Pedro Crenes Castro
Una novela es siempre eso, una obra narrativa, de ficción, que tiene su defensa en el propio texto. No importa lo que cuenta sino cómo lo cuenta, una sentencia tan obvia y tan olvidada a un tiempo. Por eso me niego a creer en las sobrenombradas «novelas históricas» que, más que a un género, responden a cierta línea comercial o pátina intelectual con la que esconder o disculpar la impericia narrativa. Una sublimación de la Historia sobre la Ficción que ninguna de las dos se merece.
Amir Valle (Cuba, 1967), ha conseguido el milagro de la novela: recrear la vida de un hombre más allá de sus hechos. El oficio de escribir puesto al servicio de la memoria y contra el olvido en el que estamos navegando hacia la noche. Hugo Spadafora: bajo la piel del héroe (Aguilar, 2013) constituye un acierto narrativo del escritor cubano y agranda su figura dentro de la novela en español.
Una obra nacida de los hechos en la que estos ya no importan nada, porque son literatura, porque proyectan una verdad tan grande que necesitamos ir a las fuentes, que nos arrastra hacia la vida para asomarnos a la carne y hueso del protagonista.
No es una hagiografía novelada, y eso es de agradecer. Una vida como la de Hugo Spadafora Franco da para elevarlo a los altares, sepultando sus sombras para caer en un rosario de bondades que no retratan al hombre sino al mito borroso que algunos necesitan poner en sus almas. Pero Amir Valle construye un personaje sólido, pintado en sus grises coloristas, armonía perfecta de silencios blancos y notas negras.
Las habilidades técnicas del narrador se notan desde el poderoso y sentido arranque de la novela, desde la muerte a la vida, partiendo del último instante para contarnos una vida arraigada en un compromiso sólido, con el se puede estar o no de acuerdo, pero que no es un compromiso de salón, de foto o de plástico, es pura piel, heroísmo en tanto que entrega por los demás.
Detrás del personaje, el paisaje, denso como una tormenta, eléctrico, intrincado, y aquí el escritor cubano nos da una lección sobre cómo documentar una novela y no someterse al rigor de los hechos por lo menos estéticamente. Quien desde fuera conozca los hechos no echará en falta casi nada, pero el que se asome a la vida del Hugo Spadafora a través de los ojos de Amir Valle, se encontrará con una historia bien hilada, construida con los sólidos hilos de una documentación muy completa.
Y el ambiente de aquellos años, y las ideas de Hugo, perdonen la confianza, engastadas en el texto con precisión, parlamentos que no agobian, citas largas que no cansan, dosis concretas del pensamiento de un hombre que puso en acción lo que creía. Su encuentro con Torrijos, su experiencia en la guerrilla, sus escritos que parecen más un desmadejar las circunstancias políticas en las que vivía, toda esa ideología, bien distribuida por una novela que dura más de sus 683 páginas.
La vida de Hugo Spadafora, la novela de su biografía, la biografía de su novela vital, está escrita por un narrador humano que no rehuye las emociones, las positivas y las negativas. Produce en el lector esa sublime contradicción de sentimientos que lo empujan a la siguiente página y de allí a la acción. Nada de fríos datos, pura vida, escrita con mano firme y experimentada en el oficio de contar.
Una novela monumental, no total, una biografía fundamental. Necesitamos lecturas como estas, que nos lleven al otro lado de la luz, que nos instalen delante de las sombras para que sepamos qué nos pasó. Una novela que celebra la vida de un hombre cuya muerte terrible es sólo un principio, principio en el que no debemos quedarnos, hay que seguir hasta el final, hasta cerrar el círculo y en el camino asomarnos a los claroscuros de una vida apasionante.
Publicado originalmente en el diario Panamá América, Panamá, 8 de febrero de 2015.