Nada puede limitar mi libertad como escritor + Apostillas

Blog Work in Progress. España, 13-14 de enero de 2011

Por Ladislao Aguado

 

Apostillas a «Nada puede limitar mi libertad como escritor»

 

En el Paseo Marítimo de Niza.

En el Paseo Marítimo de Niza.

Ahora desde Berlín, Amir Valle envía estas apostillas a su entrevista.

 

Donde dije «Diego» hace falta decir «digo»

Justamente regresaba, ya tarde en la noche de este 13 de enero, de una lectura en el Instituto Iberoamericano de Berlín cuando me encontré con esta entrevista que, como él mismo dice, hicimos Ladislao y yo hace un tiempo. Y debo agregar que, igual que él, la tenía escondida, en tinieblas, en algún rincón del cerebro.

Fue una grata vuelta a mis primeros días de exiliado. La lectura de la que regresaba formaba parte de una exposición de la fotógrafa alemana Anna Weisse en la que, teniendo como escenario la Biblioteca del Instituto Iberoamericano de Berlín, había recuperado también la compañía de otros colegas escritores cubanos, pues allí, colgados en enormes retratos y presididos por la imagen del querido Jesús Díaz estuvieron escuchando los fragmentos de mi novela Abilio Estévez, Miguel Barnet, Leonardo Padura, Pedro Juan Gutiérrez, Eliseo Alberto (Lichy), Antonio José Ponte, Carlos A. Aguilera, Raúl Rivero, José Manuel Prieto, Jorge Luis Arzola, Mirta Yañez y Karla Suárez.

En un mismo día, así, me sentí sacudido, primero, por la presencia virtual de amigos y colegas con los que alguna vez, físicamente, compartí escenario; y poco después, por la revolución de recuerdos desatada por esta entrevista.

Pero, ya lo dijo Ladislao: es una vieja entrevista y algunos detalles merecen ser precisados, de modo que…

Donde dijo: «La editorial Planeta recién ha publicado Jineteras…»  debe decir que ese libro obtuvo, al año siguiente, 2007, el Premio Internacional Rodolfo Walsh al mejor libro de no ficción publicado en lengua española y en la actualidad cuenta con ediciones en francés y alemán, así como una bellísima edición de bolsillo que ha circulado exclusivamente en España gracias a Ediciones B.

Donde dije: «sigo enamorado del título original: Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba, y espero que cuando el libro se publique para España salga con ese nombre», debo decir que ese sueño se cumplió y el libro salió en España con el título Habana Babilonia. La cara oculta de las jineteras.

Donde dije: que el libro se había publicado en una gran editorial gracias a «la profesionalidad de mi agente, Ray-Güde Mertin y la especialista que me atiende en esa agencia, Nicole Witt», debo decir que, lamentablemente, al año siguiente falleció mi agente literaria y amiga Ray Güde Mertin y que la agencia, a partir de entonces y hasta la fecha, quedó a cargo de Nicole Witt.

Donde hablamos de novela negra debemos hablar que eran momentos de arranque del impacto que viviría el género años después, entre el 2007 y el pasado 2010: impacto que ha obligado a muchos detractores a intentar publicar «su novela negra» y que ha convertido esta variante de la novela en el modo literario más preciso de entender lo que de bochornoso, por corrupto, criminal e inhumano, sucede abiertamente en nuestras sociedades latinoamericanas o, detrás de las bambalinas, en las supuestas sociedades «desarrolladas» del llamado Primer Mundo.

Y también en ese sentido: donde, al referirme a la literatura escrita por mujeres, dije que no se podía hablar de literatura cubana escrita por mujeres en los años 90 sin mencionar a un grupo de escritoras y añadí «e incluso, aunque a alguno pueda no gustarle sus obras, sin Daína Chaviano y Zoé Valdés», debí decir que las obras de ambas autoras eran en ese tiempo cuestionadas, por las autoridades de la isla y algunos críticos de izquierda en el exterior, con etiquetas denigratorias tan poco serias como que «la ciencia ficción y la literatura fantástica es un género menor» (en el caso de Daína) o como que «sus novelas son bodrios políticos oportunistas vendidos por las transnacionales del libro como novelas» (en el caso de Zoé).

