Libros y Letras, Colombia, 5 de abril de 2015
Por Yeiver Rivera
El premiado y connotado escritor y periodista cubano Amir Valle, residenciado en Alemania, acaba de sacar al mercado su más reciente novela: Nunca dejes que te vean llorar, (Grijalbo) un homenaje al mago de la actuación en el mundo: Charles Chaplin.
«Esta novela no es una novela histórica, aunque sí quiere ser un homenaje a la permanencia del legado humanista de ese artista genial que fue Charles Chaplin», dijo el escritor.
Valle encontró a través de historiadores alemanes, norteamericanos e israelíes y documentos personales de varios políticos nazis cercanos a Adolfo Hitler que, en la primavera de 1941, Hitler vio la película El gran dictador, de Charles Chaplin, en compañía de dos de sus ayudantes y de Joseph Goebbels.
Distintas evidencias y fuentes históricas, entre ellas el reconocido historiador israelí Shlomo Aronson, se refieren al deseo de Hitler de secuestrar al cómico inglés con un objetivo: “Sería bueno ir a buscar a Chaplin, traerlo aunque sea a rastras al podio en el Templo de la Luz y preguntarle si es posible tener delante a un pueblo sediento de gloria y revancha y decir esas bobadas melodramáticas que dice su personaje al final de la película”, pudieron ser las palabras de Hitler, recuerda Valle.
También diversos biógrafos del mítico Ernesto Ché Guevara, documentos personales del Ché y testimonios de amigos y familiares, refieren que en 1952, en una corta estancia en Miami luego del primero de sus viajes por América Latina, tuvo la idea de secuestrar a la actriz Marilyn Monroe, al pelotero Joe Dimaggio y a Charles Chaplin con la intención de mostrarles la cara depauperada de esos países por los cuales él había viajado junto a Manuel Granados, para provocar un gran impacto mediático que denunciara al mundo la dura realidad latinoamericana.
Y es muy conocido que, en 1978, tres meses después de la muerte de Chaplin, fue robado su cadáver de la tumba en el cementerio de Corsier-sur-Vevey, Suiza, con propósitos oscuros que hasta hoy permanecen en la sombra.
Como puede comprobarse en numerosos documentos, artículos y entrevistas a testigos, existen versiones muy diferentes sobre los verdaderos responsables del robo, a pesar de que la justicia suiza condenó a Roman Wardas y al búlgaro Gandscho Ganev por robar el cuerpo y pedir un rescate a la familia.
La venganza de un marido celoso por las tropelías de Chaplin con su mujer años atrás; un ajuste de cuentas de los servicios secretos de Estados Unidos, de los cuales Chaplin se burló al escapar del país evitando así ser condenado por sus simpatías hacia la ideología de izquierda; una locura de un grupo de fans que pretendía embalsamar el cadáver… fueron algunas de esas versiones que la prensa de la época reprodujo mientras la policía buscaba a los culpables.
Pero la versión más interesante fue justamente la que menos se divulgó. Según esa versión, un grupo de neonazis había robado el cadáver con la intención de vengarse por las burlas que Chaplin había lanzado contra el Führer. «Fue esa versión la que elegí para narrar esta historia».
Las crudas escenas en la novela del tratamiento inhumano que se le hace al cadáver de Chaplin han sido creadas a partir de las propias declaraciones de los acusados durante el juicio. «En noviembre del 2006, pude entrevistar a una joven neonazi alemana que, por razones de seguridad, llamaremos S. R. Asqueada de todo ese mundo fascista, al cual se vio obligada a entrar en su adolescencia, se rebeló contra un peligroso entramado neonazi en Europa, impulsada entre otras razones por las enseñanzas de amor que, de niña, le sembraron las películas de Charles Chaplin» dijo Amir Valle.
Hablamos con el escritor sobre Chaplin, el Che Guevara, Hitler, el cine mudo y de su más reciente obra literaria
¿Por qué Hitler quiso secuestrar a Chaplin?
