Las novelas negras de Amir Valle y el pensamiento social cubano actual

León Viera, escritor y periodista cubano

Me provocan una sonrisa, aunque me causan pena, quienes catalogan a la novela negra de género menor. Debo confesar, por elemental honestidad, que estoy muy lejos, y en total desventaja, de quienes se dedican, con rigor, al importantísimo ejercicio de la crítica, en cualquiera de las esferas de la creación, pero, sobre todo, en el campo de la Literatura. Me faltan el arsenal teórico y el tiempo para ejercerla, aunque trato de leer todo lo que se publica en esa materia.

Hace poco leí unas reflexiones del mexicano Paco Ignacio Taibo II, que me condujeron a otras, aplicadas a mi entorno. Decía Paco: «Tengo la sospecha de que en tiempos de crisis ideológica la literatura se ha vuelto en un referente que tiene mayor profundidad analítica explicativa que los referentes tradicionales: la teoría política, el periodismo, la sociología. La literatura de alguna manera logra retratos, incluso la construcción de modelos, estereotipos y visiones más profundas de las que están logrando otras ciencias sociales.»

En Cuba la novela negra cuenta con nombres ilustres, bien conocidos, y otros de menos difusión, pero que mucho prometen. Entre los primeros se destacan Leonardo Padura, Daniel Chavarría, Lorenzo Lunar y Amir Valle.

De Padura, la serie integrada por Pasado perfectoVientos de cuaresmaMáscaras y Paisaje de otoño, ha marcado pauta e inspirado versiones teatrales que han convocado a miles de espectadores.

Chavarría, quien afirma ser ciudadano uruguayo y escritor cubano, constituye un fenómeno de venta en las ferias literarias que cada año se celebran en Cuba. En consecuencia, la televisión – lo mismo en entrevistas y reportajes que en mesas redondas con temas relativos a la cultura en general, y al mundo del libro, en particular – le resulta tan natural como el agua al pez.

Lunar, por su parte, ha dejado su impronta con títulos salidos de esos boleros tan arraigados en la identidad cubana, y que retratan, con extraordinaria variedad de matices, a su patria chica, la ciudad de Santa Clara.

Pero Amir Valle es un caso único: con una impresionante trayectoria de premios en concursos literarios nacionales y allende los mares, iniciada desde muy joven, ha pasado de ser uno de los más reconocidos y nombrados escritores cubanos, a la nada envidiable condición de quasi fantasma. Hace mucho que no se le ve en los grandes eventos literarios, ni se le invita a los talleres que con frecuencia se organizan a lo largo y ancho de la geografía cubana, ni se le cita en ninguna de las tantas publicaciones del país, ni integra delegaciones de intelectuales cubanos a cualquiera de los puntos cardinales de este planeta. Tampoco se le incluye, aún cuando su producción no cesa, en las actuales antologías de la narrativa criolla. Como en un viaje en la máquina del tiempo, Amir ha pasado de la celebridad a un casi absoluto anonimato en la Isla. Lo cubre un permanente manto de silencio. No obstante, si se le pregunta a los miles de libreros y bibliotecarios que en Cuba existen, darán fe de la presencia de Valle en las listas de libros y autores más solicitados cada año por nuestros insaciables lectores.

Y cabría preguntarse: ¿cuándo y cómo empezó esa kafkiana metamorfosis de Amir Valle, contraria a la lógica de los creadores, que pasan de ser desconocidos a célebres, según el impacto de sus obras?

No me atrevería a dar una fecha precisa, pero creo que tiene como eje al año 1999, cuando se le ocurrió la idea de presentar un libro, titulado entonces Sade nuestro que estás en los cielos o Prostitutas en Cuba a la categoría de Testimonio del Premio Literario Casa de las Américas. Era el fruto de cinco años de ardua investigación y búsqueda de datos referidos a la expansión o metástasis, en la sociedad cubana, de la prostitución y otras lacras asociadas a ella.

