Grito desde las páginas impresas

Blog Escritores del mundo. Buenos Aires, Argentina, 25 de junio de 2006

Por Daniel Marcovecchio

En la casa del PEN CLUB Alemán en Berlín.

En la casa del PEN CLUB Alemán en Berlín.

Comenzó en el periodismo y con el correr del tiempo esa profesión lo llevó a incursionar en la literatura, primero los cuentos breves, más tarde las novelas. Escritor y hombre se unen para narrar las historias de un crudo realismo ambientadas en su Cuba natal. Cuba, la bella. La extraña y añorada. Isla aislada. Cuba, cercana. Así la pienso. Por esa razón y muchas más anhelaba producir esta nota a un periodista y escritor cubano, colega a la distancia. Para Amir Valle ambos oficios se complementan. Están relacionados de forma íntima. «Soy periodista de graduación; es decir, estudié en la Universidad de La Habana esa carrera, y aunque solamente ejercí el periodismo unos cuatro años, oficialmente en mi país, no he dejado de hacer periodismo nunca. Dirigí varias revistas digitales -Letras en Cuba, A título personal- y escribo para algunas publicaciones y periódicos en el mundo. En mi país he publicado trabajos periodísticos en casi todas las revistas importantes de la isla. Actualmente, por ejemplo, formo parte del consejo editorial de tres importantes publicaciones periódicas: dos son culturales, pero especializadas en el género negro o policial: La Gangsterera y Fantoches, y una de actualidad latinoamericana, llamada Contrapunto de América Latina. Lo más esencial es que el escritor que soy le debe casi todo al periodista que soy a toda hora del día: me considero un escritor realista y me alimento de historias que recojo en la vida cotidiana, real, de mi país. La única interferencia que se produce entre esos dos oficios es cuando ese momento de decidir cómo abordaré cierta temática, si desde el periodismo o desde la literatura». Estas son las palabras que utiliza Amir, a modo de presentación.

 

¿Cuándo surge el escritor?

Eso, ante todo, es una condición con la que se nace; en segundo lugar, es una posición ante la vida en la que uno entra casi siempre sin darse cuenta. Es decir, de pronto sientes deseos de escribir algo y lo escribes, así de simple. Y luego es que llega la conciencia de que algo puedes hacer con ese talento que Dios te dio. Es entonces cuando uno dice: bueno, a escribir en serio, como un oficio. Pero el escritor, generalmente, escribe porque alguna vez sintió el impulso de hacerlo y desde que descubrió esa sensación, torturante y maravillosa, no deja de hacerlo. Yo empecé a tener conciencia de que quería escribir cuando leí, a muy temprana edad, Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain.

 

¿De qué manera llega la inspiración?

Antes te comentaba que soy un escritor realista. Yo escribo de lo que vivo, de mis barrios, de mis gentes, de los traumas sociales por los que tienen que pasar la gente con la que converso a diario. La inspiración puede surgir ahí, cuando alguien te cuenta algo que le ha sucedido, o cuando veo en la calle un hecho que me resulta material novelable, o cuando me preocupa alguna situación especial en la vida de mi gente y me decido a novelar esa situación. Otras veces hay voces. No es un mito ni una exageración: puedes estar caminando por algún sitio, o durmiendo, o escuchando una canción, y de pronto algo dentro de tu cerebro te susurra una idea.

Te voy a poner los casos de mis cuatro novelas sobre la realidad cubana actual.

La primera novela, Las puertas de la noche, que trata sobre la prostitución infantil en Cuba, me vino a la cabeza de golpe cuando leí en un periódico cubano lo que se publicó sobre el caso y me pregunté, molesto, por qué razón aquel periodista (que por cierto, se graduó en mi mismo grupo en la Universidad) no había profundizado en el lado humano de aquel problema. Ahí me dije: «tienes que escribir tú esa historia, con pelos y señales, hacerla más humana». Lo demás fue reunir la información y escribir.

