personaje, que, al ser parte de ese mismo mundo, le va a proporcionar las claves necesarias para encaminar su investigación: el viejo negro Alex Varga, personaje ambiguo, que en los años cincuenta fue hombre de confianza del (histórico) mafíoso Meyer Lansky «haciendo ciertos trabajitos sucios para las clases del poder de esa Habana a la que se conocía como ‘Las Vegas del Caribe’ o ‘El Burdel de las Américas»‘ (2008:85) y que en la actualidad, cual «cacique de la marginalidad» (14), controla el barrio, rigiendo «los destinos ocultos, los recovecos secretos de la sobrevida marginal» (13). Socorre al que le pide su protección, y castiga al que atenta contra las leyes impuestas por él mismo, contra lo que llama la «ética de la marginalidad» (101), leyes «que permitían la supervivencia de la gente de los barrios bajos en una sociedad que apenas se ocupa de ellos, salvo cuando necesitaba engrosar las filas de las marchas por el socialismo» (14).

En Las puertas de la noche, Alex Varga le sirve al teniente, por de pronto, tan sólo como informante y guía ocasional, teniendo una mayor presencia a partir de la segunda novela, Si Cristo te desnuda, en la que está directamente afectado por los hechos narrados: la muerte de su hija (que ejercía de jinetera), asesinada junto con el amante (que ejercía de puta maricona) en el momento preciso del coito (en cuya posición permanecen, misteriosamente, hasta después de muertos). A raíz de la investigación conjunta se entabla una amistad entre el teniente y el cacique, adquiriendo este último, sucesivamente, mayor protagonismo en la investigación de los casos criminales, mientras que la actuación de Alain Bec como teniente investigador queda cada vez más relegada a un segundo plano (y hasta puede ser nula, como acontece en la tercera novela, Entre el miedo y las sombras). Al mismo tiempo el teniente se aleja de su propio entorno profesional, investigando casos en su tiempo libre o estando temporalmente fuera de servicio; y sucesivamente se despide de sus principios de policía cumplidor de la ley, abogando por la impunidad -«¿qué justificación moral lo obligaba a perseguir a unos pobres diablos para quienes el robo era un intento desesperado de vivir con un poco menos de miseria?» (2008:169)- o la justicia propia, impartida unas veces por Alex Varga y otras por el mismo teniente.

El haber inventado aquel dúo de investigadores fue un acierto original por parte del autor; y tanto la relegación sucesiva del teniente-investigador como su progresiva contaminación por el medio ambiente tiene su lógica. Sin embargo, para detectar la cualidad intrínseca y el funcionamiento de esa lógica no se le dan muchas pistas al lector; y la filosofía o «ética» de Alex Varga, quien a lo largo de la serie está diseñado para captar la simpatía del lector en favor de su causa, parece cuanto menos sospechosa cuando no vacila en despachar a los que intentan usurpar su feudo o cuando evoca de modo nostálgico «los tiempos de Meyer Lansky y Lucky Luciano en aquella misma Habana» para «reconocer que esa ética era la misma de los primeros mafiosos en los Estados Unidos, cuando más que mafia eran grupos que ayudaban a que los emigrados italianos sobrevivieran en un mundo que los discriminaba y quería eliminarlos» (2006: 158). Tanto la argumentación de los personajes como su desarrollo psicológico a través de las tramas narradas carecen de profundidad y consistencia, sirviendo ante todo como soporte o pretexto para ilustración del entorno en el que se mueven.

