He aprendido que la literatura es mucho más que un juego

El Comercio. Gijón, España, 8 de Julio de 2007

Por Alberto Piquero

En el Instituto Cervantes de Berlín.

En el Instituto Cervantes de Berlín.

Exiliado en Berlín tras ser prohibido uno de sus libros Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba, cristiano de pertenencia protestante, autor de obras como Muchacha azul bajo la lluvia, Amir Valle (Holguín, Cuba, 1967) se ha enfrentado a un reto al concluir la novela que Justo Vasco dejó inconclusa antes de su fallecimiento el año pasado, El guardián de las esencias. Ayer la presentó en la Semana Negra.

 

¿Cuándo comenzó su relación con Justo Vasco?

Siendo yo muy joven, a los catorce o quince años. Después, la amistad se hizo más estrecha al obtener el Premio de la Unión de Escritores, en cuya institución trabajaba Justo. Leíamos y discutíamos libros en común. Fue para mi un maestro alternativo. Y no sé si se ha dicho de manera suficiente que al trasladarse a España se convirtió en el gran promotor de la novela negra cubana.

 

¿Cómo germinó la idea de que usted acabara la novela que no llegó a finalizar justo Vasco?

La verdad es que todos le decíamos hace años que debía terminarla. Pero él no se apuraba. Era un escritor de vocación, creativo, poco interesado por las exigencias comerciales. Definitivamente, le faltaron algunos capítulos. Y en la Semana Negra de la edición anterior, Paco Ignacio Taibo II y Cristina (viuda de Justo Vasco), pensaron que yo era la persona indicada para realizar esa culminación.

 

¿Cuáles fueron las principales dificultades que hubo de afrontar?

El croquis novelístico estaba definido. Y los primeros capítulos no necesitaban reescritura. Pero la mayor dificultad fue adaptarme al estilo de Justo, que es muy diferente del mío. Y también a su visión de Cuba, pues aunque coincidíamos en la mayoría de las cosas, siempre hay cuestiones personales de matiz.

 

¿De qué modo logró esa adaptación?

Los primeros seis meses no añadí ni una sola palabra. Me dediqué a leer y releer lo que había dejado escrito. También otra novela suya, Mirando espero. O sea, a empaparme de su estilo. A partir de ahí, arranqué.

 

El título, El guardián de las esencias, evoca al de Salinger, El guardián en el centeno. ¿Tienen alguna semejanza?

No, la novela de Justo se refiere a una zona de la literatura cubana que se caracteriza por mantener las esencias de nuestro país. Y es sorprendente lo fresca que tenía La Habana en su memoria, a pesar del tiempo que llevaba fuera de la isla. Están las calles llenas de vida, como si nunca se hubiera movido de allí.

 

En este ejercicio literario que ha hecho, se podrían vislumbrar técnicas de taller literario, un espacio didáctico que usted defiende…

He defendido los talleres literarios que se organizaban en la provincia oriental cubana en la que yo vivía, donde los profesores invitaban a Mario Benedetti, Juan Gelman o García Márquez. Nos enseñaron que la literatura era mucho más que un juego. Creo que ya no hay ese tipo de talleres en Cuba. En cualquier caso, dependen de las personas que los impartan.

 

¿Son compatibles el cristianismo que usted practica y el socialismo?

Yo soy cristiano evangélico pentecostal. Y Justo Vasco solía decirme que era uno de los pocos cristianos en los que había creído (se ríe). Si la pregunta alude al socialismo cubano, creo que allí no hay socialismo. Pero es verdad que el régimen se lleva bien con las religiones que le prestan obediencia, como las afro-cubanas o la católica. Los protestantes somos perseguidos.

 

¿Cuáles han sido las peripecias que ha sufrido a causa de Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba?

El fenómeno de la prostitución en Cuba ha sido escondido hasta que Fidel Castro admitió en un discurso que existía, pero que las prostitutas cubanas eran las más cultas y sanas del mundo. Es literal. Yo presenté el ensayo al Premio Casa de las Américas -que en la edición que ahora se ha publicado se titula Jineteras– y ese año el galardón quedó desierto. Sin embargo, alguien tomó un original y lo reprodujo en internet. Se convirtió en el libro prohibido más leído en Cuba. El propio Castro lo censuró en una reunión del Consejo de Estado.

 

¿Qué futuro le aguarda a Cuba?

Las predicciones son difíciles. Pero lo que yo quisiera es que no existiera lo que ahora hay. Así de simple. Que la tolerancia y el respeto a la opinión ajena fueran los principios sustanciales. Ese ha sido el error fundamental del castrismo, una intolerancia que ha creado odio, personas heridas y familias divididas.