Aunque por la monstruosidad del imperio de la muerte que encabezó, recordamos a Hitler sólo como el gran asesino, no puede olvidarse que en sus años jóvenes fue un artista, que disfrutaba del buen arte, de la música clásica y, sobre todo, que nunca abandonó sus aspiraciones artísticas. Se sabe que muchas de sus conversaciones con Goebbels eran sobre historia, arte y cultura.
Diversas fuentes hacen pensar que luego de que viera junto a Goebbels la película El gran dictador ese espíritu artístico se despertó y durante un tiempo estuvo comentando a sus cercanos colaboradores y amigos sus impresiones.
Lo que sí queda claro a los historiadores es que a Hitler le divirtió mucho la ridiculización que hace Chaplin de Benito Mussolini utilizando la actuación de Jack Oakie (por cierto, un actor menor norteamericano cuyo único gran papel en el cine fue precisamente representar a Benzino Napoloni en esa película).
También, quienes recuerdan esa genial película, la historia giraba en torno al enorme parecido entre un barbero judío y el Führer Adenoid Hynkel (caricatura burlona de Adolfo Hitler) y que al final, en una genial jugada dramática, el barbero judío, a quien confunden con el Führer, es llevado al podio de los discursos en el Templo de la Luz en Nüremberg, lugar donde se hacían las marchas fascistas multitudinarias que la historia ha recogido en fotos y videos, y allí tiene que lanzar un discurso de reconciliación humana, amor y perdón a los cientos de miles de alemanes, pueblo y soldados, reunidos en esa enorme plaza.
Y es justo esa la única crítica que Hitler le hizo a esa película: le parecía fallida la última escena del discurso que el falso Hynkel pronuncia, encontraba demasiados románticas e irracionales esas palabras.
-El libro sale 100 años después de la creación y aparición de Charlot, uno de los más importantes papeles hechos por Chaplin, por el que fue nominado al Premio Nobel de paz, ¿es en homenaje a su legado artístico y cultural?
Es al menos mi homenaje a su legado. La historia del cine que vino después de su paso por la escena ha olvidado mucho su gran enseñanza: el cine debe hacer pensar, reflexionar sobre la miseria humana, buscando en la vida cotidiana esos dones que nos hacen humanos. Toda su obra fue un canto a la esperanza de un mundo mejor en medio de esa tragicomedia que suele ser la vida.
¿Por qué todos los dictadores o con ínfulas de serlo, ¿lo querían secuestrar?
Hay que situarse en el contexto histórico. Aunque hoy, por desgracia, cada vez menos personas sepan quién fue Chaplin, en esos años Chaplin era tan conocido como cualquier otro de los grandes hombres que, para bien o para mal, protagonizaban la historia: Churchill, Stalin, Hitler. Incluso muchos ensayistas del mundo del cine consideran que el impacto que tuvieron Chaplin y Marilyn Monroe en la vida cotidiana de millones de personas en todo el mundo en esos tiempos no ha sido superado ni siquiera hoy, con toda esta avalancha de información hasta de los entresijos de cama de los famosos.
Es una novela diferente y no cubana a las que nos tiene acostumbrados, ¿por qué este cambio editorial?
Es una vieja deuda y, también, una estrategia. Una deuda, porque desde el 2001 quería escribir una novela sobre Chaplin y mi llegada a Alemania en 2005 me hizo retomar esa idea, pues pude buscar la información que necesitaba para construir las tramas que cuento en esta obra.
Y una estrategia porque necesitaba alejarme del tema cubano, básicamente porque me molestaba la etiqueta que me colgaban algunos periodistas de “escritor anticastrista” simplemente porque mis novelas anteriores hablaban de la marginalidad social que el gobierno siempre quiso ocultar al mundo.
Yo me considero simplemente escritor que cuenta la vida que vivió en esos barrios de Centro Habana donde viví hasta que me desterraron en el 2005; jamás me dije “voy a escribir una novela contra el gobierno”, “voy a escribir una novela anticastrista”, porque eso sería escribir panfletos y no literatura.
