José Ramón Gómez Cabezas, escritor español.
Leer un libro de Amir Valle es jugar a la ruleta rusa emocional, sabiendo qué, hagas lo que hagas, perderás.
Ninguna novela de este autor cubano ha dejado indiferente a nadie, desde la sobrecogedora Las puertas de la noche al penúltimo premio Novelpol, Santuario de sombras, el interés, tanto por lo que se ve como por lo que se intuye, y la emotividad se convierten en temas transversales de sus escritos que a lo largo de las páginas conforman una carga de profundidad ante la cual hay que ser muy imbécil para mantenerse al margen.
Este último año ha sido prolífico para él; al menos a nuestras manos han llegado tres títulos, Las palabras y los muertos, Tatuajes y Largas noches con Flavia, de variada trama, pero con un denominador común, el trasfondo denigrado de una de las islas más bellas del mundo, a la que Amir, como en una relación amorosa inacabada, recurre una y otra vez para vomitarnos magistralmente su dolor con una de las narrativas más impecables y maduras que podamos encontrar en la actualidad.
En esta ocasión volvemos a encontrarnos con esos dos personajes tan pulidos que su cercanía nos abruma y sentimos sus dolorosas decisiones como nuestras, el detective Alain Bec y el viejo Alex Varga.
En esta quinta entrega de la serie, el alcalde de la marginalidad no necesita al joven teniente de policía para aclarar ningún tema personal como el que les llevó a los dos a afianzar su inquebrantable amistad a consta de descubrir dolorosamente quién estaba detrás del asesinato de Patty, la hija del negro Varga y amante ocasional de Alain, en Si Cristo te desnuda. Esta vez estos dos polos, en teoría, antagónicamente opuestos, se necesitan para descubrir quién está detrás del degollamiento de tres jóvenes españoles que actuaron como mulas, es decir, que alquilaron sus estómagos para introducir droga en la isla. Algún error debieron cometer y por eso de los cuatro españolitos que iniciaron la aventura la única superviviente es Flavia, una rubia madrileña a la que tanto Alain como Alex se ven obligados a proteger hasta su vuelta a España.
Evidentemente para proteger a la muchacha y de paso su ética, no desarrollarán una labor pasiva, más bien al contrario, como dos perros cazadores ávidos de presa, cada uno en su área de alcance, cruzarán de puntillas por el horror de un mundo donde el narcotráfico, la prostitución y la corrupción vuelven a devolvernos un oscuro y repugnante espejo en el que si no es por escritores como Amir no veríamos reflejados los males más enfermizos de nuestra maravillosa sociedad del bienestar.
Al final llegarán al quid de la cuestión, cómo no, y todo se resolverá con ese estilo que sólo Amir sabe poner en juego para instruirnos moralmente y dejarnos tocados deseando que en la siguiente entrega de la serie el mundo que pueblan todos sus personajes sea más esperanzador y menos amargo.
Puede que en esa nueva entrega de las dos que quedan de esta serie, Camila no vuelva y se quede en la Yuma, que Alain deje la policía por alguna mala jugada o que quizás el viejo Alex muera o pierda su cuota de poder, que vendría a ser lo mismo; yo no lo sé y me gusta no saberlo porque así podremos disfrutar nuevamente de la exquisita narrativa de un autor tan revelador como necesario. Tradicionalmente cuando nace un bebe algunos osados se atreven a interrumpir el descanso merecido de la parturienta y acompañante visitándoles en el hospital, al ver al pequeño por primera vez es probable que su mirada embobada venga acompañada de comentarios tipo: «Tiene los mismos ojos que su padre» «Es igualita que su madre» «La boca es de la abuela»… y comprobamos una vez más que las comparaciones además de odiosas son inevitables.
Este trabajo fue publicado originalmente en el No. 1, de 2008, de la Revista .38, de España, especializada en Novela Negra.