José Lezama Lima. Un nombre que marcó una generación

El Estado de Sao Paulo. Brasil, 18 de diciembre de 2010

Por Raquel Cozer

En el Parque Humboldthain, cerca de su casa en Berlín.

En el Parque Humboldthain, cerca de su casa en Berlín.

Es simbólico que, cuando se buscan libros de Lezama Lima en las principales librerías de Brasil, los únicos ejemplares disponibles son importados. Editados en pequeñas cantidades a partir de la década del 80, cuando su obra fue permitida también en Cuba, después de las dificultades inicialmente impuestas por la Revolución, el autor desapareció de las estanterías nacionales sin llamar la atención. El más importante de sus títulos, Paradiso, salió en 1987 para los brasileños, que al año siguiente tuvieron en las librerías los ensayos de La expresión americana. En 1993 se publicó el volumen de cuentos Fugados, y en 1996, Dignidad de la poesía, ambos traducidos por Josely Vianna Baptista, traductora también de Paradiso.

 

Amir Valle, en su sitio en la Web, usted incluye Lezama Lima entre los autores que admira, y añade: «Padezco las razones absurdas que intentan negarle lo que son: patrimonio de todos los cubanos, por encima de credos, filiaciones, intolerancias y extremismos.» ¿Podría explicar esta cuestión con respecto a Lezama?

Lezama fue uno de los autores que más sufrió los extremismos y las intolerancias de los primeros años de la Revolución encabezada por Fidel Castro. Hoy se intenta tapar una verdad: Lezama fue atacado, marginado y censurado por la Revolución que lo acusó de «evadido», «no integrado», «escritor de élite» y hasta de homosexual; pero también fue atacado por algunos escritores que luego se largaron al exilio. La Revolución, además, no pudo aplastarlo porque ya era una figura internacionalmente respetada y hubiera sido muy escandaloso hacerle, por ejemplo, las cosas que le hicieron a Reinaldo Arenas y a otros muchos escritores que escribían en esos años en Cuba. Pero lo fue acorralando de muchos modos, cerrándole todos los espacios en los cuales Lezama Lima brilló como el genial escritor que era. Años después de su muerte, cuando le resultaba conveniente a la política cubana, ordenaron rescatar su figura y para ello reescribieron la historia triste de un hombre que nunca se quiso ir al exilio y murió en el ostracismo. La historia que cuenta hoy la oficialidad cultural cubana es una historia llena de bochornosos agujeros negros, una historia censurada en la que faltan los más duros momentos vividos por Lezama precisamente por la marginación y la censura a la que la Revolución Cubana lo condenó.

 

¿Cómo se enteró de la obra de Lezama y cuál fue su influencia en su propia obra?

Cuando yo comienzo a escribir, a inicios de los años 80, ya se podían leer algunos libros de Lezama. Todavía no se había dado la orden de rescatarlo, pero teníamos acceso a los libros que se habían publicado en los primeros años de la Revolución, cuando todavía Lezama no era un «marginado». Luego nos quisieron meter a Lezama en todas partes, se reeditaron sus libros, se permitió publicar ensayos sobre sus obras (siempre que no se hiciera referencia a la censura que había sufrido). Eso marcó a muchos escritores de nuestra generación. En mi obra, confieso que me marcó más su poesía y su importantísima obra ensayística que su narrativa. La poesía de Lezama me parece perfecta, un verdadero monumento de la lengua española; sus ensayos son de una altura literaria y de una aportación intelectual impresionante, pero su obra narrativa, en mi opinión, está llena de errores, de manías, de hojarasca que hoy le criticamos a cualquier joven escritor que surja y sin embargo no se la queremos criticar a Lezama simplemente porque las escribió Lezama.

 

¿Cómo es el reconocimiento de Lezama entre las jóvenes generaciones de autores cubanos?

Lezama es junto a Alejo Carpentier y Virgilio Piñera uno de los autores más comentados en los corrillos de jóvenes escritores cubanos. Para serte franco, te puedo decir que influyó realmente en un muy pequeño grupo de escritores, y también te puedo asegurar que son más los escritores que «dicen haber leído» a Lezama que los que en verdad lo han leído. Incluso a inicios de los años 90 fue una moda ser «lezamiano», es decir, escribir en narrativa tan enredado como escribió Lezama. Por suerte, esa moda murió rápido. De todos modos, se sigue leyendo. Es considerado un clásico de nuestras letras y eso lo convierte en una lectura imprescindible.

 

¿Cuánto tiempo ha vivido en Berlín? ¿Siente que la obra de Lezama es suficientemente conocida entre los que viven fuera de Cuba?

Me atrevo a asegurar que la obra de Lezama Lima es más conocida fuera de Cuba que en la propia Cuba. En todos los países que he visitado me ha llamado la atención ver cómo los escritores, los académicos, los intelectuales, mencionan sólo cinco nombres cuando se habla de clásicos cubanos: Carpentier, Lezama, Virgilio Piñera, Reinaldo Arenas y Guillermo Cabrera Infante, y lamentablemente se desconoce, o se conoce muy limitadamente, toda la otra gran literatura que produjeron otros escritores del mismo período. Es decir, Lezama es uno de los cinco nombres que más se pronuncian cuando se habla de literatura cubana. Por ejemplo, vivo en Berlín desde hace cinco años y he podido comprobar que acá en Alemania y en el medio académico europeo se desconoce, con escasas excepciones, casi toda la literatura que se ha escrito en Cuba desde entonces hasta la fecha y siguen atados a los mismos nombres que hicieron su obra hace ya cuarenta años. No se tiene en cuenta que las actuales letras cubanas llevan más de veinte años a la cabeza de lo mejor que hoy se escribe en la lengua española.

 

En su opinión, ¿cuál es el mayor legado de Lezama para la literatura cubana?

Su poesía, sin dudas. Su asombrosa obra ensayística. Y algunos momentos exquisitos de Paradiso, algunos de sus cuentos, pues Oppiano Licario, su segunda novela, inconclusa y póstuma, es una novela realmente inferior. Creo que también su verdadero legado está en la personalidad que nos dejó, en ese modo de asumir la literatura como un modo de vida y no como un medio de vida. Lezama vivía «en la literatura», y nos demostró que para ser un gran escritor hay que considerar a la literatura como un sacerdocio, como un sacrificio, como un oficio al que hay que respetar profundamente.

 

Nota: Este es el texto íntegro de una entrevista, de la cual fue publicada solamente un extracto en el periódico aquí citado.