Cuba necesita cambios profundos

La Nación. Argentina, Domingo 28 de diciembre de 2008

Por M.G.C

Entrevista publicada

A 50 años de la revolución / Nacidos después del 59

En San Juan, Puerto Rico. Foto: Ivan Thays.

En San Juan, Puerto Rico. Foto: Ivan Thays.

Escritor y periodista, Amir Valle (Guantánamo, 1967), es uno de los nuevos valores literarios de Cuba. Autor de una veintena de libros y premiado en América latina y en Europa, Valle se ha destacado en el género de la novela negra, con títulos como Las puertas de la noche y Si Cristo te desnuda. Su libro Jineteras, en el que refleja el sórdido mundo de las prostitutas habaneras, se alzó con el premio Internacional Rodolfo Walsh 2007. En 2005, tras un viaje a España, el régimen cubano le prohibió que regresara a la isla. Desde entonces, reside en Berlín.

 

En su libro Jineteras describe el nuevo burdel que ha aflorado en la isla. ¿Dónde quedaron los principios morales de la revolución?

Primero habría que preguntarse dónde quedó aquella revolución por la que dieron sus vidas miles de cubanos; por qué Fidel Castro y sus hombres convirtieron un proyecto liberador en una dictadura. Cuando el totalitarismo soviético impuso sus reglas en la isla, la Revolución perdió todos sus valores. Por ello, nadie debe asombrarse de que la prostitución, que Fidel dijo que sería borrada de la isla, renaciera con tanta fuerza.

 

Otro de sus libros, Las palabras y los muertos, gira en torno a la figura de Fidel Castro. ¿Cuál es su percepción del personaje?

Fidel Castro es uno de los hombres más consecuentes que conozco. Siempre ha logrado que el entorno se moviera de acuerdo a sus intereses. Eso hizo con la revolución cubana. Me preocupa mucho la ceguera con la que mucha gente en el mundo sigue viendo a Castro como si acabara de bajar de la Sierra Maestra.

 

Usted reside en Alemania desde 2005. ¿Considera posible regresar a Cuba?

Yo fui desterrado de Cuba. Aprovechando uno de mis viajes a España, el gobierno decidió no dejarme regresar. Según han dicho algunos funcionarios de la isla, mis ideas como intelectual independiente eran demasiado peligrosas por el respeto que me he ganado entre los intelectuales de mi país. Digamos que temían que contagiara a los demás. Le he escrito cartas al gobierno cubano, que nunca han sido respondidas, exigiendo mi derecho a entrar y salir de mi país.

 

¿Cómo ve la relación de algunos intelectuales de renombre, como Gabriel García Márquez, con el régimen?

He escuchado a García Márquez protestar cuando España impuso el visado a los colombianos, pero jamás he escuchado que se hubiera pronunciado en contra de las limitaciones migratorias a los cubanos. Es una pena que esos intelectuales que apoyan al gobierno cubano no se den cuenta de que son piezas en un asqueroso juego de propaganda política internacional.

 

¿Cree que el gobierno de Raúl Castro propiciará algún cambio?

La ingenuidad de la gente me alarma: recuerdo los alaridos de esperanza por los maquillajes que Raúl permitió (celulares, computadoras, hoteles). ¿No se dan cuenta de la burla? Cuba necesita cambios profundos: que nos dejen crear riqueza con nuestra iniciativa personal; que pensar distinto no sea un delito; que se respeten los derechos de asociación y expresión; que el Partido Comunista no sea el monopolista que controla todas las instituciones; que los cubanos puedan entrar y salir sin trabas.

 

Entrevista original

 

Su libro «Jineteras» ha tenido mucho éxito tanto fuera como dentro de Cuba (en la isla, de forma clandestina). El fenómeno de las jineteras parece enmarcarse dentro de esa extraña coyuntura cubana «ilegal pero tolerado». ¿Dónde quedaron los valores morales de la revolución?