En una entrevista reciente, Amir Valle se ha manifestado acerca de lo que, según él, le diferenciaría de Padura Fuentes: «Él busca la parte visible del tema y hace un esquema bastante aéreo del tema en cuestión. Él no profundiza totalmente en el asunto puesto que la perspectiva que él tiene de la novela es que sus personajes son más importantes que el tema mismo que él está tratando». Frente a ello, su propio proyecto:

[…] a mí lo que me interesaba era poner a vivir al barrio […] con toda su podredumbre/con todas sus miserias, con el tráfico de droga, con la prostitución, con la gente de la doble moral, con el discurso cotidiano que tiene la gente. Yo creo que ahí es donde está la diferencia. Esa imagen es la que generalmente no se le quiere dar al extranjero y por eso yo creo que molesta (Fernández/ Offerdahl 2009:155).16

Si se leen las novelas de Amir Valle como una radiografía del microcosmo de Centro Habana -y, desde luego, del macrocosmo que alberga la Cuba «apocalíptica» entera- el autor fue particularmente exitoso en su empeño; sin embargo, numerosos episodios y pasajes se leen como la versión (apenas) ficcionalizada y vulgarizada de una investigación científica o periodística, con largas disertaciones o testimonios sin conexión con la trama respectiva, puestos en boca del «patriarca» Alex Varga o de algún pobre negro, que relata su historial delictivo. De hecho, esa investigación existe y sirve, desde la primera novela, de punto de referencia para autentificar lo narrado17: se debe a un cierto Justo Marqués, periodista y escritor -e inequívocamente el doble del mismo autor-, al que el teniente Alain Bec, según el consejo de su mujer, debería consultar para su caso, ya que: «En todo el país no hay tipo que sepa más del mundo del jineterismo y de los niños de la calle que Justo Marqués» (Valle 2002 a: 93). Y agrega que «está terminando un libro sobre las jineteras», el cual (seguirá aprendiendo el lector de las novelas posteriores) se titula «Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba», título que remite a un libro publicado por el mismo Amir Valle, Habana Babilonia. La cara oculta de las jineteras.18

En Largas noches con Flavia, el teniente Alain Bec, que es un lector apasionado de novelas policiales, apreciando, junto con Daniel Chavarría, particularmente a Justo Vasco,19 evoca uno de los preceptos de este último: «llevar la marginalidad a sus novelas a partir del propio lenguaje marginal» (Valle 2008:106). Amir Valle cumple ampliamente con ese requisito a la par que utiliza -primordialmente en las dos últimas novelas- técnicas narrativas que denotan la influencia de Mario Vargas Llosa (que él mismo confiesa): ante todo en el manejo del tiempo, que rompe con el orden cronológico presentando, de modo bastante ambiguo, fragmentos de historias cruzadas, y el cambio constante de voces evocado, provoca, por la misma ambigüedad creada, no pocas irritaciones (no facilitando, forzosamente, la lectura).

 

Notas al artículo

14.- Estas novelas son, por orden de su publicación (que corresponde a la sucesión de los hechos narrados): Las puertas de la noche (2001), Si Cristo te desnuda (2001), Entre el miedo y las sombras (2003), Santuario de sombras (2006), Largas noches con Flavia (2008). (Desde 2008 Valle ha anunciado en varias ocasiones la inminente publicación de una sexta entrega, titulada Los nudos invisibles, la cual no ha podido ser rastreada.) No se ha tenido en cuenta, dentro de esa serie, la «noveleta» Últimas noticias del infierno, publicada junto con novelas cortas de Juan Madrid y Marco Aurelio Carballo en 2005 por la editorial EDAF (n°. 2 de la colección «La casa ciega»), ya que ha sido imposible de conseguir.

15.- No es mi intención tachar de racista a Amir Valle, quien en múltiples entrevistas ha criticado los prejuicios raciales o racistas que siguen existiendo en Cuba; tampoco se le puede reprochar, por supuesto, el haber creado un personaje racista. Lo que sí me parece susceptible de ser criticado en ese contexto es el manejo poco convincente tanto de la psicología del personaje como de las técnicas narrativas que vendrían al caso. A través de una tirada de páginas interminable el lector tiene que digerir afirmaciones racistas de la peor calaña, supuestamente atribuibles al héroe-detective; sin embargo, el autor no domina (todavía) en esa primera novela de la serie la técnica del estilo indirecto libre, de modo que a la perspectiva del personaje se superpone constantemente, la del narrador extradiegético (confiable). Y la presunta «conversión» del personaje -después de que su mujer le ha reprochado «esa jodedera [suya] con los negros» (145)- carece totalmente de una fundación psicológica. Uno de los pocos momentos en que el tema del racismo en Cuba aparece en una forma convincente, además acorde con el ambiente y tono de la serie, es cuando (en Santuario de sombras] se dice, desde la perspectiva de un negro, que Cuba sería «un país donde el racismo está y no está, pues los negros son racistas, los blancos son racistas, los perros son racistas, y hasta las hormigas negras discriminan a las hormigas rojas y a las albinas, pero todo el mundo: negros, blancos, perros y hormigas, juran ante el mismísimo Dios y las once mil vírgenes putas que el racismo es una cosa del pasado» (2006:45-49).