Circuló entonces con mucha fuerza un rumor de que el libro había merecido el premio, pese a su contenido, muy distante de los aconteceres reflejados en los medios de difusión del país, y del discurso oficial. Luego, en la ceremonia de premiación, cuando se anunció que ese género del concurso quedaba desierto, se escuchó un abucheo que no pasó inadvertido para la prensa extranjera presente. Según ha explicado Amir, medios informativos diversos comentaron que un escritor cubano había sido despojado del Premio Casa por motivos políticos y, desde entonces, le llovieron ofertas para la publicación del libro, tentadoras, sobre todo teniendo en consideración la austeridad financiera de Amir, como la de la mayoría de los cubanos. No se puede soslayar, en este punto, que el autor rechazó las proposiciones, por la sencilla razón de que el libro sería utilizado, por tales editoriales, en el rejuego político que caracteriza a los adversarios del gobierno cubano.

La novelesca trayectoria de la referida creación continuó con un hecho inédito en Cuba: alguien hurtó uno de los ejemplares presentados al concurso, lo fotocopió y lo colocó en Internet. En el proceso, la obra sufrió mutilaciones y cambios en su estructura, y comenzó a circular libremente, incluyendo los datos del autor: dirección particular, número de teléfono y dirección de correo electrónico, indispensables para la comparecencia al Premio. Asesorado desde el punto de vista legal, Valle presentó una querella internacional y un proceso de búsqueda contra el perpetrador del acto de piratería intelectual, toda vez que fue cometido sin su consentimiento. Pero así se desató una inesperada y masiva circulación, y cientos de mensajes le han traído, durante años, las más diversas opiniones, reflexiones y el agradecimiento de innumerables lectores. Uno de ellos, durante la presentación de otra obra, le dio, por azar, la clave para un título que le pareció más adecuado que el original: desde entonces se nombra Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba, y ha marcado, por más de una razón, un hito en la vida de Amir.

Esta afirmación la avalan otros intelectuales, como el periodista cubano, residente en España, Carlos Cabrera, que en mensaje al autor, señaló: «Acabo de leer tu magnífico libro sobre la prostitución en Cuba, que se me antoja el mejor inventario de víctimas de la sociedad cubana actual». El desaparecido y muy laureado narrador Guillermo Vidal fue más rotundo, al afirmar: «Desde la publicación de Biografía de un cimarrón, de Miguel Barnet, allá por los años sesenta, no se había escrito en Cuba, dentro del género, un libro de tanto impacto social (…) lo que, además de su calidad, lo convierte, efectivamente, en un clásico de nuestras letras». Otra comunicación personal, del poeta, narrador y ensayista Antonio José Ponte, expresa: «Te felicito por ese clásico que has escrito». Y Dagoberto Valdés, ensayista y director de la revista VITRAL, opinó: «Se trata de un libro imprescindible en la historia del testimonio cubano; un referente obligado en nuestros estudios sociológicos, un libro esencial, clásico ya».

Amir Valle carga, pues, con la responsabilidad de haber escrito un libro devenido clásico.

Pero toda la información recogida durante la etapa de investigación, habría de convertirse en materia prima para nuevas obras. La extraordinaria capacidad de fabulación de Amir metabolizó historias y dramas personales, que como lava volcánica produjeron la erupción creativa que parió títulos como Las puertas de la nocheSi Cristo te desnudaEntre el miedo y las sombrasSantuario de sombrasLa montaña del diablo1 y Los nudos invisibles, todas en el campo de la novela negra, todas duras, desgarradoras, inquietantes, porque reflejan, como dijera la narradora Rebeca Murga, refiriéndose a la primera de las mencionadas, pero que bien pudiera aplicarse a cualquiera de las otras: «…la vida áspera de la sociedad habanera de estos tiempos, donde se advierte con más crueldad la pérdida de las fronteras entre lo bueno y lo malo en la conciencia del hombre…»

Y es que Amir Valle asume otras responsabilidades. No aspira a que el lector coincida con sus enfoques, sino a que esa persona que le regala su tiempo y su atención, no quede indiferente ante la propuesta. ¡Y vaya que lo logra!

Con toda la virilidad que conlleva, ha querido ser, desde la Literatura, un cronista comprometido con los tiempos que le han tocado vivir en esta isla, con una mirada profunda, honesta y valiente, a la vez que desgarrada, muy desgarrada.