Primero habría que preguntarse dónde quedó aquella Revolución por la que dieron sus vidas miles de cubanos; por qué Fidel Castro y sus hombres convirtieron un proyecto liberador y democrático en una dictadura totalitaria socialista y traicionaron, de ese modo, el proyecto original de aquella Revolución que conmovió a nuestra América Latina y al resto del mundo por la esperanza que representaba. Desde ese momento, cuando el totalitarismo soviético impuso sus reglas en la isla, la Revolución perdió todos sus valores. Por ello nadie debe asombrarse de que la prostitución, que Fidel dijo sería borrada de la isla, renaciera con tanta fuerza.

 

Cuba parece vivir en un gran mercado negro desde hace tiempo, donde cada cual le roba al Estado lo que puede para salir adelante. ¿Cree que esa mentalidad, ya instalada, podrá desaparecer si cambia el sistema?

La depauperación económica que hoy vive la isla, y que la ubica, según datos oficiales, entre los países más pobres de América sólo superada por Bolivia y Haití, es algo que puede rescatarse con una política económica abierta e inteligente (todo lo contrario a lo que hoy hace el gobierno de Raúl Castro). Pero los daños en la mentalidad como el parasitismo social, la dependencia hacia el Estado, la doble moral del discurso individual como mecanismo de supervivencia y otras lacras morales, necesitarán cuarenta o cincuenta años para ser eliminados. Vivo en Alemania y he podido comprobar que, veinte años después, en esta sociedad desarrollada todavía sobreviven graves problemas morales en la mentalidad de los alemanes que vivieron en la Alemania socialista.

 

Otro de sus libros, «Las palabras y los muertos», gira en torno a la figura de Fidel Castro. Un Fidel conspirador al que el país parece encadenado hasta después de su desaparición. ¿Cuál es su percepción personal del personaje, cómo ha ido cambiando y por qué con el paso del tiempo?

Fidel Castro es uno de los hombres más consecuentes que conozco: siempre, desde que era niño según cuentan los curas que lo educaron, ha logrado que el entorno se mueva de acuerdo a sus intereses. Eso hizo con la Revolución Cubana. Y como es un hombre enfermo de poder, de inmensa egolatría (no lo digo yo, hasta su amigo Gabriel García Márquez lo ha dicho) ha ido adaptando sus tácticas de lucha a los momentos históricos y circunstancias por las que ha atravesado Cuba y el mundo: cuando no convenía ser comunista, se proclamó anticomunista; cuando Estados Unidos nos amenazó y bloqueó, se alió a los rusos y cambió su ideología, traicionando a cientos de hombres de otras ideologías que habían hecho con él la Revolución; apoyó públicamente las represiones en Checoslovaquia y otras naciones socialistas en 1968, pero cuando todo el socialismo se vino abajo, las más crudas críticas al sistema las hizo él mismo; persiguió con leyes y con los campos de concentración de la UMAP a homosexuales y religiosos y, cuando fue necesario, comenzó su acercamiento al Vaticano para que el Papa visitara la isla… Así ha hecho con todo. Me preocupa mucho la ceguera con la que mucha gente en el mundo sigue viendo a Fidel Castro como si acabara de bajar de la Sierra Maestra y a la Revolución como si fuera aquella misma Revolución que, repito, fue traicionada para imponer un modelo de autoritarismo que cumple 50 años.

 

Usted trabajó durante muchos años en Cuba y recibió allí gran cantidad de premios. ¿Cuándo y por qué decidió abandonar la isla?

Yo no salí de Cuba. En el 2005, aprovechando uno de mis viajes a España, el gobierno decidió no dejarme regresar y hasta hoy no me ha dado ese absurdo papel, el permiso de salida, que permite a los cubanos entrar y salir de la isla. Fui desterrado, según han dicho algunos funcionarios de la isla porque mis ideas como intelectual independiente, dichas sin que nadie me pague un centavo, eran demasiado peligrosas por el respeto que me he ganado entre los intelectuales de mi país. Digamos que temían que contagiara a los demás.