Comencé ese alejamiento, que es temporal, como para tomar aire y distancia del tema, cuando empecé a investigar en el 2011 para escribir mi novela biográfica “Hugo Spadafora – Bajo la piel del hombre”, donde cuento la vida del mártir panameño Hugo Spadafora, obra publicada en el 2013 por la editorial Aguilar del Grupo Santillana.
Esta es mi segunda novela “no cubana”. Y existe una tercera: “Mi nombre es polvo” donde cuento la tenebrosa historia de un tatuador (alemán en la vida real, aunque en la novela no se diga) que creía haber recibido ese don a través de un ser sobrenatural que lo asesoraba en su alucinante carrera artística en el mundo del tatuaje.
Pero no he abandonado el tema Cuba, sigo escribiendo sobre esa isla, que es mi mundo más vital.
¿Qué significó Chaplin en su vida personal y culturalmente?
Mis padres eran maestros y sentían una admiración especial por el humanismo de Chaplin. Recuerdo que cuando anunciaban en la televisión, casi siempre los domingos en la mañana, alguna película de Chaplin, mi madre preparaba todo rápidamente para poder sentarnos todos a disfrutar de las locuras de este genio.
En esos momentos no pensé que esa impresión se me quedaría grabada y que sería esencial años después para mi carrera como escritor. Recuerdo que, en Santiago de Cuba, a mis 18 años, iniciándome entonces en mi carrera literaria, cuando logré leer lo poco que existía en Cuba sobre la vida de Chaplin, me impactó mucho una idea suya: “si sólo haces reír, fracasas; si sólo haces llorar, fracasas. El arte debe hacer reír, llorar, pensar. El arte jamás podrá ser sólo divertimento, porque es el modo que tenemos los seres humanos de dar vida a nuestros pensamientos, sueños, ideas, filosofías. El arte que no conduce a pensar es enajenante, y la enajenación nos acerca a la bestia.”
¿Cuál es la película que más recuerda o le gusta de Charles Chaplin?
Hay tres películas de Chaplin que jamás podrán ser igualadas: El gran dictador, El chicuelo y La quimera del oro. Mi preferida es El Chicuelo, por eso le hago un gran homenaje en esta novela.
¿Se debería hacer de nuevo cine mudo?
La facilidad de que te lo den todo masticado en las imágenes ha hecho que el cine sea cada vez más elemental. El cine mudo obligaba a que el que veía la película participara: a falta de palabras, tenía que pensar, atrapar las señales que se le lanzaban. No creo que sea ya posible un regreso masivo a esos tiempos, pero cuando se hace con excelencia, el cine mudo logra impactar.
Nosotros en Cuba, tenemos esa experiencia: el director de cine Fernando Pérez hizo en el 2003 la película “Suite Habana” en la que filmó un día entero de la vida de varios cubanos, gente simple del pueblo. El sonido es sólo el sonido ambiente, y la música; no hay diálogos. Su impacto nacional e internacional ha sido tan grande que es considerado un clásico del cine. Y hoy, 12 años después, uno sigue viendo esa película y el estremecimiento es demoledor.
¿Cuánto duró la investigación y creación de esta obra?
La escritura fue muy rápida, unos ocho meses: la terminé en octubre de 2009. La investigación fue más lenta. Aunque, como te dije, tenía la idea desde el 2001, viviendo en Cuba, empecé a buscar los primeros datos en el 2006, cuando estaba en una beca en la que fuera la Casa de Campo del premio Nobel alemán Heinrich Böll. En la ruinosa biblioteca de esa casa había un ejemplar en inglés de Mi autobiografía, las memorias de Chaplin. Ese fue el comienzo de todo.
¿Desde cuándo estará en Colombia?
Aún la editorial deberá confirmarme cuáles son sus planes de promoción en el país, pero al menos sé que los lectores en Colombia ya pueden adquirirlo porque el libro ya está en librerías colombianas.