Emmanuel Castells, escritor cubano
Me aventuro a correr un riesgo, pero me consuela el derecho que tengo a opinar. Sospecho que el autor que citaré escribe bajo códigos esotéricos de una literatura eminentemente contemporánea y, como tal, establece conexiones entre las líneas que conforman su obra y la de algunos miembros de su generación. No puedo, por demás, establecer comparaciones profundas en su modo de decir, pues de sus libros publicados, sólo he podido degustar dos títulos: Manuscritos del muerto (cuentos) y Muchacha azul bajo la lluvia (novela).
De Amir Valle, un joven de trenticuatro años, pero harto conocido en el mundo literario cubano actual, acabo de leerme su más reciente novela, Muchacha azul bajo la lluvia, publicada por la Editorial Letras Cubanas y que fuera merecedora del Premio Novela Erótica La llama doble, 2000. Hablar de ella ahora me genera una catarsis, devenida además en maravilloso alumbramiento.
No es sólo el Eros y la consagración exquisita que exhala morbo y éxtasis durante el acto sublime del amor (léase sexo, léase amor, quizás deseo, tal vez formas, pensamientos, a lo mejor erección, eyaculación y coito, o quién sabe si fantasías imaginarias de una enfermedad ancestral que existe desde que eso que llaman Dios decidió colocar seres humanos sobre el plano Tierra), en Muchacha azul bajo la lluvia se teje un laberinto, se hilvana una trenza narrativa que sostiene diferentes planos -que a mí se me antojan paralelos –, moviéndose subterráneamente a través de las formas que Amir escoge para contar su historia.
Mezcla de todo un poco, el lector no se encontrará frente a uno de esos textos fáciles, pero tampoco difícil. Subrayo que hasta las supuestas divagaciones en las que incurre el discurso narrativo, están justificadas dentro de un contexto que a veces forma parte de un caos existencialista, al mezclar con audacia, realidad y ficción.
Amir juega un viejo juego, pero lo hace bien: el de hacer literatura dentro de la literatura. Para ello, sus personajes son redondamente literarios y literatos. Escondido detrás de su amigo personal, Jesús David Curbelo (una de las voces de la narrativa cubana actual), se hace nombrar en su novela Julio Dámaso Curbelo, joven escritor que aspira a desentrañar un misterio a través de los manuscritos de un muerto (¿vasos comunicantes?) que no es sino su gran amigo Alberto Garrido, otro de los más importantes jóvenes narradores.
Dentro del amplio margen que la novela se permite como género, Amir escogió e introdujo tres: el ensayo, los manuscritos de un diario y la historia lineal, que se va formando a través del enjambre de situaciones que estos mismos recursos van tejiendo. Digamos entonces ya que, estructuralmente, es un acierto.
Pero esto no es para mí lo más importante. Primero habría que saber qué es La llama doble, el titulo de Octavio Paz que le da nombre al premio del que ahora goza la novela de Amir. El célebre escritor mexicano desarrolló en su volumen todo un ensayo sobre la sexualidad y el erotismo, y dejó categorizada una doctrina que ha venido desarrollando la humanidad desde sus inicios, biológicos, históricos y culturalmente. Desconozco si Amir, en el subconsciente o en la sana intención, honra al maestro, pero su novela contiene los mejores ensayos breves que sobre el tema se han introducido dentro de un libro contemporáneo cubano.
De una manía crítica sin precedentes, a lo largo de ocho capítulos, ofrece las más impresionantes especulaciones literarias vinculadas al sexo en personajes y autores clásicos como Platón, Aquiles, Don Quijote de la Mancha, Cervantes, Lewis Carrol, Alicia, o reseña la audacia de amigos como Guillermo Vidal, Susana Haug o el propio Garrido, entre muchos. Si en alguna parte de su novela se pregunta cómo Paz pudo cultivarse de tantas fuentes, él (salvado en la distancia) hace un verdadero culto a ese derroche.
Creo, sin embargo, que la gran debilidad de Muchacha azul bajo la lluvia está en los excesos. A veces, el personaje del joven escritor, salido de una profunda escena de sexo, cae en otra y Amir no se limita a la sugerencia, sino que desgrana minuciosamente, con oficio de orfebre, cada detalle del nuevo ataque. Desarrolla -eso sí — un discurso eficaz, una descripción apabullante de la sensualidad y del polvo químico que desprenden los instintos animales que todo ser humano porta, pero atiborra sin motivar y sobresatura una escena violentada por las palabras sin límites.
En el misterioso juego que a veces resulta ser el destino, Amir tira un dardo que deviene profético, vuelve a jugar al azar de la literatura y escribe en la página 12: «lo cierto es que se convirtió en el sucesor de su colega: la última novela de Garrido, La leve gracia de los desnudos, había sido un suceso editorial.»
Garrido, su amigo, su socio, su yunta, su hermano de hace más de veinte años de peregrinar literario, ganó la edición anterior a él del Premio Novela Erótica La llama doble con ese título. Dentro del maravilloso mundo que ofrece toda la fabulación de la memoria, Amir Valle logró alcanzarlo, aunque para ello escogiera matarlo y perpetuarlo para siempre en blanco y negro.