 

Ahora reside en Alemania. ¿Se plantea regresar a Cuba en algún momento?

Me considero, como cualquier intelectual, un ciudadano del mundo. Y cuando Cuba me forzó al destierro, decidí que viviré allí donde pueda realizar mi labor intelectual sin las limitaciones de libertades que sufrí (y que sufren mis colegas) en Cuba. Le he escrito cartas al gobierno cubano, que nunca han sido respondidas a pesar de que las he enviado a organismos que según la Constitución están obligadas a responder, y en esas cartas he manifestado mi exigencia al derecho de entrar y salir de mi país, sin permisos absurdos, cuando mi agenda intelectual así lo requiera, y que regresaré a mi país cuando reciba garantías de que por decir lo que digo y por escribir lo que escribo no vaya a parar a una cárcel, como sucede hoy con más de trescientos cubanos que han sido condenados sólo por pensar distinto.

 

Un buen número de escritores de su generación han abandonado la isla. ¿Cómo ve usted la relación del régimen con los intelectuales? ¿Y la de los intelectuales con el régimen (me refiero sobre todo a figuras internacionales, como García Márquez, Saramago, recientemente Sean Penn, con su entrevista a Raúl en The Nation, etc.)?

Creer hoy en esa Revolución, pudiendo consultar la inmensa información, pruebas y datos reales de la represión que existe contra los cubanos, es un acto de verdadera estupidez, una canallada y un insulto a la inteligencia. Se puede apostar y luchar por un mundo mejor sin apoyar a un gobierno que ha provocado un éxodo de más de dos millones de cubanos, que sigue encerrando a quienes quieren buscar una alternativa política distinta, que mantiene un férreo control sobre los cubanos decidiendo incluso tu vida personal, que miente reiteradamente en todos los foros internacionales sobre derechos humanos, pues basta escuchar a esos millones de cubanos que hay en el mundo y a otros millones que hay en la isla para saber cuántos derechos de la Carta Universal son violados diariamente en Cuba. Y sobre todo, es criminal apoyar a un gobierno que prefiere priorizar la ideología al bienestar de su pueblo. He escuchado a García Márquez protestar cuando España impuso el visado a los colombianos, pero jamás he escuchado que se haya pronunciado en contra de las limitaciones migratorias de los cubanos. Y todavía más, es una pena que esos intelectuales que apoyan al gobierno cubano no se den cuenta de que son piezas en un asqueroso juego de propaganda política internacional y cuando dicen algo que a Cuba no le gusta, como sabemos en unos cuantos casos de escritores ilustres, se les ha regañado o satanizado. Sobre la emigración intelectual y artística: basta mirar las cifras de quienes han «desertado» en el 2008, o baste el hecho de que en 1984 de mi promoción de escritores éramos 52 y hoy en la isla sólo quedan 7.

 

¿Qué le sugiere a día de hoy la expresión «revolución cubana», ahora que se van a cumplir 50 años de su advenimiento? ¿Qué ha quedado de esa revolución «de los humildes y para los humildes»?

Ha quedado el sueño. Sólo eso. Lo demás, lamentablemente, es represión, muerte, destierro, cárceles, exilio. Y que conste, que los que han sufrido todo eso son esa misma gente humilde a la que se le dijo que esa Revolución era por ellos y para ellos. La gente contra la que se hizo la Revolución, se fue del país a inicios de la década del 60, pero los fusilados, los encarcelados por pensar distinto, los miles de muertos en el mar intentando escapar del «paraíso cubano», los exiliados y los que hoy viven hundidos en la desesperanza y la pobreza son esa misma gente humilde que también la Revolución ha traicionado.

 

¿Cómo ve Cuba ahora desde la distancia? ¿Cree que el gobierno de Raúl Castro propiciará algún cambio o habrá que esperar a la desaparición física de la denominada generación histórica? ¿Qué tipo de cambios, a su juicio, requiere la isla?