Y, finalmente, una precisión: las preguntas a esta entrevista, enviadas por Lalo a través del correo electrónico en la primavera del 2006, las respondí en la casa de campo del ya fallecido premio Nobel alemán Heinrich Böll. Y lo hice sentado, juro que por pura casualidad, en la misma silla que utilizara el también Premio Nobel ruso Alexander Solzhenitzyn para mirar los cultivos de trigo y los bosques que rodean el pequeño poblado de Langenbroich, cercano a Colonia, en aquellos días en que tuvo que huir de Rusia a causa de la represión, debido a su postura crítica contra el socialismo soviético y fue a refugiarse brevemente en aquella casa de campo que, por decisión de Böll, de su esposa Annemarie Böll y de sus hijos se convirtió en una Fundación que sirve de refugio, hasta hoy, a escritores y artistas perseguidos en sus países de origen.

 

La entrevista

La historia de esta conversación ya no la recuerdo. Tampoco cómo la terminamos Amir y yo, ni por qué se nos ocurrió sentarnos a conversar de temas tan íntimos y en ese momento tan difíciles, tan sensibles. Quizás lo hicimos por eso mismo, por el dolor, es decir, como un antídoto contra él. Luego, el tiempo ha guardado esta conversación y ninguno de los dos la ha vuelto a mencionar. Hace años que no hablamos de ella.

Si ahora la publico es como una celebración por todo lo que hemos dejado atrás, por todo lo que hemos ganado, por todo lo que vendrá.

Esta entrevista sucedió entre Madrid y Colonia, hace ya no sé cuánto.

 

Nada puede limitar mi libertad como escritor

Amir Valle ha dicho, «soy un escritor cubano: esa es mi cruz.» Y la aseveración podría lucir para quienes no lo han leído, una postura más dentro de la galería de gestos que acompaña nuestra literatura. Pero se equivocan, los personajes que viven sus libros, dan cuenta en nombre suyo de ese dolor, de ese peso.

La editorial Planeta recién ha publicado Jineteras, un estudio exhaustivo sobre la prostitución en Cuba, y las reacciones no se han demorado. Cientos de lectores han celebrado la aparición del libro, su representación descarnada de un fenómeno que hasta hoy se ha pretendido tipificar desde la singularidad, así como el análisis de la historia que los antecede. También, los funcionarios del gobierno cubano han apurado sus impresiones, «se trata, sin dudas, de una poderosa arma que Amir Valle coloca en las manos del enemigo», han dicho. Y junto a este juicio, han sembrado la incertidumbre de una posible condena a su autor, apoyados en la figura penal de «Actos contra la independencia o la integridad territorial del estado», la misma que se usó para las condenas de los setenta y cinco periodistas  encarcelados en Cuba en abril de 2003.

A su vez, ha aparecido en España, Santuario de sombras (Editorial Almuzara), una novela inserta en lo que se denomina  el neopolicial latinoamericano y que describe con toda la crudeza que los propios hechos poseen, los entresijos del tráfico de personas entre Cuba y los Estados Unidos. Un fenómeno hasta ahora solapado bajo el silencio orquestado por todos los implicados, salvo, sus escasos sobrevivientes.

En ambos textos, la mirada es incisiva, molesta. Pareciera que Amir Valle asumiera con todos los dolores el peso de esa cruz que lo acontece, y lo obliga. Y sobre ellos, los oficios de la novela y las obsesiones del novelista, cuenta Amir Valle (Santiago de Cuba, 1967), mientras mi voz coloca breves señales en los caminos de la suya, y otra Cuba se dibuja al lector más acá del mar, en Colonia, Alemania, donde el escritor reside temporalmente como becario de la Fundación Heinrich Böll.

 

1.- Jineteras, la historia del libro.

