El Nuevo Herald. Estados Unidos, Domingo, 31 de octubre de 2010
Por Belkis Cuza Malé
El cubano Amir Valle es, sin duda, un escritor afortunado que ha cruzado la barrera sin que lo haya embestido el toro. En su país, recibió el premio UNEAC de testimonio (1988), el premio de novela José Soler Puig (1999) y el Premio Nacional de Novela Erótica La LLama Doble, en el 2000 y el 2002. Su suerte lo ha seguido al otro extremo de la barrera y ha conquistado otros premios importantes en el extranjero, como el Premio Internacional de Novela Mario Vargas Llosa 2006 por Las palabras y los muertos; el Premio Internacional Rodolfo Walsh 2007 a la mejor obra de no ficción publicada en lengua española en el mundo por Jineteras, el Premio Novelpol a la mejor novela negra publicada en España durante el 2007 por Santuario de sombras, y el Premio Internacional de Novela Ciudad de Carmona 2008, en España. Sus novelas negras se imponen por su calidad y son premiadas. Su vida ahora es apacible y tiene tiempo hasta para crear una revista digital, Otro Lunes, que recuerda la hazaña de la pionera Lunes de Revolución. La recompensa a su tenacidad es el triunfo que ha alcanzado su obra. Se dice fácil, pero no lo es. Todo triunfo es el resultado de una batalla, de una ruptura, de un salto. Amir lo sabe, pero nunca se dejó vencer ni por la censura que reina en Cuba, ni por la calamidad de nacer en un país en revolución que estropea a cada instante los planes personales.
Mi primera pregunta, por eso, intenta desentrañar los hilos secretos que se movieron detrás del destino de Amir Valle, con nombre de gitano y rostro que lo afirma.
Mi nombre en árabe significa príncipe, quizás porque, como único hijo, eso fui para mis padres. Nací el 6 de enero de 1967, día de los Reyes Magos y esa fecha también marcaría mi vida. Pero mis únicas riquezas son una infancia inolvidable compartida entre la casa de mis abuelos en mi natal Guantánamo y un pueblito del campo holguinero; la amorosa pero férrea educación de mis padres, maestros de profesión, que me enseñaron la que creo es la mayor de mis pocas virtudes: todo lo que te propongas puedes lograrlo si trabajas y luchas por ello, alimentando tu mente con el conocimiento pero también viviendo la vida como un reto constante; el respeto y apoyo de muchos amigos y lectores que han permanecido fieles a mi persona y a mis libros en todos estos años; y lo fundamental, el amor, la compasión y el perdón de mi Señor y Salvador, Cristo.
Me da la impresión de que detrás de la vocación de escritor hay otro Amir, un Amir dotado de cierta inquietud, preocupado por conocerlo todo, por investigar la realidad y el mundo más allá.
Siempre fui muy bueno en las ciencias, en las matemáticas y ya desde niño soñaba estudiar Paleontología (quería descubrir tumbas antiguas, investigar fósiles, etc.) o Ingeniería Petroquímica (que fue mi pasión de adolescente).
Sé que este Amir Valle es otro, diferente al escritor que también habita en él.
Pero mi escondite preferido era el cuarto lleno de libros que tenía en casa de mis padres, siempre estaba soñando o inventándome historias donde yo era el héroe, y hasta en las mataperradas que hacía junto a mis amigos del pueblo siempre metí la ficción que nacía de mi mente. A los 16 años, de la mano de los escritores Aida Bahr y José Soler Puig, descubrí que mi verdadero anhelo era escribir libros.
Le pregunto cuántos libros ha publicado, incluyendo los de Cuba.
Sin contar las traducciones que se han hecho al francés, al alemán y al inglés de varios de mis libros, y sin contar lo que saldrá en los próximos meses, hasta ahora he publicado 22 libros en los géneros de novela, cuento, ensayo y testimonio.
¿Se puede ser escritor en Cuba y no ser un oficiante del gobierno?
Sí, se puede. El oficio de escritor no implica publicación: simplemente escribes y luego, quizás, se publique. El escritor de raza cuenta su verdad sin pensar si va a publicar o no, simplemente porque si no escribe, revienta. Lamentablemente, en Cuba, publicar implica entrar en un entramado cultural politizado que intenta corromper al escritor con sucios condicionamientos ideológicos. Pero conozco algunos escritores que han publicado, han sido premiados y su vida ha sido y es un infierno porque no han bajado la cabeza ante los condicionamientos políticos.
