La gansterera. España, 7 de Marzo de 2006
Por José Ramón Gómez Cabezas
No le gusta que le señalen como niño prodigio a pesar de haber destacado desde muy joven en todo tipo de certámenes literarios. Hijo de maestros, revela tener muy claro porqué escribe «…creer en la libertad de la palabra es de locos. Me confieso empecinadamente loco. La libertad de los locos es una de las cosas hermosas que todavía hoy salvan al mundo. Trasladar esa libertad a mis historias, a mis personajes, es un sueño que cada día me conquista. Pienso que a este planeta nuestro le hace falta un poco de esa hermosa y libre locura. Por eso escribo» En su última novela Santuario de sombras cuarta de la serie protagonizada por el investigador Alain Bec y el «padrino» de la marginalidad habanera, Alex Varga, da una vuelta mas a esa marginalidad no oficial de la isla. La trama se centra en el tráfico ilegal de personas entre Cuba y Estados Unidos.
¿Cómo cae esta nueva novela en el momento social que vive Cuba actualmente?
No pienso que se pueda publicar allá. Eso es lo que yo puedo decirte de cómo creo que caerá. Santuario de sombras sólo ha circulado de modo clandestino entre un buen grupo de amigos y lectores. Ellos ya me han dado su opinión, que básicamente es esa. Como digo en la dedicatoria, la novela está basada en testimonios recogidos entre sobrevivientes del tráfico de personas entre Cuba y Estados Unidos vía Estrecho de la Florida. Si mi novela Las puertas de la noche no ha sido publicada porque toca el tema del racismo y de la prostitución infantil y si tampoco se ha publicado Entre el miedo y las sombras (pese a estar entre las cinco finalistas del premio Hammet) porque aborda las imbricaciones en la sociedad cubana del mercado de la droga, Santuario de sombras tampoco se publicará, pues aborda un tema complejo que el gobierno cubano siempre ha evitado: el desesperado éxodo de los cubanos. Las razones por las cuales son capaces de lanzarse al mar con tal de abandonar la isla, y las sinuosas implicaciones de ciertos sectores del poder dentro de la estructura política cubana, con el tráfico de personas. Por supuesto que se trata de una obra de ficción, y esas implicaciones solamente están referidas, ocultas bajo la cortina de humo de la trama, pero responden a opiniones y a la experiencia real de los entrevistados que me dieron la idea de escribir esta novela.
Justo Vasco en Mirando espero, José Latour en Mundos sucios y ahora Santuario de sombras mencionan de una forma u otra la preocupación general que existe en la isla sobre las historias que rodean a los balseros. Esos arriesgan su vida y sus ilusiones para cruzar a Miami. ¿Qué tiene de mito y qué tiene de realidad?
Lamentablemente se trata de una realidad tan extensiva y tan desgarradora que nadie cuerdo se atrevería a decir que es un mito, un invento, o una exageración. La depauperación social, la pérdida de valores y el desastre económico que es hoy Cuba, ha gravitado en primer lugar sobre la familia cubana, le ha quitado sus esperanzas y ha lanzado a los cubanos detrás de una idea fija, por desgracia, casi de modo unánime incluso para muchos que siguen creyendo que es posible salvar la Revolución. Esa idea fija es el exilio. Y por primera vez en toda su historia, Cuba, que fue un país receptor de inmigrantes hasta 1959, hoy se ha convertido en una nación de emigrantes. Si a lo anterior le agregas que la cifra de cubanos muertos atravesando el Estrecho de Florida sobrepasa ya los veinte mil y que hay unos cuantos miles más desaparecidos, que se supone murieron en ese trayecto, podrás darte cuenta de la magnitud de la tragedia. Eso a los cubanos nos preocupa. Pero básicamente porque todo ello responde a un juego siniestro de los políticos.
En 1997, cuando entrevisté, para escribir esta novela, a varios sobrevivientes de un mercado de tráfico de personas, al que le faltaba aún tres o cuatro años para llegar al auge, el choque fue brutal. De nueve entrevistas que hice escogí a tres personajes en la obra: Mayra (que es la historia real de Edelmira), Ignacio (Joaquín Ignacio en la realidad), y Magnolia (un travesti cuyo nombre verdadero es Miguel Alejandro). El libro va dedicado a ellos y a otros entrevistados. A los lectores les ha llamado la atención, por ejemplo, el personaje de Ignacio, porque siempre habla en plural, siempre dice «nosotros hicimos», «entonces pensamos». Es el único personaje al que le dejé su nombre verdadero, se llama Joaquín Ignacio, y salí muy desgarrado de la entrevista con él de sólo pensar que todavía hoy, varios años después, sigue hablando en plural porque es el único modo que su cerebro traumatizado encontró para hacerle creer al cuerpo, que su esposa y sus tres hijos siguen vivos. La verdad es que él los vio hundirse en el mar y no pudo salvarlos. Es un hombre enloquecido que sigue andando hoy con sus muertos dentro. ¿Cómo no escribir de eso?
