Sitio Web DeCub e.V, 15 de octubre de 2014
Por Israel Benavides
Quiero comenzar con tu libro “Habana Babilonia”, pues fue todo un acontecimiento cultural en Cuba, un libro premiado y prohibido por las propias autoridades, lo que hizo que el texto recorriera toda la isla de mando en mano en forma de memoria digital o copias impresas clandestinas. Sin embargo, lo fascinante es el “libro detrás del libro”. En un país sin acceso a internet, corren múltiples leyendas urbanas no sobre el QUE, sino sobre el COMO lograste recopilar esa información en tus 5 años de investigaciones ¿Cómo pudiste entrar al mundo de la prostitución cubana? ¿Qué peligros corriste? ¿Qué trabas te pusieron el gobierno, por un lado, y la jineteras y proxenetas por el otro?
Con tu pregunta podría escribir otro libro, algo así como el making of de Habana Babilonia. Pero, intentando resumir, te diré que fue importante para mí vivir en barrios marginales donde las jineteras, los chulos y otros elementos vinculados a la prostitución me veían como “el vecino escritor” y no como un intruso. Muchos de los entrevistados eran amigos del barrio, y cada uno de ellos me fue presentando a otros en una cadena que se fue haciendo cada vez más larga y más interesante. Lo segundo es que yo jamás me acerqué a nadie, como suelen hacer los periodistas, cuestionando a nadie y mucho menos haciéndome el juez: simplemente fui a esas personas como uno de ellos que quería saber más. La tercera clave fue la suerte: una de las jineteras más conocidas en esos tiempos en La Habana había sido compañera mía de estudios y gracias a ella pude entrar a zonas donde otros investigadores o periodistas jamás han podido ni acercarse. Aún así me vi en unos cuantos aprietos. Por sólo ponerte dos ejemplos: una vez, mientras investigaba en el Hotel Comodoro, caí en una redada policial contra las jineteras y pasé dos días en un calabozo hasta que pude demostrar que yo era un periodista que buscaba información, y aunque pude librarme de esa, cuando en la Unión de Periodistas se enteraron de lo que yo estaba haciendo, me echaron una reprimenda por utilizar “el título de periodista en investigaciones no autorizadas”. La segunda vez estaba en el Hotel Santa Isabel entrevistando a una muy joven jinetera que trabajaba allí y el chulo de ella, un negrazo enorme conocido en la zona como “Mandarria”, creyó que yo estaba metiendo las narices donde no debía y me dio una pateadura que desde ese día voy por el mundo con una costilla desprendida. No me mató porque yo había trabajado en el Instituto Cubano del Libro y un antiguo compañero vio que era a mí a quien estaban pateando e impidió que siguieran golpeándome.
A muchos proxenetas lo que les interesaba era que yo no develara algunas claves de ese mundo y por eso solían amenazarme, pero ciertamente sus amenazas no pasaron de sustos como el que antes te conté. Con el gobierno fue otra cosa: armaron todo un entramado muy inteligente para impedir que el libro siguiera circulando, despidieron a algunos trabajadores que decidieron imprimir el libro con argumentos absurdos como “estar utilizando los recursos del Estado para fines no autorizados”, enviaron a algunas jineteras que trabajaban para la policía política con la intención de que intentaran seducirme sexualmente, como supe por un agente que desertó y ahora vive en Francia, para destruir mi matrimonio enseñándole evidencias de mi infidelidad a mi esposa… en fin, trampas de todo tipo.
Por lo general los cubanos inventan todo tipo de trucos para burlar la vigilancia del gobierno cubano y escapar al extranjero. En tu caso fue todo lo contrario: fue el propio gobierno cubano el que te sacó usando un ardid y luego no te dejó regresar a Cuba. ¿Qué argumento legal esgrimieron para prohibirte entrar a tu propio país? ¿Te consideras un deportado?
Bien sabes que en Cuba no hacen falta argumentos legales: si deciden algo, lo hacen, y nadie puede reclamar porque Cuba hace ya más de 50 años dejó de ser un Estado de Derecho. Por eso te corrijo: no soy un deportado, me considero un desterrado. Estaba en España, legalmente, presentando una de mis novelas, tuve que prolongar unos días más la estancia en Madrid invitado a ser jurado de un importante Premio Internacional de Novela. Como había hecho en otros viajes fuera de la isla, esa vez solicité la extensión del permiso en un mensaje y mediante llamada telefónica a la UNEAC, que era quien en ese tiempo hacía los trámites migratorios de los escritores, y me dijeron que sí. Cuando quise volver, el permiso aún no había llegado, y todavía lo sigo esperando. En resumen, estuve cerca de un año, incluso mediante escándalos en la prensa internacional, exigiendo mi derecho a regresar y jamás me dieron respuesta. Lo repito: jamás quise irme de Cuba, a mí me desterraron, pero gracias a ese destierro forzado llegué a este país y pude desarrollar la carrera como escritor y alcanzar el reconocimiento internacional del que hoy gozo, algo que viviendo en Cuba había ido logrando, pero con un trabajo inmenso por lo aislada que está la Cultura cubana de cara al mundo.