La segunda novela, Si Cristo te desnuda, que es un llamado a la tolerancia hacia la práctica sexual, sea cual sea, surgió como una escena precisamente en el momento en que, como periodista, yo asistía a un show de travestismo clandestino en La Habana, en compañía de un amigo escritor que quería enseñarme que en la ciudad existían aquellos sitios. Cuando estaba mirando el show supe que iba a escribir de aquello, y luego, cuando me puse a buscar información sobre el travestismo en Cuba, apareció un caso real de unos travestis que se suicidaron en un lugar público en Cuba, y entonces decidí mezclar las historias y escribir la novela.

La tercera novela, Entre el miedo y las sombras, que trata sobre el surgimiento de las bandas de tráfico de drogas en La Habana, me fue contada casi de la misma manera en que aparece en mi historia, por un negro magnate de la marginalidad habanera que se convirtió en uno de los amigos más verdaderos que tuve hasta el día en que se murió.

Y la cuarta novela, Santuario de sombras, sobre el tráfico de personas entre Cuba y Estados Unidos, me surgió cuando estaba entrevistando a varios de los sobrevivientes de un caso de tráfico. Me conmovió mucho un hombre que hablaba todo el tiempo en plural; es decir, decía «nosotros estamos», «por las noches soñamos», y es que él vio cómo le mataban a la mujer y a sus hijos y su mente encontró ese mecanismo para hacerle creer al cuerpo que ellos, sus hijos y su mujer, seguían viviendo dentro de él. Es una especia de locura que me impactó. Decidí contar esa historia y otras dos que luego novelé en esa obra.

 

¿Cuáles son tus escritores preferidos?

Mis cuentistas preferidos son Julio Cortázar y Juan Rulfo. Los novelistas que más me han influenciado son Erskine Caldwell, el norteamericano y Mario Vargas Llosa. En mi país, el novelista José Soler Puig y el cuentista Antonio Benítez Rojo. Hay muchos otros, un listado interminable, pero a esos que te menciono siempre vuelvo una y otra vez.

 

¿Cuánto influyeron Hemingway y Alejo Carpentier en tu obra?

Hemingway fue esencial para mí en mis primeros años, básicamente para entender los mecanismos internos del cuento que él conoció muy bien; un conocimiento que iba mucho más allá de su teoría del cuento como un iceberg. Todavía hoy, cuando necesito precisar algunas cosas en ese género, vuelvo a leer sus cuentos. Alejo Carpentier fue, sencillamente, un aprendizaje, el modo de saber que teníamos un escritor universal, inmenso, pero siempre me resistí a tomarlo como ejemplo de lo que es un novelista porque él escribía las novelas de un modo tan particular que es único, y aunque reconozca su inmensidad literaria, no es el modelo de novelista que he seguido. De Cuba me interesa más la línea del Reinaldo Arenas de Celestino antes del alba, el Guillermo Cabrera Infante de Tres tristes tigres y el José Soler Puig de El pan dormido. Pero siento orgullo de tener a un escritor de la talla de Carpentier, que conste.

 

¿Estás viviendo en Cuba actualmente?

Justamente a partir de octubre del 2005 empecé una larga gira por Europa que me hará estar fuera de Cuba al menos hasta febrero del 2007, pero sí, vivo en La Habana, más exactamente en el centro de la capital, un hermoso y marginal barrio llamado Centro Habana.

 

¿Cómo es Cuba para un cubano?

Un gran reto del día a día, un país único y hermoso, un lugar tan cargado de contradicciones que uno se pasa la vida haciendo preguntas a todos y a uno mismo, sin que te den ni encuentres respuestas.

 

¿Puedes definir tus obras y cómo se define Amir el escritor?

Como el sueño hecho letras que mi Dios me permitió hacer realidad. Obras realistas para recordarle a la especie humana las miserias en las que vive, y la porquería en la que está convirtiendo a este hermoso planeta cada vez menos azul.

En lo referente a mí como escritor, puedo decir que soy un hombre cargado de gritos y siento que mi papel como escritor es ese: gritar desde las páginas impresas, de modo que mis gritos no queden en el aire y puedan viajar de mano en mano. Ser escritor hoy, en este mundo nuestro, es una responsabilidad demasiado grande como para no asumirla con dignidad y humildad. Eso intento ser como escritor: un ser digno y humilde.