16.- Aparte de que no concuerdo con el juicio que Amir Valle expresa acerca de la poca «profundización» del tema por parte de Padura Fuentes -crítica solapada que se le hace a Padura desde el exilio interpretando esa supuesta falta de «profundización» como estrategia de cautela de un autor que quiere seguir viviendo y publicando en Cuba-Valle tiene razón en señalar y censurar la actitud por parte de las autoridades cubanas frente al »realismo sucio» de la producción literaria cubana reciente. Esa actitud tuvo para Amir Valle consecuencias: al querer regresar a Cuba después de un viaje de promoción a España en 2005, las autoridades migratorias le impidieron la entrada al país; desde entonces vive en el exilio (involuntario) en Alemania. (Para ese caso de una «parametración» reciente véase, con más detalles, Henkel 2007.)

17.- Valle ha insistido en muchas ocasiones que tanto los casos narrados como sus prota­gonistas se basan en hechos y personas reales; entre éstos figura Francisco Alexander Vargas Machuca, alias » Alex Varga», quien murió en 2002 a la edad de 92 años y quien fuera su principal informante acerca del submundo de los marginados en La Habana(«Nota del autor’7 para Entre el miedo y las sombras).

Bajo ese título el libro, que se basa en investigaciones periodísticas y entrevistas realizadas durante los años noventa, se publicó en 2008 (Ediciones B), después de una primera edición, publicada bajo el título de Jineteras por Planeta en 2006. Según el mismo autor, envió una primera versión (con el título Sade nuestro que estás en los cielos o Prostitución en Cuba) en el género «Testimonio» al premio «Casa de las Américas» del año 2000, el cual no le fue concedido. Luego, a partir de una copia que circuló clandestinamente en Internet, se convertiría en uno de los autores más leídos en Cuba y hasta en «un mito» (Valle 2008). En las novelas, la alusión periódica a Habana Babilonia -obra que por su asunto candente de las jineteras le valió al autor, internacionalmente, mayor publicidad que sus novelas- no es la única señal de intratextualidad, que resulta ser una especie de autopromoción; para dar algunos ejemplos: se citan los títulos de novelas anteriores (con la recomendación al lector para leerlas); se menciona el premio que le dio (a Justo Marqués) «una editorial alemana» por «una novela policíaca», que se revela siendo la primera de Amir Valle (2002 b: 74-75); o se menciona que Justo Marqués fue «despojado de un importante premio nacional [el de Casa de las Américas] porque su libro Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba, sobre el rebrote de las putas en la Isla, ‘no resulta conveniente para la realidad política que vive el país’, según las palabras de uno de los jurados» (2006:136). Para el jineterismo como tópico de la literatura cubana reciente, véase últimamente Catoira 2010.

El «dúo» Daniel Chavarría (uruguayo de nacimiento, pero residente en Cuba desde hace décadas) y Justo E. Vasco había publicado novelas policiales o de contraespionaje «a cuatro manos» durante los años ochenta (Completo Camagüey, 1983; Primero muerto, 1986); sus últimas entregas, individuales, Adiós muchachos (La Habana: Editorial Letras Cubanas 2001) de Chavarría y Mirando espero (San Juan, PR: Plaza Mayor 2004) de Vasco, tratan, con el mismo enfado, los mismos temas que acostumbra tratar Amir Valle.

 

Publicado en el libro: Cuba: la Revolución revis(it)ada.
Compilador: Andrea Gremels,
Universidad de Colonia, Alemania, 2010.