En tu novela corta Las raíces del odio abordas el problema del segundo trauma: el choque cultural que invade al cubano emigrante cuando llega a Europa y tiene que enfrentarse a las miserias humanas de ese tan soñado Primer Mundo. ¿Cómo fue ese choque para ti? ¿Cómo pudiste asumir tu nueva calidad de emigrado?
Lo he dicho otras veces: excepto por esos meses en que estuve separado de mis hijos hasta que pudieron reunirse conmigo, el destierro ha sido para mí una hermosa experiencia, enriquecedora en todos los sentidos. Cuando me dejaron fuera de la isla, muchos amigos se pusieron de acuerdo para ayudarme: viví varios meses en casa de una amiga española, la profesora universitaria Cristina Bravo Rozas; mi editora española Nicole Cantó me garantizó trabajo suficiente para que pudiera tener dinero para vivir y luego mi editor alemán Peter Faecke presentó mi caso a la beca de la Fundación Heinrich Böll y del Pen Club Alemán, quienes me acogieron en total durante tres años y medio. Con el historial que yo traía, la solicitud de asilo estuvo clara desde el inicio y en el 2009, terminada la beca, Alemania me concedió el asilo político. Pero recuerda algo, en todo ese tiempo yo había publicado en las más grandes editoriales de la lengua española: Planeta, Seix Barral, Ediciones B; 8 de mis libros fueron traduciéndose y apareciendo en el mercado alemán, francés e italiano, y había ganado dos importantes premios internacionales. Eso facilitó mi integración al entorno literario alemán y hoy me siento como en casa. Mis hijos se han adaptado tan bien a esta sociedad que a veces actúan más como alemanes que como cubanos… en fin, que emigrar para mí ha sido más enriquecimiento y expansión que trauma.
Quizás te sorprenda saber que en Cuba muchos te recuerdan no como autor de Best Sellers, sino en calidad de profesor de redacción y literatura. Tu nombre circula aún hoy en los círculos literarios en la isla. ¿Qué consejo le puedes dar a los nuevos escritores cubanos?
El único consejo es el mayor aprendizaje que me ha dado el destierro: en Cuba, la política cultural de la Revolución nos hace creer que necesitamos estar en Cuba para ser escritores cubanos, que nuestra condición de escritor muere cuando salimos al exilio. Es una mentira descomunal: yo descubrí que el escritor no debe encerrarse en ninguna isla, en ningún país, pues el verdadero reto está en que su obra conquiste lectores de todo el mundo. Y como yo, hay cientos de escritores cubanos que han emigrado y han desarrollado la mejor parte de su obra, muy cubana, fuera de la isla.
En “Bajo la piel del hombre” sobre el panameño Hugo Spadafora escribes sobre un hecho revelador también para Cuba: se descubre el eje Noriega-Castro para el narcotráfico. Con ello el gobierno cubano aparece vinculado a tráfico de drogas y eso le da otro tono al fusilamiento del General Ochoa que tanto sacudió a la nación cubana. A raíz de esas revelaciones, ¿debemos replantearnos nuestra historia?
Durante tres años estuve investigando allá, en Panamá, Costa Rica, Nicaragua, y en los archivos centroamericanos de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en Washington, sobre todo ese período de los años 70 y 80, las guerrillas en Centroamérica, todo lo relacionado con el famoso Caso Irán-Contras, el puente Colombia-Panamá-Caribe Interior (porque no fue sólo Cuba)-Estados Unidos para el tráfico de drogas. Y tristemente descubrí, o mejor dicho, pude comprobar lo que ya otros habían comentado, o sospechado: que el gobierno de Fidel Castro fue una de las manos negras, siniestras, en cuanta maniobra sucia hubo en la región en esas décadas y los protagonistas de esas maniobras sucias secretas fueron, entre muchos otros, el famoso Comandante Barbaroja, Manuel Piñeiro, y varios de los fusilados en las Causas 1 y 2 de 1989. Eso me ayudó a entender la necesidad de replantearme la historia que me habían enseñado desde niño, la historia incluso que me recitaban mis padres como protagonistas de la parte más hermosa de nuestra historia nacional… Y eso me permite decirte que sí, el día en que las cosas cambien de verdad y definitivamente, los cubanos descubrirán cuánto los engañó ese gobierno que lleva ya más de 50 años en el poder y que pretende eternizarse a través de sus herederos.
Ya llevas un tiempo viviendo y trabajando en Berlín. ¿En qué proyectos trabajas ahora? He oído hablar de una posible película ¿Qué planes futuros tienes?
No me gusta hablar de mis proyectos, porque creo que eso los mata. Pero quienes me conocen saben que jamás dejó de trabajar. Y sí, trabajo en un nuevo libro sobre las vidas noveladas de varios emigrantes cubanos en Alemania, hay una película basada en uno de mis libros que espero se concrete pronto y planes tengo muchos, pero esos prefiero dejarlos como sorpresa. Siempre es bueno para un escritor tener a mano una carta que sorprenda a los lectores.