La Estrella de Panamá, 8 de mayo de 2020
Por Luis Pulido Ritter
Desde Berlín, donde vives, ¿cómo ves la actuación de Merkel y el gobierno alemán frente a la pandemia?
Lo han hecho de modo casi impecable. En 15 años al frente del país, cuando se inició la epidemia, Merkel habló por primera vez utilizando los medios nacionales en cadena. Me conmovió ese discurso. La Canciller habló de que Alemania se enfrentaba a otra guerra, que desde la Segunda Guerra Mundial el país no había vivido un reto tan peligroso, pidió unidad, pidió serenidad y apeló a evitar el pánico social y a establecer el humanismo como norma de comportamiento: si nos cuidamos todos, nos salvamos todos. La mesura de sus palabras en esa y en otras comparecencias posteriores me hizo sentirla como una madrecita que quería cuidarnos, pero curiosamente esa madrecita era la misma persona a quien se considera la mujer más fría y poderosa del mundo. Merkel sabía bien lo que estaba haciendo. El pueblo alemán es disciplinado, colaborador, e incluso, lejos de lo que muchos piensan, es un pueblo dispuesto a sacrificarse por el bien común. Eso ha quedado demostrado en estas semanas de cuarentena. Si al hecho favorable de que Merkel se negó rotundamente a realizar los recortes a los servicios de salud que se hicieron en otros países europeos en los años anteriores a esta crisis; si al comportamiento ejemplar de la población, se suma la solidez del sistema de salud alemán, la experiencia acumulada en el tratamiento de enfermedades respiratorias, la decisión de establecer altas cifras de test, y la aceleración de las investigaciones para encontrar una vacuna, es lógico que haya ido tan bien. Pocos países, además, han destinado tanto dinero de las arcas estatales para pagar los salarios de quienes debían dejar de trabajar, para financiar a los pequeños negocios que se vieron obligados a cerrar, para garantizar el fortalecimiento de las instituciones sanitarias y del personal de salud, para garantizar, en fin, que la gente pudiera sentirse tranquila en su casa. A eso se suma algo esencial que ha brillado por su ausencia en otras naciones: la transparencia del gobierno y las instituciones, la ejemplaridad de los políticos, y la serenidad con la que toda la sociedad ha enfrentado el reto.
Fuera de Europa se comprende muy poco el debate sobre el paquete de ayuda frente a la pandemia y el corona bonos, ¿podrías explicárnoslo un poco?
Somos cinco hermanos, comerciantes los tres: mi negocio está casi en quiebra y nadie quiere prestarme para yo alimentar a mi familia. Hablo con mis cuatro hermanos, cuyos negocios siguen siendo exitosos y prósperos, y ellos deciden prestarme un dinero para que yo pueda seguir en mi negocio, pueda alimentar a mi familia y pueda continuar accediendo a los préstamos internacionales necesarios para que mi empresa siga funcionando y produciendo riquezas. Mis hermanos me han dicho que puedo devolverles el dinero en un plazo de 40 o 50 años. El dinero que me prestaron sale del banco de la familia, es decir, de los ingresos que cada mes depositamos todos en ese banco común. Cada uno deposita en el banco un porciento, de acuerdo a la prosperidad de nuestros negocios: 60% mi hermano mayor, 30% dos de mis hermanos, 20 % mi hermano gemelo, y yo sólo un 15%, porque mi empresa es la más pequeña. Tenemos además en casa de nuestra madre una caja de ahorros donde hemos ido acumulando dinero para casos de crisis familiares (es decir, no para crisis relacionadas con nuestros negocios). En otras ocasiones los préstamos que he recibido de mis hermanos han sido por las complicaciones normales de cualquier negocio (comprar máquinas nuevas, pagar el dinero a mis trabajadores porque me he quedado sin liquidez, etc.). A esos préstamos les llamamos: FAMILIABONOS, porque salen del banco familiar. Pero en esta ocasión les estoy pidiendo a mis hermanos que me presten dinero porque he tenido que cerrar mi empresa ya que uno de mis trabajadores ha enfermado con una rara enfermedad que puede infectar al resto, así que las autoridades me han exigido cerrar el negocio por un tiempo. Dos de mis hermanos quieren volver a prestarme el dinero siguiendo el mismo procedimiento de siempre: toman dinero del banco familiar, es decir, todos ponen su dinero en mi ayuda, el tiempo que tengo para devolver es el mismo de otros préstamos, y sin embargo quieren ponerle un nuevo nombre a ese proceso ENFERMEDADBONOS; pero mi hermano mayor dice que no es necesario cargarme con una nueva deuda, pues para esos casos es que precisamente hay un dinero en la caja de ahorros de nuestra madre. Más o menos, quitando unas cuantas complicaciones financieras y políticas, eso es lo que pasa. La Unión Europea ha decidido emitir ese préstamo tan necesario, apelando al Mecanismo Europeo de Estabilidad, creado para este tipo de crisis, y que dispone de 410 mil millones de Euros. Cada país que lo necesite, entonces, tendrá acceso a esa línea de préstamos, de hasta el 2% del PIB del país que la solicite, sin tener que atarse a un programa de rescate, con ajustes y reformas que siempre afectan a la sociedad. El único requisito es que los países miembros que pidan esos créditos se comprometan a usarlos para financiar los costes sanitarios, directos e indirectos, derivados de la crisis del Covid-19.
