El pueblo de Cuba no es revolucionario, es sobre todo fidelista

Periodista Digital. España, 6 de febrero de 2006

Por Borja Ventura

En la casa de campo de Heinrich Böll en Alemania.

En la casa de campo de Heinrich Böll en Alemania.

«Soy un escritor cubano: esa es mi cruz. Cada ser sobre la tierra carga su cruz personal e intransferible, con idéntica cuota de amor y agonía (…) En un mundo sin diálogo, creer en la libertad de la palabra es de locos. Me confieso empecinadamente loco». Así se presenta Amir Valle en su página web. Ante la tesitura de reconocerse de izquierdas y cubano, pero reconocer las verdades y excesos del régimen cubano. La lucha por la democracia se libra, en tantos y tantos casos, en las páginas de novelas y relatos como las de Valle, a ratos dramáticas y a ratos fruto de la nostalgia. Su última obra, Santuario de sombras, pone de manifiesto el drama humano del tráfico de personas en la costa de Cuba.

 

Pregunta: ¿Santuario de sombras plasma una realidad dramática y demasiado frecuente?

Respuesta: Sí, nos pasa como pasa en España con las pateras. Desde 1959 siempre hubo un éxodo hacia los Estados Unidos. Al principio se hacía de forma legal y ordenada, pero en cuanto las relaciones entre ambos países comenzó a empeorar se convirtió en un tráfico clandestino que se lleva a cabo en cualquier cosa que flote. Lo que narro en la novela es una realidad aún más macabra que se viene dando en los últimos cinco o seis años: el que desarrollan personas con yate o similar en Estados Unidos que cobran cinco o seis mil dólares a cada persona por llevarles a suelo norteamericano y luego les matan o les arrojan al mar.

 

P: En este sentido, la presión internacional ¿ha sido positiva o negativa?

R: Es algo complejo de decir, porque intervienen muchos factores. La presión internacional no ha tenido una participación directa, aunque sí ha incidido en el problema. Le ha hecho ver al pueblo que Cuba no es un paraíso y lo hace, por ejemplo, con actuaciones como la de la Unión Europea, que vuelve a endurecer las condiciones. De algún modo se ha abierto un nuevo camino hacia la reflexión, ya que antes, cuarenta años atrás, se vivía en una burbuja: se pensaba que Cuba era un paraíso y el resto del mundo era una especie de infierno.

 

P: ¿Como si se hubiera parado el tiempo?

R: Sí, efectivamente: como si desde 1959 no hubiera pasado el tiempo y se tuviera la conciencia de que pervive un capitalismo salvaje.

 

P: ¿Y el pueblo cubano sabe cómo se ve la isla desde más allá de sus fronteras?

R: Lo que se dice llega a través de medios de comunicación como el suyo. No llega la televisión internacional y es raro que se oiga una radio que no dé una visión cubana de la realidad. Lo que más llega es vía digital y gracias al movimiento internacional intelectual, plasmado en revistas y documentos. Y también, cómo no, existen dos millones de exiliados que se mantienen en contacto con sus familiares, a quienes cuentan cómo se ven las cosas fuera de la isla.

El futuro del régimen

 

P: ¿Los cubanos apoyan el régimen o se oponen a él?

R: No se puede negar que hay una gran parte de los cubanos que lo apoyan, pero no creo que la población sea revolucionaria, sino fidelista: la gente apoya a Castro antes que al sistema. No hablo de las marchas, que se sabe que hay mecanismos que obligan a la gente a acudir, sino a la gente de a pie, que está desinformada de la realidad, como comentábamos, como si el mundo se hubiera parado. De hecho, también algunos apoyan a Castro incluso reconociendo lo que pasa.

 

P: ¿Qué sucederá cuando muera Fidel?

R: Confío en la capacidad de desarrollo que puede llegar a Cuba. En todo proceso de transición, el dinero es lo que mueve casi todo, y sé que la comunidad cubana en el exilio sí está interesada en invertir en nuestro país: existe voluntad de ser una fuerza hacia la democracia. Y a esto ayudará que los militares son muy conscientes de su apoyo a la democracia, o al menos lo han sido hasta ahora: apoyan un cambio para bien. Creo sinceramente que cualquier opción llevará a Cuba a una democracia.

 

P: ¿Puede ser Raúl Castro para Cuba lo que el Rey Juan Carlos fue para España?

R: Sí, puede serlo: hay quien ve en él la continuidad del régimen cuando muera Castro, pero creo que puede ser una figura de transición. Fidel y su imagen de líder y todo el aparato del régimen que le envuelve le afecta únicamente a él, sólo se conservarán mientras él esté vivo. Confío de verdad en que es posible una transición pacífica y sin sangre, en positivo. Y creo que ese es el punto de encuentro entre la oposición y los miembros más jóvenes del Gobierno.

 

P: ¿Se puede ser de izquierdas y criticar el régimen de Castro?

R: Yo me considero un hombre de izquierdas y nunca le he dicho a alguien de derechas que se calle, sino que he creído y creo en la tolerancia y el diálogo. Y eso falta en Cuba: siempre va a haber confrontación entre puntos de vista diferentes, lo he dicho allí y lo seguiré diciendo. Habría que plantearse si Cuba es un país de izquierdas.

 

P: ¿Qué le parece que todo un Presidente del Gobierno como Evo Morales diga que en Cuba existe una democracia?

R: Evo Morales tiene todo mi afecto, porque su pueblo necesita probar algo nuevo: tanto él como Chávez dan la esperanza de que se puede hacer algo distinto, siempre y cuando no se caiga en el totalitarismo. Pero sí creo que no se puede hablar sin vivir lo que se dice: soy un hombre de izquierdas, pero critico a mis colegas de izquierdas cuando vienen a Cuba para estar en hoteles turísticos donde ven todo lo maravilloso pero no viven la realidad que sufre el 90% de los cubanos. Aquí hay libros censurados y activistas en la cárcel, se reprime a quienes piensan distinto: si eso es democracia no sé qué es la democracia. Cuba encarna muchas libertades, pero también viola otras: Evo Morales puede creer que Cuba es democrática si compara con Bolivia, donde las cosas están mucho peor, pero no es una democracia. De hecho, repito, habría que preguntarse si es siquiera de izquierdas.