Habana Times, 7 de febrero de 2017
Por Karla Pérez
Amir Valle es escritor, pero a veces parece maestro. Cuando habla, te lo explica todo. Uno, joven, aprende cosas.
Continuamos con nuestra entrevista (1)
Amir también se pone serio y empieza a dibujar el periodismo cubano. Para él, la censura y los censores son una especie de hidra de Lerna, y como sucede cuando un héroe se enfrenta a una hidra, el animal te hace saber que estás allí, te muestra sus horrores, con la intención de que te asustes y dejes la intención de enfrentarla.
Las líneas, los límites. De eso también me enseña.
¿Dónde había más censura de los lugares en que trabajaste?
Los periodistas que han querido entrar en la universidad, o que han ejercido el periodismo en la Isla, han tenido que tragarse ese lema que proclama que “son el ejército ideológico de la Revolución” y que un periodista es un soldado de la Revolución.
Todos, sin distinción, aceptamos las condiciones; unos, con la esperanza de que las cosas podrían ser distintas o cambiar o incluso que desde dentro podíamos trasformar ese estado de cosas; otros, porque estaban ilusionados con poder estudiar un oficio que, sin duda, es hermoso y apasionante, y no imaginaban el laberinto de condicionamientos ideológicos absurdos y servilismos forzados en los cuales se estaban metiendo. Y otros, porque querían ser, como se les exigía, soldados ideológicos de la Revolución.
Para los censores hay algo claro: el enemigo puede estar en la mesa de al lado, incluso aunque su trabajo sea escribir crónicas sobre el apareamiento de los peces dorados del jardín japonés; es decir, cualquiera puede llegar a ser el enemigo.
¿Y cómo te llevas con la autocensura?
Ahí están mis cuentos, libros de cuentos y novelas censuradas en Cuba para demostrar que jamás me autocensuré.
Valle no olvida la primera llamada de la UPEC (asociación de periodistas). La primera advertencia porque estaba entrevistando a algunas modelos -sin pedir permiso oficial- que se prostituían con empresarios españoles
Mi decisión fue simple: debía variar mi estrategia y seguir investigando sobre la prostitución por vías que no dependieran del Estado, en lugares que no hicieran visible mi investigación. Y quizás esa primera “advertencia/censura” fue lo que me lanzó a zambullirme en la marginalidad, a buscar vías alternativas de obtener la información que yo necesitaba y no a mirar el fenómeno desde la barrera y, mucho menos, a solicitar a las instituciones estatales una información que vendría con verdades, para decirlo suavemente, “contaminadas”.
Al escritor de Habana Babilonia no le gusta que le pregunte qué rescata de su vida en Cuba. Para él, lo suyo, lo que le queda, no necesita rescate, está ahí, clavado, presente.
La Cuba de mis amigos, de mi familia, de mis amores de entonces, de los lugares y momentos que me marcaron como ser humano. Esa Cuba va conmigo allí donde voy.
Y del exilio, ¿algo que salvar?
La experiencia del enriquecimiento. Eso ha sido para mí el exilio. Luego del trauma inicial de que te hayan lanzado a un destierro que jamás imaginaste, se impuso uno de mis vicios: vivir con intensidad las nuevas experiencias. Y de ese modo, como saben quienes me conocen, perfeccioné mi conocimiento del inglés; aprendí el alemán, que es una lengua dificilísima y en la cual escribo muy bien, básicamente mis artículos periodísticos, aunque me cueste horrores hablar correctamente; leí todo lo que en Cuba no podía encontrar en literatura; convertí en vicio otra de mis carencias en la Isla: buscar la misma información en medios distintos para confrontar las fuentes y llegar lo más cerca posible a esa objetividad que el periodismo exige.
El exilio fue para Amir, el rencuentro, tal vez, con todo lo de sus sueños. Volver a ser articulista, trabajar en la famosísima Deutsche Welle, educar en la libertad, me confiesa, a sus hijos.
También cree en Dios, y…
Si mañana ese Dios en el que creo firmemente decide mandarme a otro sitio del mundo, allí iré, alegre, dispuesto de nuevo a vivir esa experiencia del único modo que creo enriquecedor para el ser humano: intensamente.
Por ahora, “ciudadano del mundo”, y bueno, alemán.
Nota:
(1).- Se refiere a la primera parte de esta entrevista, publicada también en Habana Times el 18 de septiembre de 2017. Lea esa primera parte AQUI