En 1992, trabajando en Cubanacán S.A. llamó mi atención que algunas de las hermosas modelos que utilizábamos en las campañas de publicidad se dedicaban, al margen de su trabajo, a salir con los mismos empresarios extranjeros que contrataban esas campañas. Me chocó porque, de algún modo, ellas eran privilegiadas: tenían un buen trabajo, se les pagaba bien, se pasaban media parte del año metidas en hoteles donde otras cubanas no podían ni asomar la nariz, podían comprar en las tiendas en divisas, cuando aún el dólar era penalizado, y, sin embargo, se prostituían.

Ese mismo año, salí a México en un viaje de trabajo y en el aeropuerto me topé con una vieja compañera de estudios de la Vocacional Antonio Maceo.  Resultó ser una de las prostitutas famosas de las que ya había oído hablar en mis primeras investigaciones. La coincidencia terminó de decidirme a escribir ese libro. Y a ella le debo los contactos iniciales y las mejores entrevistas con otras jineteras. Me dio las llaves para entrar a un mundo que no abre sus puertas fácilmente.

 

2.- Proceso de trabajo

Fue agónico. Reuní más de 120 casetes con testimonios, recopilé decenas de cartas, cientos de fotografías, vídeos clandestinos. Tanta información que, a fines del 98, cuando empecé a preparar el libro, casi lo abandono. Pero algo me hacía volver. Transcribí las grabaciones, y ahí fue lo peor: me di cuenta que hablar del fenómeno en el presente, sin analizar su larguísima historia nacional, convertiría el libro en un rosario de calamidades con matices muy similares a los del fenómeno en otros países.

Comenzaron así las pesquisas que me llevaron a una verdad dura: desde mucho antes de lo que se piensa, en Cuba las instituciones de estudios de la población, de la mujer, de la salud, habían detectado y alertado sobre la aparición, en escala preocupante, de ese fenómeno en sus distintas manifestaciones, y en todos los casos se había ordenado oficialmente un silencio tan brutal que la mayor parte de la información que logré en esos lugares se la debo a personas amigas, que por ahora deben permanecer en el anonimato.

 

3.- Anécdota

Una vez terminada la primera versión, lo mandé a un concurso muy importante en Cuba. El premio se declaró desierto, y cuando voy a recoger las tres copias que presenté, sólo me devolvieron una. Las dos restantes jamás aparecieron. Y pensé lo que todo cubano piensa siempre, ahogado en nuestra eterna paranoia: «la seguridad del Estado la debe estar leyendo». Pero al parecer, una copia cayó en manos de alguien que, de forma inescrupulosa, la digitalizó y la empezó a circular por Internet, vía correo electrónico.  Pero esa persona por copiar, copió incluso la página final donde aparecían mis datos personales. Y sucedió que quienes lo leían empezaron a llamarme, a escribirme cartas y correos, agradeciéndome que  hubiera escrito algo que ellos veían a diario y que la prensa cubana no reflejaba. Conservo esos mensajes y puedo dar la cifra: 6432 personas.

El impacto social del libro fue tremendo.

Para intentar proteger mi obra puse una demanda contra la persona que lo había divulgado y comenzamos a rastrear los mensajes, por si lográbamos llegar a quien lo había distribuido, pero no conseguimos nada. Hoy, si esa persona apareciera, tendría que agradecerle haberme convertido de un escritor conocido sólo en el medio intelectual cubano a un escritor al que la gente busca leer. Y también a ciertos funcionarios, políticos e instituciones que han intentando impedir que el libro circule y se publique en Cuba, les tengo que agradecer que hayan dado a mi libro el placer de lo prohibido.

 

4.- Jineteras en Planeta

Un librero y escritor colombiano, Alvaro Castillo Granada, gran amigo, amante de Cuba y de los barrios marginales donde siempre se queda en sus viajes a la isla, se leyó el libro y quedó tan impresionado que me comentó su interés en presentarlo a una editorial grande en Colombia. Coincidentemente, meses después, el reconocido escritor colombiano, Santiago Gamboa, otro gran amigo, de paso por Cuba como jurado del Premio Casa, me dijo que había escuchado hablar del libro y se ofreció para presentárselo a su editor Leonel Giraldo, de Planeta Colombia.  Por eso tengo que decir que sin la intervención de Álvaro y de Santiago, sin el entusiasmo con el que Leonel Giraldo acogió el libro, y sin la profesionalidad de mi agente, Ray-Güde Mertin y la especialista que me atiende en esa agencia, Nicole Witt, este libro no estuviera ahora en librerías, dándome el placer, además, de haber estado entre los más vendidos en Colombia.