¿Y cómo fue eso de que te marchaste a Alemania y no a España o Miami?
Desde 1999 se me consideraba en Cuba un «intelectual peligrosamente desviado» por las entrevistas que concedí a medios de prensa en Europa, por la circulación clandestina de mi libro sobre la prostitución Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba y por los enfrentamientos directos que tuve con altos funcionarios de la cúpula del gobierno: por ejemplo, el actual ministro de cultura prohibió en una reunión con toda la estructura nacional del ministerio que se me contratara, publicara o promoviera por mi «posición política que hacia el juego a los enemigos de la Revolución». Uno de esos políticos se atrevió a decirme en un evento que si no estaba de acuerdo con la Revolución lo mejor que hacía era irme y le dije (y lo repetí luego en otros sitios), que el único modo en que yo me iría del país era que me desterraran. Te confieso que no creí que se tomaran tan a pecho mis palabras. En el 2005 salí a España a presentar mi novela Santuario de sombras, que contaba un caso real de tráfico humano entre las costas cubanas y la Florida mucho antes de que eso se convirtiera en noticia y cuando quise regresar a Cuba no me permitieron entrar. Estuve un año exigiendo regresar, sin respuesta y mi editor alemán me propuso entrar en la beca de seis meses de la Fundación Heinrich Böll mientras se resolvía mi situación. Como no hubo respuesta, el PEN Club Alemán me acogió como becario en su programa Writers in Exile, de tres años. Por eso llegué a Alemania, país donde me siento como en casa. Como detalle curioso, dejé de reclamar mi regreso cuando el mismo funcionario del consulado de Cuba en Alemania que me trató con arrogancia en el interior del edificio, me alcanzó fuera del Consulado con el pretexto de darme un paraguas que yo había olvidado dentro, y me dijo en tono cómplice que no insistiera más porque yo estaba en un listado de personas a las que no se les permitía regresar a Cuba.
¿Novela negra, novela policial, o qué? Pero, además, poesía, periodismo…
Soy escritor y escribo lo que me nace escribir, de formación soy periodista y siempre miro la realidad como una gran noticia que puede revivirse en el papel. No pienso en géneros. Eso sí, soy de los que piensa que es un crimen que un escritor dilapide cuartillas experimentando el arte por el arte. Creo que la literatura, aunque no pueda tumbar gobiernos ni cambiar situaciones globales, puede provocar importantes rebeliones interiores en el ser humano. Escribo poesía, sí: es el más grande género, la más hermosa invención del intelecto, y por ello, por simple respeto al valor y a la calidad de quienes como tú escriben poesía, me he propuesto jamás publicar los poemas que he «perpetrado».
¿Tienes ambiciones políticas/literarias en una Cuba sin los Castro?
Mi único plan personal es que Dios se sienta orgulloso de cómo vivo lo que me resta de vida. Literariamente mi empeño es lograr que mis libros no me avergüencen en momentos en que se publica cualquier bodrio con etiqueta de literatura. Y, como intelectual, dedico mucho tiempo a destruir ese muro de división que los Castro y buena parte de esa llamada «intelectualidad de izquierda» que apoya a la tiranía cubana han levantado entre los cubanos de afuera y de adentro, entre los escritores y artistas de la isla y del exilio. Una tarea difícil, lo sé, pero si logramos derribar aunque sea una parte de ese muro, la dictadura verá caer una de sus mejores defensas.
¿De qué vive Amir Valle hoy, de ser un escritor, de sus libros? ¿Cómo es su vida familiar actual?
En el 2007, luego de dos años de intensa lucha, mi esposa y yo logramos reunirnos con nuestros dos hijos en Berlín. Lo primero fue aprender el idioma: mis hijos lo hablan a la perfección ya, pero nosotros, pasados de los 40 años, hemos pasado algún trabajo para hablarlo. Ahora doy conferencias, publico libros, viajo a eventos donde me pagan, escribo artículos para varios periódicos alemanes y latinoamericanos y, por suerte, algunos de mis libros se venden bien. Entre esos ingresos y lo que gana mi esposa en su trabajo nos va de maravillas porque Berlín es una de las ciudades más baratas de Europa.