Es cierto que no son todos, pero en Cuba es muy común topar con funcionarios que usan y abusan del poder, y toman decisiones que afectan las vidas de mucha gente, desde la perspectiva del más extremo fundamentalismo ideológico. Para ellos, en una escala de blanco, negro y mucho gris, sólo es válida la imagen positiva, edulcorada, exportable, de la cotidianidad cubana. Es una especie de norma ISO 9000, que debe garantizar un producto de bello embalaje, para que este siga siendo el paraíso del Caribe que el mercado turístico reclama. Pero, muy a pesar de ellos, la zona colonial de La Habana, con tanto esfuerzo y voluntad restaurada, linda con otras donde la vida es supervivencia, los rigores existenciales el pan nuestro de cada día, los códigos de conducta, aquellos nacidos de la resistencia de los marginales al rechazo, la hostilidad y la indiferencia del resto de la sociedad que los margina y condena. Una sociedad que – no descubro nada nuevo – ha asimilado y practica, desde hace demasiado tiempo, una duplicidad de moral, discurso y proyección social, que la corroe. ¡Y de todo eso, nada más y nada menos, escribe Amir Valle! Sabiendo el costo, ha decidido decir sus verdades – que no serán absolutas, pero son las suyas – ahora, aquí, no dentro de diez años, ni desde otra latitud.

Uno de los más lúcidos intelectuales que ha parido Cuba, el Doctor Fernando Ortiz, lanzó en un editorial de su revista Ultra, en fecha tan lejana como 1941, reflexiones de extraordinaria vigencia. Decía Don Fernando: «Es el pensar autónomo lo que más distingue al ser humano, apartándolo de la bestialidad, y tanto más cuanto mayor es la independencia del juicio. A quien no piensa con propia cabeza se le dice «gregario» porque tiene el hábito de pensar, decir y hacer lo que hacen los otros en la misma grey. El folklore cubano aludió a esos tipos, tan abundantes, llamándolos «Vicentes», por aquel personaje proverbial del dicho: «¿A dónde vas Vicente? A donde va la gente». A esos mismos sujetos indiferenciados y sin vertebración, con término castizo se les dice «rebañegos» o «acarnerados». En vulgar se les llama «carneros», con acento despectivo se les califica de «borregos», y hasta se les increpa con peores adjetivos».

Amir, conocedor de esas certezas, se niega a ser un Vicente. Responde a una educación de principios, de padre y madre, maestros, que le inculcaron el derecho irrenunciable a decir lo que se piensa, sin ocultarse. Tras las palabras que pueblan su narrativa, hay muchas horas de reflexión, de indagación, de análisis, de estudio interminable de su entorno social, de intercambio frecuente con los habitantes de su Habana adoptiva.

Amir Valle bebe de la fuente de Don Fernando Ortiz: «Pero entre todos los deberes humanos, el de pensar es uno de los más difíciles de cumplir. Las pasiones con frecuencia nos ciegan el intelecto, los intereses nos lo anublan, la pereza nos lo debilita, las circunstancias nos lo entorpecen, las propagandas nos lo engañan y los vicios nos lo pervierten (…) Por eso todo pensar, si es verdaderamente tal, significa algo de placer como amor, de orgasmo como creación, de dolor como parto, de fatiga como trabajo (…) Quien no piensa «como se manda» es un hereje peligroso y maldito (…) Se condena a todo hombre que piense con libertad (…) ¡Mala época para quienes pensar quieren por sí! «.

Y Amir no sólo piensa, sino que escribe. Y al hacerlo, influye y trasciende. Varios colegas suyos, algunos de gran renombre, reflejan en obras posteriores, aunque no lo proclamen, la paulatina apropiación de un conocimiento de esa otra realidad cubana que antes de Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba, y de la saga negra que le siguió, no poseían. Puede que parezca exagerado, pero hablo de un antes y un después.

Y del mismo modo que en América Latina, años atrás, circularon de mano en mano las canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, pese a la represión brutal de las dictaduras militares, se difunden hoy, para malestar de ciertos funcionarios, no sólo de la Cultura, los libros de Amir Valle que aún no han sido editados en Cuba. Y sirven, por si no bastara, de tema para tertulias y debates entre cubanos y cubanas, sobre todo jóvenes. Y si aún fuera poco, muchos académicos, profesores y estudiantes de Literatura Hispanoamericana en todo el mundo, se interesan por la obra de este duendecillo de nuestras letras.

Y puede que, al final, sea yo el equivocado, y que la novela negra sea, efectivamente, un género menor, pero me consuela saber que de él se valen, como vía de comunicación y aporte a la sociedad, mujeres y hombres realmente grandes.

 

Nota
  1. Novela publicada posteriormente con el título Largas noches con Flavia.