 

¿Se ha escrito mucho sobre este tema?

Es un tema que ha llamado mucho la atención, pero que básicamente se ha asumido desde un enfoque sociológico y periodístico. Personalmente conozco, además, dos obras: La noche de la jinetera, del español Jordi Sierra I Favra y Jineteras, de la colega y compatriota Lisette Bustamante, pero ambas desde la perspectiva novelística o de la novela testimonio. Dos libros con dos puntos de vista opuestos e interesantes. En mi caso es un estudio que vincula todas esas aristas: el periodismo, la sociología, la novela, la investigación histórica, el ensayo, para tratar de ofrecer una perspectiva más amplia de un fenómeno en realidad muy complejo. Me resultó un poco incómodo que, por razones comerciales, la editorial Planeta, que publicó el libro para varios países de América Latina, haya insistido en cambiarle el nombre original, a pesar de los argumentos que dimos mi agente literario y yo, de que ya existía un libro, en español, con ese título, y de que existía un gran público lector esperando por Habana Babilonia… que pudieran sentirse confundidos con el cambio de título. Y también porque no me gustaría crear malentendidos, ni pleitos, especialmente cuando se trata de una compatriota y de una colega con una reconocida carrera periodística, que por esas tres razones: ser cubana, ser periodista y haberse atrevido a encarar la escritura de un libro con un tema tan difícil, merece mi respeto. Yo sigo enamorado del título original: Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba, y espero que cuando el libro se publique para España salga con ese nombre.

 

5.- ¿La firma de exclusividad con Planeta limita tu libertad como escritor?

Mi compromiso es presentar a Planeta lo que escribo, antes que a cualquier otra editorial. Pero no creo que pueda limitarse la libertad de un escritor que, como yo, escribe lo que le parece, sin presiones ni limitaciones. En Cuba, la mitad de mis novelas negras no se han publicado. Esa es una consecuencia de mantener mi posición, como intelectual, de pensar con cabeza propia, de no hacer concesiones para que mis libros se publiquen en Cuba. Tampoco pienso hacerlo fuera de la isla. Escribo lo que me subyuga, lo que creo debo escribir, y si eso interesa, bien. Con Planeta obtengo una mayor distribución, y creo tener obras que pueden ser del interés de Planeta, pero no porque nadie me haya condicionado a escribirlas. Han nacido como resultado de mi libertad como escritor, y no pienso perderla.

 

6.- Santuario de sombras. Dolor y lenguaje

La depauperación social, la pérdida de valores, el desastre económico que es hoy Cuba, ha gravitado, en primer lugar, sobre la familia cubana, le ha quitado sus esperanzas, los ha lanzado a la idea fija del exilio. Y por primera vez en toda su historia, Cuba, que fue un país receptor de inmigrantes hasta 1959, hoy se ha convertido en una nación de emigrantes. Si a lo anterior, le agregas que la cifra de cubanos muertos atravesando el Estrecho de Florida es de varios millares, y que hay unos cuantos miles de desaparecidos en ese trayecto, podrás darte cuenta de la magnitud de la tragedia.