En esta nueva entrega se perciben muchos cambios, entre ellos un estilo mucho más duro, directo, desencantado.
Desde que el tema de la novela me envolvió, supe que debía ser distinta. Mi primera pregunta fue: ¿cuál historia real escojo para ficcionarla? Y a medida que fui analizando supe que sería mucho mejor ofrecer tres perspectivas para encarar todo lo macabro de este fenómeno: la perspectiva de los sobrevivientes (Mayra, Ignacio, Magnolia), la perspectiva de los traficantes de personas (los hermanos gemelos Saúl y Samuel, que ofrecen una mirada distinta pero por su implicación igual de siniestra, uno desde Cuba y otro desde Miami) y la perspectiva de la gente del pueblo, de quienes oyen las historias, de quienes sufren desde lejos esos crímenes, que son Alain Bec, el investigador, y Alex Varga, el viejo alcalde de la marginalidad de Centro Habana. El mismo tema te obliga a contar las historias de una manera más dura, más directa. No creo, sin embargo, que sea en un tono desencantado, porque cada una de esas personas tiene su propio encanto, su humanismo. Lo que han perdido, y que me propuse transmitir en la novela, es la esperanza. Es una novela de la pérdida de la esperanza.
En las tres entregas anteriores protagonizadas por Alain Bec y Alex Varga, siempre aparecía un referente «Justo Marqués», alter ego del autor; en esta nueva entrega llama la atención que aparezca mencionado un nuevo personaje: «Amir Valle».
Esa fue otra de las pequeñas estrategias que me tracé para esta novela. Resulta que la gente entendió que Justo Marqués era mi alter ego y en realidad esa no era la pretensión, aunque reconozco que algunos detalles pueden confundir a los lectores, como el hecho de que Justo sea el autor de mis novelas publicadas en España. Lo que quise hacer con ese personaje secundario fue crear una especie de símbolo de la intelectualidad cubana identificada con la Nación, pero crítica hacia la Revolución y sus errores; quise utilizarlo como una nueva voz, reflexiva, analítica, dentro del discurso general de la novela, sin darle protagonismo ninguno, excepto el de un personaje secundario de referencia. Pero me di cuenta de que la gente comenzó a identificar a Justo Marqués con Amir Valle y por eso en «Santuario de sombras» decidí colocar a Amir Valle como un personaje también referencial. Con la intención de recordar al lector que todo lo que está leyendo, como se dice en la dedicatoria, está basado en hechos reales y que fui yo, el escritor Amir Valle, quien hizo esas entrevistas que dieron base a la novela. Son recursos, señales, guiños que lanzo al lector para que vaya comprendiendo, entre otras cosas, que esta obra es mucho más que un simple caso policial llevado a la ficción, que hay muchas otras lecturas de esa novela, de ese tema y de la realidad social en la cual está insertado el fenómeno del tráfico de personas.
Alex Varga y Alain Bec siguen manteniendo esa amistad tan especial y auténtica. ¿Siguen siendo, la sinceridad y la amistad, los valores más importantes para Amir Valle?
Esa amistad es un símbolo. Alain tiene valores morales que no coinciden con los de Alex Varga, que ha cocinado los suyos en la marginalidad. Alain logra entender la tesis de vida de Alex Varga: el ser humano cuando es obligado a vivir en situaciones límites, prolongadas por la depauperada situación social y económica de un país, apela a una ética especial que puede llamarse «ética de supervivencia» como único modo de defensa. Tanto para Alain como Alex lo que importa es el ser humano que se siente agredido por plagas que la propia sociedad ha creado. Por extensión, los dos son portadores de muchos de mis credos. Y aunque ya lo he dicho, debo repetir que es un homenaje a ese hombre que me dio pie para el personaje de Alex Varga. Un ser de carne y hueso, con esas mismas virtudes, defectos, poderes y sueños que tiene Alex en la serie, y que se convirtió en un gran amigo mío, en una especie de lector asesor de todas mis investigaciones en el bajo mundo cubano, la llave que me permitió llegar a otros lugares de la marginalidad donde muy pocos han llegado. Te cuento una anécdota: escribí las dos primeras novelas de la serie, lo vi llorar cuando leyó el homenaje que hice en Si Cristo te desnuda, a la muerte brutal de una de sus hijas (Delia, Patty en la novela). El mismo día de julio de 2002 en que se presentaba Si Cristo te desnuda en la Semana Negra, de Gijón, Alex Varga moría en la Habana, a los 92 años de edad.