Martí Noticias, 12 de febrero de 2013
Por Lizandra Díaz Blanco
Después de serle arrebatado el Premio Casa de las Américas por la irreverencia de su obra Habana – Babilonia, la cara oculta de las jineteras, Amir Valle recibió un galardón que compensó cualquier censura: más de 5 mil mensajes de lectores clandestinos celebrando su libro de testimonios.
“Alguien de la Casa de las Américas robó una copia y evidentemente la empezó a regar en internet. Yo jamás puse una copia de esas en ningún lugar. A partir de ahí comenzaron a escribir gente que jamás en la vida me habían conocido y comenzaron a leerme hacia atrás, porque era como una especie de mito,” recuerda Valle, en el programa 1800 Online, de Radio Martí.
“Me dio mucho placer –revela el escritor-porque toda la censura que recibí con el libro eso lo compensaba, el hecho de que la misma gente te agradecía y te mandaba señales de que estaban contigo y de que era un libro necesario.” Desde ese momento, la historia que le habían querido silenciar, lo convirtió en un “escritor leído”.
Como predestinado a una vida nómada, Amir nace en Guantánamo y vive hasta los once años en el central Antonio Maceo, en Holguín. Luego se muda junto a su familia hacia Santiago de Cuba, donde estudia los dos primeros años de la Licenciatura en Periodismo, pero termina en La Habana. Cienfuegos después, es lugar obligado para pasar el servicio social.
Durante muchos años sus narraciones, de corte intimista, fueron aceptadas y celebradas, de tal modo que ganó los premios literarios más importes de Cuba, pero nada más dar un paso hacia una literatura más crítica, comenzaron los “encontronazos”, incluso con escritores amigos en el poder, encargados de velar por lo políticamente correcto.
Se dio cuenta de que “la libertad tenía límites, sobre todo cuando comencé a usar la libertad de la palabra” y su rebeldía terminó en destierro. En el 2004 visita España con fines profesionales, y ya nunca más le permiten entrar a Cuba.
Otra vez las circunstancias lo obligan a cambiar de hogar: en el 2006, una fundación alemana, protectora de escritores perseguidos, le gestiona beca de escritor y residencia. Su esposa e hijo se le unen en destierro, no sin que el gobierno les retenga el permiso de salida por dos años.
“Vivir en el exilio, me ha permitido ejercer con mayor soltura esa libertad, decir lo que pienso, no aliarme a ninguno de los extremos y seguir siendo un ciudadano de cualquier lugar del mundo,” advierte el autor de una veintena de títulos, en los campos de la narración, el periodismo, el ensayo y la crítica literaria.
Actualmente, al tiempo que dirige la Revista Hispanomericana de Cultura Otro Lunes, da los toques finales a una novela sobre su destierro, titulada No hay hormigas en la nieve. “Después de un gran trauma que tuve al salir de Cuba, cuando me desterraron, durante mucho tiempo no puede escribir una línea de eso; yo intentaba y no había manera, había un bloqueo interior muy fuerte, pero hace un par de años me senté y me salió un capítulo completo. ”
Sobre el argumento de la novela, adelanta que cuenta las historias de cinco cubanos que emigran a Alemania en distintas épocas. Además de la propia, narra la vida en ese país del violinista negro, Brindis de Salas, en la segunda mitad del siglo XIX y la de un joven que intenta cruzar a la Alemania Federal y es apresado por la STASI, quien hoy trabaja como guía turístico en la entonces prisión de este órgano de la inteligencia alemana.
Por lo vivido en carne propia, e incluso como agradecimiento a esos literatos leídos a escondidas, que le abrieron los ojos a un pensamiento diferente, Valle es un defensor de los escritores perseguidos en Cuba.
Su causa más reciente es la libertad del narrador Ángel Santiesteban, a quien definió como “el gran escritor de mi generación en la isla” y además “un gran amigo, un hermano” con quien compartió aventuras desde que tenían 16 años. En su blog, fiel a la verdad y libre para decir, hace una fuerte crítica a quienes saben de la inocencia de Santiesteban y guardan silencio.