De esa circunstancia viene el dolor de Santuario de sombras. Cuando yo entrevisté, en 1997, para un periódico mexicano, a varios sobrevivientes del tráfico de personas entre Cuba y los Estados Unidos, el choque fue brutal. De nueve entrevistas que hice, en la obra escogí a tres personajes: Mayra (que es la historia real de Edelmira), Ignacio (Joaquín Ignacio en la realidad), y Magnolia (un travesti cuyo nombre verdadero es Miguel Alejandro). A ellos, y a otros entrevistados, va dedicado el libro. A los lectores les ha llamado la atención, por ejemplo, el personaje de Ignacio, porque siempre habla en plural, porque siempre dice «nosotros hicimos», «entonces pensamos». Y no es un invento. Es el único personaje al cual le dejé su nombre verdadero porque se llama Joaquín Ignacio, y salí muy desgarrado de la entrevista con él de sólo pensar que todavía hoy, varios años después, sigue hablando en plural porque es el único modo que su cerebro traumatizado encontró para hacerle creer al cuerpo que su esposa y sus tres hijos siguen vivos, cuando la verdad es que él los vio hundirse en el mar y no pudo salvarlos. Es un hombre enloquecido que sigue andando hoy con sus muertos dentro. ¿Cómo no escribir de ese dolor?

 

7.- Marginalidad, política y discurso oficial

Un día, revisando los conceptos sobre marginalidad social y persona marginal, leí lo siguiente: «la marginalidad social, en tanto manifestación de colectividad, ocurre cuando, bajo condiciones de hábitat adversas al normal desenvolvimiento humano, la sociedad se ve abocada a violar las normas sociales de convivencia, imponiendo entre otros, dobles raseros de moralidad, pensamiento y modos de colaboración con dicha sociedad». También decía: «marginal es todo aquel individuo que, obligado por circunstancias históricas, políticas o de otra índole, tenga que violar las normas sociales de convivencia como modo de supervivencia». Me dije entonces: «carajo, yo soy un marginal». Y desde entonces he tenido bien claro que en Cuba los márgenes sociales se han unificado tanto, han perdido tanto sus límites divisorios, que hoy toda la sociedad cubana puede considerarse marginal, ya que para sobrevivir, el ciudadano común debe delinquir. La doble moral, la subsistencia a través del delito y la promiscuidad social son elementos caracterizadores de la marginalidad y ellos conforman la vida diaria del cubano.

Sin embargo, el discurso oficial elude esos términos y miente, tergiversa, manipula, usa la doble moral política de un modo cada vez más burdo, y eso, también, lo convierte en un Estado marginal.

 

8.- ¿Novela negra o autores de novela negra?

Paco Ignacio Taibo II ha dicho que la novela negra es hoy el género donde más se reflexiona acerca de la dura realidad de nuestro continente. También ha dicho que los escritores de novela negra hacen hoy lo que Balzac hizo en la Francia de su época: diseccionar la vida social. Creo en la certeza de ambas opiniones. Por otro lado, si nos fijamos bien, en los últimos diez años, el género ha ido caminando desde la novela de tema básicamente policial a la novela de tipo social y ya no es siquiera importante cumplir las normas establecidas cuando Poe dio los primeros toques a lo que luego perfilarían Doyle, Agatha Christie, Hammett, Chandler y muchos otros. La novela negra, bajo ese concepto, es aquella en la cual, con el pretexto de alguna pesquisa, indagación, caso policial, intriga, se disecciona la realidad social de un país determinado. En el caso de Cuba, la crítica especializada nos ha distinguido a cuatro autores de la isla: Daniel Chavarría, Leonardo Padura, Lorenzo Lunar y yo; y residentes en otras partes del mundo, Justo Vasco y José Latour.

 

9.- ¿Novelas eróticas en la literatura cubana?

Es cierto que novelas eróticas no existen hoy en Cuba Y no es hasta la creación del Premio Nacional La Llama Doble que empiezan a premiarse y publicarse novelas con esa temática. Y nótese que digo «temática», pues las novelas publicadas hasta hoy como tales (La leve gracia de los desnudos, de Alberto Garrido; Fake, de Alberto Garrandés, Muchacha azul bajo la lluvia y Los desnudos de Dios, de mi autoría) no cumplen casi ninguno de los requisitos que esta modalidad narrativa exige internacionalmente. En mi caso, en la primera novela se trata de una revisitación del relato «Aura» de Carlos Fuentes, y los personajes son, justamente, Alberto Garrido, Guillermo Vidal y Jesús David Curbelo, tres narradores que han abordado en sus cuentos el erotismo, de modo reincidente y hasta con alevosía. En la segunda, que se publica también en alemán próximamente, todo gira alrededor de un manuscrito erótico y los personajes son Cortázar, Lezama Lima, Anäis Nin y Henry Miller.