Veo a Cuba más claramente gracias a la inmensa información que se le oculta al pueblo cubano y eso me permite tener más claro nuestros problemas y nuestras posibilidades.

La ingenuidad de la gente me alarma: recuerdo los alaridos de esperanza por los maquillajes que Raúl permitió, celulares, algunas computadoras de tecnología en desuso, poder entrar a algunos de nuestros propios hoteles (pagando más que un turista, por cierto). ¿No se dan cuenta de la burla? Cuba necesita cambios profundos: que nos dejen crear riqueza con nuestra iniciativa personal; que todos los cubanos puedan poner su ideología, sea cual sea, en función de hacer mejor la vida social, económica y política del país; que pensar distinto no sea un delito como lo establece hoy la Ley Mordaza; que se respeten, como parte de la sociedad civil y democrática, los derechos de asociación, expresión y palabra; que el Partido Comunista no sea el monopolista que controla todas las instituciones, riquezas y planes del país; que los cubanos puedan entrar y salir del país sin otra traba que su propia planificación personal y económica… y tantas otras cosas esenciales que Raúl Castro no ha tocado.

 

¿Y de Obama, qué espera? ¿Cree que será el presidente, finalmente, que levantará el embargo? ¿Cómo cree que reaccionará el régimen a una hipotética eliminación de algunas restricciones (las de Bush, de 2004 sobre viajes y remesas) por parte de Obama?

El mundo sabe que Bush ha sido el peor presidente de Estados Unidos desde que se fundó esa nación. Lo primero, espero, es que Obama elimine esas restricciones de viajes, remesas y contactos entre cubanos, cubanoamericanos y norteamericanos en todas las esferas de la vida. Y aunque el bloqueo existe, yo siempre pienso en un dato: si existen más de 130 países dispuestos a comerciar, invertir y negociar con Cuba; y si nuestro gobierno dice que no necesita de Estados Unidos, ¿por qué se insiste hora tras hora en que se levante el bloqueo? Si logramos establecer un comercio real con esos otros países, muchos de ellos de la región, países cercanos, ¿necesitamos a Estados Unidos para salir de la crisis? Hasta el 2005 yo estuve en La Habana comiendo huevos, arroz, pollo y montones de productos norteamericanos que llenaban las tiendas en dólares de la isla. Y hace unos meses, el propio gobierno cubano en el Granma publicó una noticia donde hablaba de que en los últimos 20 años habían estado comerciando con más de 200 grandes empresas del sur de los Estados Unidos. ¿Cómo pretenden entonces achacar nuestra miseria sólo al bloqueo, aunque ciertamente, si no existiera, tendríamos otras facilidades? Los cubanos de la isla sabemos que el peor bloqueo es el que el gobierno ha impuesto dentro de la isla, las medidas absurdas, las prohibiciones monopólicas estatales, las experimentaciones económicas de Fidel Castro que cambiaban cada año de acuerdo a sus deseos y no a la realidad. También quiero recordar algo: Obama es sólo el presidente de Estados Unidos, no es el «Amo y Señor» de Estados Unidos. Y veo que el mundo le está pidiendo que actúe como si lo fuera, y si actúa así estará repitiendo, aunque sea en sentido contrario, las violaciones y los errores que cometió Bush.

 

El exilio cubano parece estar cambiando. Recientemente, una encuesta mostró que por primera vez estaría mayoritariamente a favor de la derogación del embargo. ¿Ha llegado la hora de la reconciliación para los cubanos de la isla y del exilio?

Esa reconciliación se está produciendo hace muchos años. Existen las diferencias, sobre todo en materia política, pero también, por primera vez en muchos años, existe un consenso sobre el derecho que los cubanos, vivan donde vivan, tienen de ayudar a su país. Ese, por cierto, es un derecho que solamente está siendo bloqueado por un pequeñísimo sector del exilio cubano y por el gobierno de la isla.