Han habido tantas teorías conspirativas sobre el surgimiento del virus. ¿Acaso son creíbles?
Vengo de un país con un sistema supuestamente humanista donde yo escuchaba hablar de teorías que nadie creía (implicación de autoridades «revolucionarias» cubanas en el narcotráfico regional, financiamiento de grupos terroristas internacionales, ajusticiamiento por medios mafiosos de opositores, lavado de dinero para fines «humanitarios», protección de criminales perseguidos por la justicia internacional, existencia de campos militares de concentración para homosexuales, etc.)… Lamentablemente, cuando tuve acceso a información que en Cuba las autoridades me negaban, descubrí que todas esas «fantasiosas teorías conspirativas» (así las llamaba Fidel Castro) eran totalmente ciertas. Por desgracia, en todos los bandos se juega con la misma indecencia, sin que importe en qué ideología o credo militen los implicados. Por lo demás, hay hechos ya innegables: médicos chinos reprimidos por el gobierno porque alertaron de la epidemia, científicos chinos de renombre cuyos rastros han desaparecido, informes oficiales del gobierno manipulados para disfrazar o esconder muchas irregularidades, financiamientos chinos secretos a instituciones internacionales encargadas del monitoreo de la epidemia, e incluso un Premio Nobel de Medicina cercano a los científicos de Wuhan que ha lanzado al mundo el reto de que le retiren dicho premio si China no es responsable de, por lo menos, esconder la aparición del virus y permitir su expansión al mundo. Los jefes del Partido Comunista Chino han dicho que pretenden colocarse a la cabeza de la economía mundial y todos los análisis (inversión china para adquirir acciones en bolsas internacionales que se han desplomado, incursión explosiva en rubros del mercado mundial que estaban en manos de otras naciones, expansión a nivel mundial de la tecnología y la ciencia médica china aprovechando esta cobertura, e incluso algo tan simple como el monopolio de las ventas de mascarillas) muestran que uno de los más favorecidos económicamente de esta crisis global es China. Y, siento decirlo, pero del gobierno chino puede esperarse cualquier cosa. Históricamente han demostrado que no les importa la vida humana, si se trata de conseguir los objetivos trazados por el Partido Comunista. Baste recordar que sólo en el período de Mao, durante su idea del «Gran Salto Adelante», en 4 años murieron 45 millones de habitantes y, al término de su mandato, se calculaba en casi 80 millones las víctimas, es decir, una cifra similar a la de los muertos en la más terrible conflagración bélica de los últimos siglos.
Esta pandemia ha dado la oportunidad de cerrar las fronteras, de controlar a los inmigrantes, de cometer, incluso, violaciones jurídicas del estado de derecho contra los ciudadanos. ¿Qué podemos esperar hacia el futuro?
La pandemia ha acelerado un proceso que ya avanzaba, aunque más lentamente. El crecimiento mundial de la población y el desgaste del planeta obliga, sin dudas, a una especialización del control de esos individuos. Y todo lo que vendrá será justo eso: una sociedad en la que seremos un simple número al cual hay que controlar, vigilar, monitorear. Antes de esto se hablaba incluso de imponer un control férreo de la natalidad, pues las riquezas del planeta y el modo de explotación que ha adoptado la humanidad anunciaba una crisis universal de alimentación y vivienda en poco menos de 100 años. Todos hemos escuchado, también, cómo algunos centros de poder han propuesto mecanismos de monitoreo del ser humano que parecen salidos de una película futurista: implantación de microchips, por ejemplo. Y eso es lo que se impondrá, como se verá, bajo el supuesto «beneficio» de que serán medidas para la salvación de nuestra especie, de la población. Empezar a controlar mediante un GPS a una persona que ahora se ha infectado, puede ser el primer paso hacia un infierno de limitaciones de ese Estado de Bienestar y de Derecho por el que muchas naciones han luchado. Ese será a partir de ahora el verdadero reto: el de hasta dónde le permitimos llegar a quienes dicen que lo hacen para proteger nuestra vida y nuestro planeta.
Están las consecuencias sociales, económicas, culturales y políticas. ¿Crees que periodistas, cientistas sociales, en fin, humanistas, podrían ayudarnos a buscar soluciones frente a la pandemia que no son solo sanitarias?
Una de las cosas buenas de la pandemia es que la gente ha redescubierto la necesidad y la importancia de ser informados. Se ha visto, a nivel internacional, cuán importante es la voz de quienes asumen con profesionalidad el universo de la información social, ya sea en sus escalas políticas, económicas, científicas o en cualquiera de las ramas de la comunicación social. Otra ganancia es que el mundo ha soportado el encierro, ha sobrevivido, literalmente, gracias a uno de los sectores menos beneficiados en los planes económicos: la cultura. Vivido lo que hemos vivido en estos tiempos de pandemia, sin dudas la humanidad caerá a un rango de degradación todavía peor del que hasta hoy hemos vivido, si la sociedad humanista internacional; es decir, esos actores que mencionas, no aprovechan esta oportunidad para ejercer nuevamente el protagonismo que habían perdido ante la estupidez social generada por la implantación del consumismo como modo de vida y por la idiotización de la sociedad, que sólo favorece a quienes desean tener una masa descerebrada a la cual manipular fácilmente.