No creo que se trate de algo antagónico. Creo que una escena erótica en un cuento es ya casi un recurso narrativo de la modernidad, pero escribir una novela erótica seria, fundamentando una tesis como debe hacerse en toda novela, es algo que no todos son capaces de enfrentar. Yo mismo dudo que lo haya logrado, aunque las novelas se hayan publicado bajo ese rótulo.

 

10.- El testimonio. ¿Otras leyes?

Para mí es el más grande de los géneros. Hoy el testimonio es un acercamiento a la verdad a partir de las posibilidades comunicativas que para la recreación de esa verdad ofrecen géneros, mecanismos, metodologías y procesos de la literatura, el periodismo, la investigación sociológica y la historia, en igualdad de condiciones.

Es, además, el género de mayor riesgo para el escritor, porque todo lo anterior conduce a un camino que no suele ser, por desgracia, aceptado en ciertos estratos del poder cultural en los países desarrollados (y en Cuba, vale aclarar). Ese camino identifica al testimonio como «la voz de los sin voz», y trata de buscar la mayor pureza de la verdad individual, generalmente escondida y rescatarla, recrearla, ficcionarla, tomándola de pequeños retazos visibles pero sepultos en las conveniencias personales, los intereses sociales, las estrategias nacionales del poder, para revivirla en un espacio libre: el territorio de la palabra escrita. En el caso de Cuba, al tratarse del género en el que se ha escrito y difundido la versión más conveniente de nuestra Historia Oficial, resulta casi un suicidio cultivar el género desde la perspectiva de lo que piensa en realidad el pueblo sobre su vida, su historia y sus conflictos.

 

11.- Isla y exilio. ¿Dos eventos de un único acontecimiento? Diferencias y aproximaciones.

Las únicas diferencias que encuentro entre esos dos términos, nacen de las intolerancias que existen en todos los extremos del llamado «asunto cubano», pues en el ámbito de la Cultura no podrán jamás sobrevivir más allá de los pataleos esporádicos y siempre de cortísima duración de quienes pretenden establecer límites no culturales en este terreno. La Cultura de los pueblos siempre ha estado por encima de gobiernos y políticas. Es el resultado de la conjunción de elementos subterráneos de una sociedad, muchas veces invisibles durante épocas. Nada ha podido impedir, que la obra de los escritores cubanos nacidos en Estados Unidos, y que escriben en inglés, sea considerada por los más serios intelectuales cubanos y extranjeros como parte de la historia literaria de nuestra Cultura. No entiendo a quienes pretenden crear sitios estancos, parcelas divisorias, entre la cultura artística y literaria que hoy se hace, por cubanos, en la isla y en el exilio. Si lo viéramos de modo tan simplista, entonces tendríamos que decir que no existe buena parte de la cultura hindú, china, rusa, alemana, e incluso norteamericana, que se escribió durante décadas enteras bajo distintos signos de exilio, en países occidentales. Los cubanos tenemos la tendencia de creernos centro de muchas cosas en el mundo, y tanto los que en la isla y el exilio se han ocupado de teorizar sobre estos asuntos desde la intolerancia y el extremismo político, olvidan que en estos precisos momentos una buena parte de la cultura de países como Irán, Iraq, Pakistán, varias naciones africanas, por mencionar sólo algunos casos, se está haciendo en países de Europa. He conversado con muchos de esos escritores y artistas exiliados y no he encontrado en ellos el trauma divisorio, parcelario, exclusionista, con el que los cubanos miramos la misma realidad.  También parecen olvidar los extremistas y los intolerantes que una gran parte de la cultura rusa, en tiempos de Stalin, se hizo en países europeos. Y que la poderosa cultura alemana, en tiempos de Hitler, se siguió escribiendo en Europa, Estados Unidos y América Latina.  El exilio, por suerte, no es un invento de los cubanos.

 

12.- Escribir en Cuba y publicar en el exterior: ¿complicidad o necesidad?

Una de las grandes deudas del Programa Cultural de la Revolución con el movimiento intelectual y artístico cubano es la promoción hacia el exterior. Durante ya más de cuatro décadas, la cultura cubana se ha visto sofocada y limitada a las fronteras nacionales bajo el criterio absurdo de que un artista ya está consagrado si es publicado, editado o promovido en el país.

Escribir en Cuba, para mí, es una necesidad, porque vivo en esos barrios y con esas personas marginales que aparecen en mis novelas. Vivo su vida, comparto sus miserias, sus miedos, soy uno más de ellos. No soy cómplice de nada de lo que sucede allí porque he dicho y escrito que estoy en contra ya de más del noventa por ciento de las cosas que hace el gobierno. Lo único que tengo en común con el gobierno es que no quiero que nadie intervenga en un asunto que es solamente entre cubanos. Pero ni siquiera el gobierno cubano me deja espacio para intentar plantear mis puntos de vista, sin que se me vea como un apátrida. Y por eso, buscando decir mis verdades, he optado por publicar mis obras fuera de la isla, incluso, en pequeñas editoriales. Es el único modo que me han dejado para asumir mi papel como intelectual.

 

13.- Política editorial cubana: ¿una torre de marfil de 1250 km de largo?

En Cuba no hay política editorial. Una política editorial existe cuando cada editorial sigue un rumbo marcado por su propia historia, por su propio desarrollo como editora. Y en Cuba los planes editoriales y los intereses de cada editorial tienen que enfrentar el vaivén de los intereses políticos en boga. Una de las quejas más graves de los escritores en las dos últimas Ferias Internacionales del Libro ha sido la politización del ámbito editorial, sacrificando la producción literaria nacional para favorecer la producción de obras políticas, de pensamiento social acorde a la Batalla de Ideas, y de obras de autores extranjeros: venezolanos y escritores simpatizantes con el gobierno cubano, básicamente.

Lo triste es que las opciones existen. Dudo exista otro país con tantas editoriales en tan poco espacio geográfico. No es una torre de marfil, como dices, es un bunker al que puedes entrar solamente si te comportas políticamente bien, si escribes de asuntos no conflictivos, si ganas un concurso (y eres políticamente correcto, porque si no, el libro se atrasa y se atrasa y quizás nunca salga), si tienes algún socio en la editorial, o si perteneces a cualquiera de las facciones en el poder literario con influencias en las decisiones editoriales.

Me da mucha risa (y algo de soberbia), cuando escucho decir al Ministro de Cultura, que en Cuba no hay censura.

 

14.- Las voces del femenino. ¿Otro (mismo) discurso?

Lo he dicho en muchas partes: la narrativa cubana no tendría la fuerza que hoy tiene sin las voces de esas escritoras que escriben, y lo han tenido que hacer sobreponiéndose a una real política editorial y promocional machista que, por suerte, va dejando de existir. No se puede hablar de la narrativa escrita por mujeres sin los nombres, ya imprescindibles, de María Elena Llana, Mirta Yánez, Aida Bahr, Marilyn Bobes, Esther Díaz Llanillo y Gina Picart. No se puede hablar de mi generación sin mencionar a Ana Luz García Calzada, Ena Lucía Portela, Karla Suárez, Anna Lidia Vega Serova, Mylene Fernández, Mariela Varona, las narradoras que, en mi opinión, han aportado estilos y voces bien diferenciadas. Pero tampoco se puede hablar de la narrativa cubana escrita en los noventa sin los aportes desde el exterior de Mireya Robles, Sonia Rivera Valdés, Yanitzia Canetti, Achy Obejas, Cristina García; e incluso, aunque a alguno pueda no gustarle sus obras, sin Daína Chaviano y Zoé Valdés. Y aclaro algo: no se trata de un asunto únicamente cubano. Esa explosión de creatividad femenina también está teniendo lugar en la narrativa argentina, mexicana,  chilena, española, por mencionar los países con más voces femeninas de importancia.